Grito

Por Natalia Mariposa[1]

Escuché un grito, no era mi voz, no era yo quien gritaba. No entendía las palabras, solo que el grito era agonizante e intentaba comunicar un dolor. Descubrí que soñaba porque podía transportarme casi volando para descubrir quién gritaba. Las canchas de fútbol donde soñaba, rodeadas de árboles me impedían ver el lugar del nacimiento de aquel grito doloroso, buscaba entre ramas el sonido que provenía de una mujer atormentada. Desperté, de una pesadilla cuya amargura me siguió a la realidad.

El grito continuaba, aun cuando ya estaba bajo mis sábanas, con mi gatita acurrucada en las piernas y el calor del hogar. Me pellizqué el brazo izquierdo con la esperanza de encontrar respuesta, volvieron a gritar. Era una voz de mujer, aguda y doliente, como quien grita una desgracia. No entendía por qué gritaba, pues el silencio crecía cuando su grito callaba o cuando solo sollozaba, sentía el peso del silencio, de la falta de contexto que nos puede dar otro sonido, sin embargo, ese sonido no existía.

Estuve dispuesta a dejar por un momento de respirar y fijar mi atención a cualquier ruido, pero el sonido solo era un sollozo, un dolor. Cualquier posibilidad era creciente en mi cabeza, «la estarán matando» pensé. Sin el sentido metafórico del drama, realmente pensé en su muerte, en que alguien la somete silenciosamente a la tortura de una muerte lenta. Pasaron unos minutos, el grito disminuyó a sollozo doloroso únicamente y ningún sonido intermediario calmaba mi sentir. Mis piernas no respondían. Y mi pecho comenzaba a querer salir.

No hay nadie en las calles a esta hora, en Tonalá solo pocas personas se andan por la madrugada, existe, desde hace unos años, un toque de queda impuesto por la falta de luz y las muertes que suceden en la esquina, la misma donde por la mañana una pasa para ir a la tienda. La madruga puede ser el espacio de muerte, a las 9 cierran las tiendas y los taqueros procuran estar hasta las 10. Solo transitan las calles perros disciplinados por el frío, gentes corriendo al encuentro de un lugar seguro. Pero en esta ocasión, el grito, que poco a poco se fue alejando, se convirtió dentro de mi mente en el final de un dolor, quizá la mujer pudo huir.

No fui lo suficientemente valiente para salir y ver de cara a la muerte aquella noche, pero al día siguiente, las voces que una escucha camino al tianguis de los jueves, hablaban de que a dos cuadras de mi casa, encontraron el cuerpo de una mujer.

 

 

 

  1. Diana Natalia López Oseguera, pero me gusta más: Natalia Mariposa.

    Nací un 4 de abril de 1998 en Guadalajara Jalisco. Desde los 12 años cuando la adolescencia entró a mi vida, decidí olvidarme por un rato del mundo “real” para pasar a las líneas de cuentos y novelas; posterior a eso decidí escribir. Encontré en la prosa y poesía un hogar cálido dentro del mundo de la literatura. Por mucho tiempo, me frustré por aquel requisito de la métrica y rima, gracias la vida leí a Nicanor Parra quien me ayudó a tener otra perspectiva de la poesía. Encuentro en la poesía un terreno en el cual las palabras siguen posándose cual mariposas en un jardín, a veces llegan cotidianamente y sin esfuerzo, otras las busco con lupa y con mirada observadora. Antes de presentarme como poeta, diré que soy lectora y amante de la poesía. Actualmente escribo en blogs grupales de Tumblr, en colaboración con chicas y chicos de toda América Latina. Tengo un podcast de poesía donde comparto mi experiencia leyendo a poetas latinoamericanas.

 

Publicado en Obras literarias y etiquetado .

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *