De Tango, Gardel y la risa

 

I

Aproximaciones

Por Leonardo Finkelstein

(Vení Arrimate)

Si bien no puede precisarse la fecha de nacimiento del tango, que se mece entre 1860 y 1880; no hay dudas sobre el sitio donde colocar la cuna: los prostíbulos de Buenos Aires y Montevideo. En estos templos del saber, mentados como “academias”por sus instruidos parroquianos, los estudiantes entre clase y clase bailaban con las profesoras al son de un piano y una flauta, acompañados más tarde de un bando­neón, por injerencia italiana.

El cóctel de ritmos y melodías que lo componen: habaneras, mazurcas, candombe (música de esclavos, también llamado tango negro), tango andaluz y canzonetta napolitana, se mezcló en los arrabales más miserables de la capital porteña, por entre las rebullentes hordas de inmigrantes que despertaban a una realidad dispuesta a arrancarles los sueños de los ojos a la vuelta de la esquina; sacando pecho en unas condiciones de supervivencia mucho más salvajes que las de los westerns. El compadrito, figura equiparable a la del cowboy proscripto, era un romántico que dirimía ínfimas diferencias de criterio usando su propio chal arrollado al brazo como escudo, y un facón en la mano habilidosa. Un revólver permite dominar fácil una situa­ción, y la muerte se da de una manera más aséptica, pero el facón es más bestial porque además de una directa toma de contacto con el hecho, requiere mayor presencia de ánimo sanguinario. En ocasiones era empuñado por mujeres a las que José Sebastián Tallon, en su insuperable pintura de dos asiduos parroquianos del arrabal como el rufián y su pupila (titulado “El Cívico”y “La Moreira”), describe como un tipo de morocha brava, femenina, elegante, sensual y hermosa, de apariencia delicada, pero que además de prostituta trabajaba de “cafishio”, consiguiéndole otras mujeres a su dueño: “Comúnmente usaba un puñal; pero, cuando debía aventurarse en las noches de más afuera o en los “negocios”difíciles —basta pensar en el resentimiento de los rufianes de menor cuantía, flojo­nes, maulas, pero no por ello menos peligrosos, a los que ella quitaba sus mujeres—, salía con botas de caña alta que llegaban casi a la rodilla, y en la derecha calzaba la daga o un sable bayoneta.”

El maestro Roberto Firpo (que tocó a un peso por día en un mítico lugar de la noche porteña conocido como lo de “Hansen”y que fue demolido allá por 1912) recordaba en un reportaje a una de sus habitués: “Solía concurrir ‹‹la Gaucha Manuela››, mantenida de un muchacho Del Carril, al que creo le comió cuatro o cinco millones. Era morocha, muy guapa, muy criolla para hablar. Capaz de agarrar un cuchillo y empezar a los planazos. Yo le dediqué un tango, ‹‹La Gaucha Manuela››”.

El tango y/o la Argentina uruguaya de principios de siglo fueron un hormiguero de pintoresquismos entretejiendo una saga de heroicidad menesterosa sobre un tapiz como Buenos Aires, ciudad hecha de y por azar, bruja, tímida en su grandeza, reticente con el turista, y acaso prefigurada en laberintos concéntricos rodeando al minotauro Borges que nos dice desde sus múltiples bocas de expendio: “…hablar de tango pendenciero no basta, yo diría que el tango y que las milongas, expresan directamente algo que muchas veces los poetas han tratado de expresar con palabras: la convicción de que pelear puede ser una fiesta.”Y pa’ fiestas, ninguna tan animada como la que se canta en la milonga “Sin Novedad”; un agente de policía le reporta al comisario el informe de una jornada tranquila, todos los parroquianos del boliche “La Armonía”están jugando una partida de truco, pero un envite dudoso desata la bacanal, bajo la lluvia roja revientan malvones en las cabezas, costillas hay que hacen crack y chinchulines volando lejos de su aparato digestivo; cuchillazos hay para toda la concurrencia y balazos para algunos. Después, ya desfogados y ajenos a plebeyos rencores, prosiguen esa partida surrealista como si nada, alguno con una oreja entreverada con la baraja o con el cerebro saliéndosele de la cabeza. El vigilante los justifica de esta guisa: después ya todo sereno/ continuaron la partida/ que al final fue interrumpida/ por un tanto más o menos/ son todos muchachos buenos/ amantes de la verdad/ es un templo de bondad/ el boliche La Armonía/ ya ve que pasó este día/ mi jefe, sin novedad. En el inquietante poema homónimo que le dedica Borges a esta música arcana y terrible, oímos más sangre y puñaladas que acordes y melodías:

 ¿Y ese Iberra fatal (de quien los santos

Se apiaden) que en un puente de la vía

Mató a su hermano el Ñato, que debía

Más muertes que él, y así igualó los tantos?

 

Y arremete una vez más, facón en mano, susurrando una confesión: “… no suelo oír “El Marne”o “Don Juan”, sin recordar con precisión un pasado apócrifo a la vez estoico y orgiástico, en el que he desafiado y peleado para caer al fin, silencioso, en un oscuro duelo a cuchillo. Tal vez la misión del tango sea ésa: dar a los argentinos la certidumbre de haber sido valientes, de haber cumplido ya con las exigencias del valor y del honor.”

Casi nada. Inmediatamente determina que pese al “copioso pasado militar”de la República Argentina ( guerras y guerritas, más o menos épicas o infames) “el argentino en trance de pensarse valiente no se identifica con él, sino con las vastas figuras genéricas del Gaucho y del Compadre” y eso debido a su libertad de compromisos y ataduras ideológicas.

El tango “Co­razón de Arrabal” también ilustra la densidad atmosférica de aquel espacio y aquellos tiempos, hay una pareja bailando y parece que ella está:

poniendo la vida en cada compás

hasta que vencida se entrega

toda temblando de amor sensual

y el derecho de amo nuevo

se echa el malevo con el puñal

Este es el tango de mi tierra

toda pasión en él se encierra

el que se baila en las cortadas

y que termina a puñaladas

se sienten ganas al bailar

de querer y de matar.

 “Por Seguidora y por Fiel”, colorea la ilustración: un “tenorio del suburbio”, con el filo de su puñal le ha marcado una sonrisa “de oreja a oreja” a la chica más bonita del barrio, sólo porque ésta ha tenido el tupé de no aceptarle un café. Según profundizamos en este submundo, vemos avanzando hacia nosotros una legión de mujeres con la cara cosida a navajazos, y es que así lo establecía un “código de honor” escrito en ninguna parte, pero por todos conocido: el precio de la infidelidad es un cuchillazo en la cara, y pierdo plata. Indudablemente la más curiosa de estas cicatrices en 2 x 4 es “Contramarca”, la moza debe ser algo masoca porque regresa a por más, y se lo lleva. De entrada, este recibimiento: “mina cruel, a qué has venido?/ qué buscás en este rancho?” Luego le aguanta al energúmeno su autopanegírico, en el que se retrata como “bueno, confiado y noble”, sus arrebatos poéticos:

“y esa flor que mi cuchillo

te marcó bien merecida

la llevarás luciendo en el carrillo

pa’ que nunca en la vida

olvides tu traición.”

Rematándola con una seguidilla de insolentes agudezas en las cuales le aconseja que se largue porque: “al lado ‘el tigre/ es fácil que peligren/ las zorras como vos.”

 Un hecho bastante curioso y en apariencia antagónico, en relación a estos personajes, borrachones, jugadores, chorros, putane­ros, sanguinarios, drogones y un largo etc, amén del dandysmo y el cuidado casi histérico en el acicalamiento personal, era su grecolatina devo­ción por la oratoria, la lengua es su dólar, con ella saldrá de muchos embrollos e incluso le enroscará la víbora a más de cuatro. En el tango “Compadrón”, del fecundo Enrique Cadícamo, (quien bautizara a Barcelona tercera capital del tango) podemos oír cómo se le baja el copete a un compadrito que no da la talla, achacándole justamente su limitada elocuencia: aunque busques en tu verba

 pintorescos contraflores

 pa’ munirte de cachet

 yo te digo a la sordina

 Dios te ayude compadrito

 de papel mashé.

 

En “Tan grande y tan sonso”, las primeras palabras que se dirigen al apostrofado son “si no tenés labia”. Y no tener labia equivale a un insalvable defecto motriz, sin ella no se va ni se llega a parte alguna. Cuestión de subsistencia fue para la aristocracia arrabalera crear un lenguaje codificado para cocer los estofados fuera de la sintonía de esos oídos que olfatean y soplan. Así aparece el “Lunfardo” o “Lunfa”; palabras que en la propia jeringosa son sinónimos de ladrón.

 Tallon destaca del compadrito su “simpatía” y “finísimos modos de su trato social”, así como que “Fuera de su propio ambiente rufianesco no usaba términos del caló. (El caló y el lunfardo lo hablaban con más frecuencia los secuaces, generalmente, que los hampones mismos.) Se decía hombre de Alem y de Yrigoyen, pero yo no comprobé en ningún caso, durante mi expedición a los amorales del bajo fondo, interés político sincero. No le faltaba voz para cantar y era buen guitarrero.” El Lunfardo toma palabras del italiano (y sus dialectos infinitos, genovés, pia­montés, napolitano, siciliano etc, ramificados en millones de subdialectos regionales), del francés, portugués e inglés, del carcelario espa­ñol, y también absorbe vocablos indígenas del quechua o del guaraní, de la germanía y el calé de los gitanos. Y hasta se cuelan algunas voces turcas, del yídish; griegas; catalanas y vaya a saber que más. Su Serenísi­ma Santidad Lunfarda don José Gobello sentencia: “…el lenguaje porteño tam­bién tiene ya por dueñas a todas las naciones pues todas contribuyeron a formarlo”. El Lunfardo es pródigo en juegos divertidos y así adopta apellidos que a partir de ese momento cargarán un significado adicional como una sombra espesa y concurrente, ej: el señor Cornelio Cayetano Escasany será tachado durante toda su vida de “cornudo”, de “calladito” y de “escaso”, luego de rácano porque los adjetivos caminan .

Pascual Contursi fue el primero en componer letras de tango imprimiéndoles un sentido y un sentimiento poético (las que existían, obviamente eran de naturaleza obscena, como “Metéle fierro hasta el fondo” o de la picaresca verdosa de “El Choclo”, eufemismo por chocho, en el que su autor, Ángel Villoldo llamado “El Papá del Tango”, declara, no sin algún pelo en la lengua, su devoción por los dorados pubis. Helo aquí: “hay choclos que tienen las espigas de oro/ que son las que adoro/ con tierna pasión/ cuando trabajando /llenito de abrojos/ estoy en rastrojos/ como humilde peón. ) Contursi cantó sus letras sobre músicas preexisten­tes, esto sucedía en Montevideo allá por 1915. S.S.L.D. José Gobello dice

“La importancia de Contursi estriba en que fue él quien expresó al nuevo porteño, que no era ya el compadrito con aire de chulo, sino el hijo de inmigrantes, con tristezas de gringo desarraigado. Pascual Contursi es un hito clavado en la frontera en que separan sus jurisdicciones el tango fachendoso y el tango sentimental.

No decimos que sea el único hito, ni decimos tampoco que él haya creado la tristeza del tango. Lo que decimos es que fue él quien la expresó por primera vez con gran belleza, y quien continuó expresándola en forma sistemática.” “Tan importante nos parece Contursi que creemos que la historia del tango no debe organizarse sobre los conceptos guardia vieja y guardia nueva, sino en época precontursiana y en época postcontursiana.”

Otro afluente del chamuyo vernáculo es el “vésre” (revés), que es una rotación del orden silábico de manera que la última pase a ser la primera y viceversa. Existen otros muchos trucos para vesrear con acierto, dictados por la intuición del sujeto en cuanto a sonoridad y posibles combinaciones: por ejemplo, el vesre de “patrón” pasa a ser “trompa” y resulta de una precisión absoluta pues una de las acepciones de esta palabra (además de curda feroz) es “estar con trompa”, o sea, tener una cara poco amistosa, aludiendo al perpetuo rictus que exhiben individuos que se hallan en posición de mandonear a unos cuantos.

Hay miles de palabras vírgenes, deseando ser vesreadas, pero muchas requieren una alquimia especial ya que al sacarlas del molde vésrico se desploman como gelatina sin sabor, debiendo repetirse el proceso, es decir, buscar el vesre del vesre, hasta que el neologismo adquiera solidez. El vesre da para juegos tan ingeniosos como éste, cuya fonética imita a la perfección la lengua francesa: “le tisopé se cosé de trevien”(o sea que un señor de baja estatura tiene problemas a la hora de defecar. Esperemos tenga también la decencia de no aparecer pontificando en una de esas pornográficas propagandas de yogures contra “el tránsito lento”).

La segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen (1928-1930, derrocado por el general Uriburu, padre de la picana. ) facilita la entrada en el congreso de una clase media-alta frente a la plenipotenciaria oligarquía hasta entonces imperante, que sintió un escozor colarse por entre los pelos de sus aristocráticas orejas, los flamantes congresales utilizaban “el lenguaje de los suburbios”, que ya era el de todo el pueblo, tan distante de sus tilingas esferas. Axiomas profundamente enraizados en la forma coloquial cotidiana provienen de la poesía tanguera: “Los amigos se cotizan en las buenas y en las malas.” o “Aprovechá gaviota, que no te verás en otra” en “Preparate pal domingo” y “Hasta que ardan los candiles”, respectiva­men­te, o “Que me quiten lo bailao” del tango homónimo.

En su divertidísimo y documentado libro “El Tango”; el musicólogo Javier Barreiro, oriundo de Zaragoza, hablando de los peculiares aportes de tanto pueblo entre­mezclado nos informa “[…] las dificultades y miserias que hubieron de sufrir son, aun así, difíciles de imaginar. Amén de pechar con el aprendizaje de una lengua nueva cuan­do, ni la propia, en ocasiones, se manejaba con soltura. Así las cosas, es creíble que el porcentaje de consumo alcohólico per capita no tuviera equiparación con el de ningún otro momento de la historia conocida de la humanidad, tal como se cuenta”. Destacando en otro pasaje que “en todo fenómeno inmigratorio el componente masculino es rotundamente superior. Coro­lario: prostitución. Otro Corolario: la mujer es un bien precioso. Pero no sólo en el terreno sexual o afectivo. También en el económico. El que consigue una mujer, la chulea. No es el tipo de relación que habitualmente suponemos entre rufián y fulana. El compadrito por­teño quiere a su paica, pero existe la ley de la oferta y la demanda. Cuando la mujer lo abandona el drama es doble: perdió el amor y perdió la guita.” Dato importante, pues ayuda a comprender mejor infinidad de tangos cuyo estilo críptico nos deja muchas veces en ayunas. Oímos al compadrito lamentar el tiempo que se fue, y precisamente lo que más lamenta son sus “tiempos caferatas”, es decir, cuando era un “cafiolo”, que disponía de una o varias pupilas, a las que con idéntica facilidad les arrancaba el dinero o el hígado en caso de comporta­miento dudoso. No obstante, una situación que se repite hasta el cliché es la del compadre que con la punta del cuchillo ha empujado a más de cuatro al Otro Mundo, llorando a lágrima viva por una mujer, situándose a un pasito de la reden­ción de sus innumerables pecados. Y refutando aquella tan famosa como desafortunada frase, arrancada brutalmente de contexto y puesta al servicio de la ignorancia más insolente de que “un hombre macho no debe llorar”, cuando, si una cosa establece el tango es que sólo lloran los hombres de verdad. El amor existente entre el compadrito y su furcia resulta de una espesa complejidad psíquica, Tallon nos deja esta semblanza: “…Cuando le pegaba, ella se dejaba pegar, siendo, como era, capaz de pelearlo como un guapo, porque no la castigaba con la brutalidad de los que no tenían recursos mejores para señorear a sus rameras, sino con exigencias de dueño lindo, o de enamorado celoso. De habérsele ido la habría buscado para matarla; o tal vez, hubiese solicitado el olvido de las copas y muerto al fin, por ella, de tristeza. No mienten las letras de tango que insisten desde Contursi en conmover al pueblo argentino con las quejumbres del canflinflero abandonado”.

Como se ve, las mujeres del tango son poderosas; son fuerzas metafísicas provenientes de algún ignoto rincón del éter, pasan por la tierra un poco por casualidad, están contorneadas por un hilo de magia celestial y al amarlas se ingresa en un estado de gracia plena que, claro, después resulta horroroso perder, entonces el amante ve al ángel tornarse demonio, un demonio maravilloso, un súcubo radiante de lujuria cuyo influjo resultará imposible resistir, llegando el propio derrotado a confesar que lo acepta todo con tal de recibir de tanto en tanto alguna limosna sexual. Sin embargo, en el breve tiempo que ha permanecido a su lado la mujer le ha dado sentido a la existencia dotándola de una belleza demencial, capaz de metamorfosear un rancho de latas y cartón en el palacio de un califa: con ella a mi lado/ no vi tu tristeza/ tu barro y miseria/ ella era mi luz…así describe su entorno el hechizado protagonista de “Arrabal Amargo”, alucinando que cuando ella regrese, ese mismo suburbio sórdido sacará a relucir todo su encanto escondido.

Pero si de lo sobrenatural hablamos, hay una figura asexuada, pero de femenil apariencia, cuyas apariciones suelen ir custodiadas por una corte de aguerridas cursilerías y sensibilidad de la de tres docenas por un peso. Para más pistas siempre la precede o sucede el calificativo de “santa”, nos referimos a “¡ La Vieja”! “¡La Santa Viejita!”, único receptáculo de confianza y constante referente moral, implacable en su abnegación, bondad y capacidad de perdón. Ella se lo pasa súper, subiendo y bajando del cielo que constituye su hábitat cotidiano, y es que ella es así, inmaculada, inmarcesible, incontestable e insufrible. En cuanto a la figura de Dios, cuando es vista con benevolencia es la del idóneo compañero de la madre muerta, (de la viejita santa a la que aludimos recién) una nébula informe quién, de tarde en tarde, se allega para dejarse aconsejar, y tomarse unos amargos. Pero jamás como un interlocutor válido, capaz de granjearse las simpatías del personal, alguien a quien confiarse y que llegado el momento del bisogno, pueda extender una mano; sino más bien un incansable dispensador de palos, un espinoso bigote castrensel, detrás del cual aparece un tirano sádico que se divierte horrores arrancando las alitas o los brazos de las moscas humanas y transformando sus sueños en pesadillas y sus más altos vuelos en estrepitosas caídas al abismo y continuas arrastradas por el fango. En “Adiós Muchachos”, quizás el más triste de todos los tangos, (cabeza a cabeza con “Sus ojos se cerraron”, y que curiosamente fuera grabado por el maestro de la alegría Louis Armstrong, con el nombre “I get ideas” y una letra distinta.) podemos darnos una idea de cómo las gasta Dios, un dios celoso:

¿ Se acuerdan que era hermosa?/ más linda que una diosa/ y que ebrio yo de amor/ le di mi corazón? / mas el Señor celoso de sus encantos/ hundiéndome en el llanto / se la llevó.

Y también prepotente. Y guaita que a alguno se le ocurra protestar: Es Dios el juez supremo/ no hay quien se le resista/ ya estoy acostumbrado su ley a respetar/ pues mi vida deshizo/ con sus mandatos/ llevándome a mi madre/ y a mi novia también. Y si algo le faltaba a Dios para acrecentar su mala reputación, era un antagonista como Discépolo. En “Tormenta”, de entrada, le sacude con munición gruesa, y no baja la guardia hasta el final:

Aullando entre relámpagos/ perdido en la tormenta/ de mi noche interminable/ ¡Dios!, busco tu nombre/ no quiero que tu rayo/ me enceguezca entre el horror/ porque preciso luz/ para seguir./

Y le reprocha que entre mejor persona se vuelve, peor le va, en cambio a los malvados les sale invariablemente todo fenomenal. Que la vida misma es el infierno tan temido, y que el amor mata en su nombre, y luego, le endilga estos dos versos que tienen la potencia de un cachetazo reversible:

 el seguirte es dar ventaja

 y el amarte sucumbir al mal.

 

Seguidamente lo desafía a que demuestre, al menos una vez, que no vive rascándose la barriga, y concluye en tono irónico:

Y entonces de rodillas/ hecho sangre en los guijarros/
moriré con vos, ¡feliz, Señor!/

Y adiós a Dios, adiós… ¡ Qué hacés!, ¿me conocés? Yo soy…

 Hay letras que cantan de lejos su procedencia gayolesca, por eso además de estar empapadas de jerga “canera”, versan sobre los clásicos barrotes, las putas que explotaron en aquellos dorados días, de sus provechosas habilidades para el robo y la estafa, de insignes borracheras y peleas a muerte. Otras tantas mantienen una postura de contestación social. En “Acquaforte” (1931) el mismo viejo verde que hace pocas horas le ha negado el aumento a un obrero mal pago, dilapida el dinero y emborracha a Lulú con su champán, o en “Pan”, en donde parece reencarnarse Jean Valjean, el desgraciado héroe ­de “Les Miserables” (la novela de Víctor Hugo), que desesperado roba comida para los suyos y padecerá la misma condena, lasciva de tan injusta: “se durmieron todos/ cachó la barreta/ si Jesús no ayuda/ que ayude Satán!”

Peor suerte correrá el condenado de “Al Pie de la Santa Cruz” (1933). Veamos una declaración de principios de lo más clarita:

Declaran la huelga

hay hambre en las casas

es mucho el trabajo

y poco el jornal

y en ese entrevero

de luchas sangrientas

se venga de un hombre

la ley patronal…

 

Manteniendo el tono de amargo sarcasmo en “Al mundo le falta un tornillo”, se ha llegado a extremos tales de indecencia que “la chiva hasta Cristo se la han afeitado” o “Camuflaje”, donde está todo tan patas arriba que ya es imposible saber quién es quién, si “el honrao se ha vuelto chorro/ porque en su fiebre de ahorro/ él… él se AFANA por guardar” o el famoso “Cambalache” del enorme Discépolo, prohibido por la últi­ma dictadura militar (y por las otras) que luego decidió asegurarse y prohibir al autor en su totalidad. Evidentemente sus parrafadas rozaron la susceptibilidad de algunos hipersensibles. Esto produjo el ins­tantáneo efecto de actuar como bisagra entre las generaciones anteriores y los jóvenes. La ecuación fue simple, si el tango no les gustaba a los milicos que se encargaron de joderle la vida a Dios y su Madre, algo debía tener.

El lupanar fue su primer salón de baile, pero cabe preguntarse de qué clase de hierro estaban forjadas aquellas señoras, para que (según la crónica) luego de recibir entre 70 y 80 bailarines por jornada, aún les quedaran ganas de bailar. Por aquellos años hubo más de 6.000 prostíbulos en Buenos Aires que obviamente poco se parecían al que se describe en el conocido tango “A Media Luz” pues parece sacado de las mil y una noches, ya que uno encontrará según qué cosas, depende de la hora y del día en que vaya, amén del consabido lujo oriental, almohadones, alfombras y divanes, por la tarde “tés danzantes” y pastelitos, por la noche show en vivo: “tango y cantor”, bebidas y cocaína, y todo lo que al huésped se le antoje además de las odaliscas. ¡Ah! y una fantástica delicia adicional: ¡No hay porteros ni vecinos! Y a fin de evitarle un viaje infructuoso, hasta le avisan que el lunes descansa el personal.

Los hombres practicaban en los callejones bailando entre sí, y debido a la proximidad física que exige, ninguna chica de su casa podía rebajarse a la práctica de esta danza obscena sin perder la virtud, eso era cosa propia de barriobajeros y mujeres de “la vida alegre” que de alegre ha de tener bien poco. En otro jugoso pasaje de “El Tango”, se cita un párrafo de la revista inglesa Modern Life: “Podemos manifestar que el tango hace el efecto de una doble danza del vientre con toda la voluptuosidad intensificada por el hecho de ser bailada en contorsiones exageradas. Se diría la apoteosis de un mahometano bajo los efectos del opio. No necesitamos agregar más para demostrar que el tango debe ser proscripto de los salones mundanos.”

Una curiosidad letrística extendida al tópico, es la del tango autoinculpándose de ser la causa del tropiezo de todas las costureritas del mundo, “…y reías como loca”, “Flor de Fango”, “Pobre Paica (El Motivo)”, “Por un Tango”, “Reproche”, “La Reina del Tango” (a quien se le vaticina que muy pronto tendrá que bailar el tango grotesco del juicio final) etc. “Esclavas Blancas” arranca con un: almitas torturadas/ pobres esclavas blancas/ del tango y la milonga/ mujeres infecundas/ autómatas del vicio/ sin alma y sin amor. Y en “Muñeca de carne” ya se previene abiertamente a tanta caperucita ­des­pistada, sobre las irreversibles consecuen­cias que acarrea bailar con la música hipnótica del lobo feroz:

el tango malevo

que te llegó al alma

y con su cadencia

tu vida engrupió

torció tu camino

y tu virtud santa

por el encerado

también rodó…

 

Pero el tango no hace distinciones de sexo a la hora de hacer bolitas con las virtudes y echarlas a rodar, muchas veces son los hombres quienes “borrachos de tango”, son arrebatados por las garras de la depravación y del vicio, y ya nunca interceptarán las coordenadas de la ética, trepándose en cualquier colectivo porque cualquiera los deja bien.

Define Borges al tango bailado como el sexo en mil figuraciones, y sus voces rezongaban del lado de los que le achacaban la preeminencia de un tono lacrimoso aderezado con una empalagosa y por momentos nauseabunda autocompasión, amén del abandono del suburbio por las luces de la ciudad. Porque cuando triunfa el tango en París, se oficializa, cosa que no terminan de perdonarle sus hijos, los cardos del arrabal. Por eso el tango se inculpa a sí mismo por su escalada social y el olvido de sus orígenes: “Reproche”, del célebre trío Irusta-Fuga­zot-Demare, es de los más fuertes:

Tango triste

tango rante

de mis tiempos caferatas

yo conozco tu pasado

no comprendo tu traición

los malevos no te miran

con los mismos ojos de antes

porque fue tu cuna el bajo

y el lujo tu seducción

 

Y más adelante:

tango triste

hoy los malevos

lloran todos tu traición

porque saben que ya nunca

has de volver a tu hogar

porque has estado jugando

con las cuarenta del mazo

y es al ñudo que te copen

si no te han de desbancar.

 

El tango casi es excomulgado por el Papa Pío X, a quien se le representó una descafeinada versión de este baile (sin “cortes” ni “quebradas”, que son sugerentes movimientos pélvicos.) El tango es libre y libertino. El tango, como el Jazz, es una patria espiritual. Fue prohibido en la Alemania nazi y en distintos lugares y momentos. Du­rante su breve dictadura (1943-1944) el general P.P. Ramírez, ocupado en importantísimas cuestiones inherentes al grandioso destino de la patria, encuentra un rinconcito de tiempo para expeler un decreto según el cual los términos lunfardos debían adecentarse para permitir su radiodifusión. “él traía las primeras ráfagas del remoto país, con su tango misterioso y su lunfardo depravado y soez” escribe Ortiz Echagüe (citado por S.S.S.L.). Lo que está claro es que nadie ha desbancado al tango de su descangayado trono, desde el cual ostenta sus más que bien ganados galones de música “maldita.”

El rock and roll podría haberle discutido esta supremacía pero con los años ha perdido altura, y en vista de lo que hoy hay en plaza no le asiste chance ninguna; brotado como está de maricones de peluquería, que queman su tiempo ensayando gestos en el espejo, o escupiendo sus dulces salivitas teñidas de verde, retorciéndo­se en el centro del vacío creativo, simulando una misa de adora­ción al diablo, y /o chillando alguna mierda estilo perro caliente y que van todas de esta guisa “one more night baby oooohhhh please gimme another night, o baby dont leave me to night, dont you cry to night, y así hasta que se haga de día. Luego van por el mundo inflados cual repugnantes escrófulas como si hubieran compuesto El Mesías (de Handel) y la humanidad les debiese todo. Y, para colmo de impudicia, la van de recios, de tipos duros, y la verdad es que no me cuesta mucho imaginar a Julio Sosa o Rivero, o a cualquier tanguero de ley, desparramando a media docena de estos tipitos con un displicente cachetazo. Hablando de un joven guitarrista dice Julio Nudler en “Tango Judío”: “al principio creía que el tango era lo oficial y el rock lo contestario, hasta que se dio cuenta que era exactamente al revés.”

 Basta ver el precio de la entrada a un concierto y toda la parafernalia fecal que lo rodea, para verificar hasta qué punto se ha integrado a un sistema que cuestionó con mucho empuje, hasta que se le humedeció la pólvora . En los ‘60 y ’70 los músicos tenían otra formación y los genios que florecían aquí y allí, fueron espaciándose cada vez más hasta llegar a la presente aridez, en que, partiendo de la premisa de que la gente come caquita, pretenden vendernos que Shakira, Jamiroquai, Oasis, o Mili & Vanili, por decir algo, son igualitos a Deborah Harry, Frank Zappa, Los Beatles y Simon & Garfunkel. Pero por mucho que se esfuerce, la mierda no será jamás chocolate. El rock ha sido devorado por una tenia saginata de dos cabezas, ausencia de creatividad y valores éticos. Estos divos histéricos y mediocrosos de hoy, tienen un poder de convocatoria que ya querrían para sí muchos políti­cos, pero están esterilizados por su propia incapacidad de mover el meñique por nada ni nadie, ocupados por sus piscinas y sus putas caras y sus drogas caras y sus coches y sus mayordomos y sus perros caros, y sus caras caras. Habrá excepciones, pero sobre ellas se construyen las reglas.

Después de Inglaterra y Estados Unidos, es Argentina por curioso que parezca, y no alguna colonia de habla inglesa (más líbranos del chauvinismo, amén.) “la tercera capital del rock” debido a la extraordinaria calidad de algunos bardos dotados de gracia y originalidad, y que han apoyado a las sobrehumanas Abuelas y Madres de la Plaza de Mayo durante los abyectos años de la demonocracia. Hecha la salvedad.

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