De una serie no tan desenfrenada

Foto tomada del Twitter oficial de Diego Martínez Ulanosky

Por Angélica Mancilla García

Hace un par de semanas —días antes de la cuarentena por lo del coronavirus— se estrenó la serie mexicana Desenfrenadas en la plataforma de streaming Netflix. Antes y después del estreno, me encontré varias notas que destacaban el producto como una serie imperdible porque abordaba temas feministas. Por casualidad, terminé viéndola.

Desenfrenadas trata de tres mejores amigas (Carlota, Vera y Rocío), de clase alta, que, agobiadas por cumplir con los mandatos que la sociedad demanda de ellas y en un arranque de frustración, se van de viaje a Oaxaca; en el camino se encuentran con Marcela, una joven de clase baja y bailarina de un club nocturno, quien se ve obligada a escapar de un hombre viejo, que luego sabemos es el dueño del lugar en el que trabaja y al que ella y su novio-proxeneta le deben dinero. Marcela, a punta de pistola, obliga a las tres amigas a llevarla con ellas, pues necesita llegar a Oaxaca para localizar a su hermano adolescente. Durante estos días, las cuatro jóvenes se encuentran en aprietos y, entre lágrimas, peleas y abrazos, descubren el valor de su amistad y de estar juntas para enfrentar las adversidades del mundo.

Si bien la serie salió hace semanas, me pareció importante abordar los aciertos y los aspectos negativos que he podido identificar —como feminista—, dado que no tenemos certeza de cuándo terminará la cuarentena o confinamiento “voluntario” por la pandemia y en tanto seguimos y seguiremos buscando opciones para que el tiempo en casa —de quienes hemos podido parar o hacer home office, atendiendo a la desigualdad que ha hecho privilegios de nuestros derechos— nos sea más leve.

Empecemos por los aspectos negativos:

Primero, la serie me parece bastante inverosímil. En este país, donde casi la mitad de la población es pobre,[1] difícilmente una mujer joven puede abandonar el trabajo, la escuela y los planes para lanzarse a un viaje de exploración interior a las playas de Oaxaca; dudo aún más que todas contemos con una amiga con el dinero suficiente y tarjetas de crédito —auspiciadas por su padre— para pagarnos el viaje o la mayor parte del viaje —porque después le cancelan las tarjetas— sin mayor preocupación que la de disfrutar la experiencia.

Pero la inverosimilitud no sólo radica en las condiciones económicas de las jóvenes, sino en la suma de sus acciones, tanto de las viajeras como de otros personajes, que terminan por hacer improbables las situaciones. Por ejemplo, en un par de ocasiones roban ropa, roban gasolina y productos chatarra de una tienda sin que ello les genere alguna consecuencia, romantizando así un delito que comenten muchos en un país altamente empobrecido; el padre de Rocío contacta a unos policías municipales para que regresen a su hija a casa, pero las jóvenes logran escapar de una persecución policiaca; en otro momento, las amigas abandonan a Marcela, pero ella encuentra a Vera justo antes de que un sujeto abuse de ella en un Deus ex machina muy ramplón que no hace más que resolver que Vera deje de rechazar a Marcela; en otra ocasión, cuando Marcela las deja, las tres amigas van a buscarla y, aunque son conscientes del peligro de un país feminicida, se exponen a situaciones que las ponen aún más en peligro sin tomar alguna precaución, al contrario tienen una actitud “inocente”; o como cuando disparan al novio-proxeneta de Marcela e intentan escapar, pero éste las persigue hasta una barranca, ellas frenan justo antes de caer al despeñadero, rescatan a Marcela y a su hermano, pero el tipo solo llora y ruega que Marcela no lo deje.

Segundo, estereotipos y más estereotipos. Las tres mejores amigas son mujeres blancas, de clase alta y delgadas, incluso Carlota, la amiga feminista, a quien supuestamente presentan como “gorda”, no parece que realmente tenga kilos de más. Por tanto, es evidente que la imagen de estas jóvenes refuerza un imaginario de belleza que ha hecho mucho daño a las mujeres en su relación con sus cuerpos. Además, me parece importante detenerme en el personaje de la amiga feminista, porque, más allá de dizque romper estereotipos de género, me parece que lo que en realidad se hace es estereotipar a las mujeres feministas jóvenes, he visto bastantes memes en redes sociales que hacen mofa del movimiento feminista con este tipo de características: mujer con el cabello raro (teñido de colores o con cortes y peinados “extraños”), pelos en axilas y piernas, tatuajes, perforaciones y ropa extravagante, hippie o rara. Carlota cumple con la mayor parte de estos rasgos, pero, además, escribe poesía sobre la condición de las mujeres y es presentada como si no trabajara, con lo que también se refuerza el estereotipo de la escritura y las artes como una pérdida de tiempo y no como un trabajo valioso e indispensable para la sociedad.

Por otro lado, Marcela es una mujer pobre y morena —porque obvio los pobres siempre son morenos—, pero ella es delgada, racializada, sí, pero incluyendo el estereotipo de belleza originaria, exuberante, incluso hay varias escenas en que es presentada desnuda; su representación también responde a un estereotipo que se ha construido sobre las mujeres pobres de los barrios populares de la Ciudad de México, a quienes suelen llamar “chacas”, cuyo atuendo se caracteriza por tenis toscos, jeans, ombligueras con imágenes de santos o de la virgen María y cadenas, con una actitud hosca y pandillera.

Tercero, quien mucho abarca, poco aprieta. La serie aborda un montón de temas, pero no profundiza en ninguno: mandatos patriarcales, abuso sexual infantil, violación, trata de mujeres, orfandad, violencia sexual digital, la pérdida de un ser querido, pobreza; y algunos más bonitos como el veganismo, las relaciones abiertas, relaciones lésbicas y parteras comunitarias. Entonces, al no profundizar ni reparar en la complejidad de estos temas, termina banalizándolos porque no reflexiona ni cuestiona los efectos nocivos y degradantes que tienen sobre las mujeres y la sociedad en general, ni destaca la importancia de abordar dichos temas.

Cuarto, una estrategia de marketing. Si bien destaco y hasta aplaudo la participación de Mare Advertencia Lírika, rapera oaxacaqueña feminista, su aparición es bastante limitada, pues, además, aparece en un contexto de peda, hongos y fiesta en la playa, lo que parece forzado, más como por una estrategia de marketing que por un interés genuino de incluir a mujeres referente de las músicas feministas; incluso, sus líneas pasan a ser conversaciones de segundo plano, como parte del ambiente, su aparición es meramente incidental, mientras se da foco a las conversaciones de las protagonistas. Entonces, si de verdad se buscara visibilizar el trabajo que las mujeres hacen para la transformación de las sociedades, se les daría espacios protagónicos —solo espero que le hayan pagado bien por su trabajo.

Quinto, otra vez una mirada masculina. El creador de la serie es Diego Martínez Ulanosky, que si dan una googleada rápida podrán notar que se trata de un hombre blanco, de clase media alta —o alta— y con acceso a oportunidades que poquísimas personas tendrían en un país como el nuestro. Este dato no es casual, de hecho aclara el porqué de los estereotipos y lugares comunes sobre las mujeres, pero lo menciono porque los espacios mayormente son ocupados por hombres, lo sabemos. En la industria cinematográfica, la cantidad de creadoras y directoras a las que se les da espacios es mínima,[2] pero no porque no quieran, sino porque quienes invierten en las producciones no consideran que sus inversiones estarán seguras en manos de las mujeres. Entonces, difundir una serie —incluso desde algunos medios feministas— creada por un hombre como un producto que está innovando y tratando temas de la agenda feminista cuando en realidad está lucrando y cuando ese espacio se puede ocupar para difundir el trabajo de mujeres que sí trabajan desde el feminismo, es como volver a hacerle la chamba a los hombres (difundirlos, exaltarlos y consumirlos), ponerlos de nuevo en el centro y menospreciar el trabajo que con mucho esfuerzo hacen las mujeres.

También, dentro de la mirada masculina, específicamente en el contenido de la serie, apreciamos varias escenas relacionadas con los cuerpos de las mujeres —especialmente de Marcela— que no eran necesarias ni indispensables para el desarrollo de la trama, por ejemplo, cuando Marcela mantiene relaciones sexuales con su pareja-proxeneta, en las que es evidente que las tomas tienen un tono pornográfico. No se trata de un comentario moral, no obstante, si vamos a presentar un producto que se supone está reflexionando sobre la condición de las mujeres y los temas que nos afectan, también tendríamos que repensar las relaciones sexuales desde otro punto, desmontando las enseñanzas que la industria pornográfica ha monopolizado.

Pero no todo es malo, también hay aspectos bonitos de la serie, sobre todo el argumento principal de que pasar tiempo entre mujeres, entre amigas, puede ser curativo y ayuda a dar claridad a nuestras vidas. Si bien no podemos generalizar, los espacios entre mujeres sí suelen ser seguros para hablar de lo que nos afecta, para cuestionar las estructuras sociales que degradan a las mujeres y para generar estrategias de acompañamiento y de transformaciones reales.

Otro aspecto positivo es que los productos culturales empiezan a abordar los temas que el movimiento feminista ha posicionado en las agendas políticas y sociales del mundo, lo cual contribuye —en mucho o poco, aún no lo sabemos con certeza— en la configuración de otros imaginarios sociales que detonan la reflexión en quienes los consumen. Sin embargo, esto no significa que todo producto que aborda temas de la agenda feminista lo hagan de la mejor manera o que por ello debamos dar por hecho que es bueno, pues puede ser engañoso, hay que ser cuidadosas con nuestros hábitos de consumo y cuestionarnos por qué nos están presentando ese producto y quiénes están detrás de él, porque ningún producto cultural es transparente, siempre está en diálogo con los sistemas de significado a los que se refieren, con el contexto en el que se concibe y en el que se recibe.

No diré que la vean o no, ustedes deciden. Lo único que sí quiero resaltar es que no sigamos mirando de manera inocente, sobre todo hay que sospechar cuando nos dicen que un producto “es feminista” o “trata de feminismo” pero su contenido no es incómodo para ningún sistema; el feminismo siempre ha sido incómodo porque le apuesta a la transformación.

En los próximos días compartiremos algunas recomendaciones de series dirigidas o creadas por mujeres y con mujeres como personajes principales. Por lo pronto, quienes puedan, manténganse en casa; si salen, sigan todas las recomendaciones sanitarias; cuídense y cuidemos a todas y todos, en especial a quienes son más vulnerables.

  1. De acuerdo con la última medición de pobreza 2008-2018 del Consejo Nacional de la Política de Desarrollo Social, en México, el 48.8% (61.1 millones de personas) de la población cuenta con un ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos, del cual, el 16.8% vive en pobreza extrema.
  2. De acuerdo con la medición de la “Evolución de la proporción de mujeres entre los directores de películas de Hollywood entre 1998 y 2019”, en 2019, “el porcentaje de directoras en la meca del cine fue del 13%; un dato que significó un crecimiento de cinco puntos porcentuales con respecto al año anterior”. Ver: https://es.statista.com/estadisticas/636276/porcentaje-de-directoras-en-hollywood/

 

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