Democracia y control

Por Fernando de Jesús Aldama Escalera[1]

 

“Cada paso nuevo encierra el peligro de fracasar,
y ésta es una de las razones por las que se teme a la libertad”
Erich Fromm.

 

Partidos indisciplinados, incertidumbre política, sucesos imprevistos y caos electoral; en el México del siglo veinte eso sería impensable, tomando en cuenta el contexto de la hegemonía priista. Pero, en cuestión de poco más de tres décadas, no solo el sistema de partidos, sino el electoral, cambiaron totalmente. Esta situación para algunos de nuestros contemporáneos es una crisis sin precedentes, mas, examinándolo a mayor detalle, supone en realidad el escenario idóneo para la consolidación de un sistema. ¿Por qué no una transición? La transición ya la vivimos, desde los movimientos estudiantiles de la década de los sesenta, los levantamientos armados zapatistas en Chiapas o las reformas electorales que debilitaron el régimen priista.

La democracia no nació en 2018, fue un largo proceso de luchas y negociaciones en las que a veces se perdía o ganaba. Lo cierto es que, ahora, la democracia que nació de todo ese proceso yace en tela de un escrutinio. Nuestra democracia no es fuerte y nunca será invencible. No lo será porque en toda la historia política de la humanidad ha existido una democracia invencible; éstas siempre se han visto en crisis y, dependiendo de su fuerza, han logrado adaptarse o directamente han caído en regímenes totalitarios. De hecho, nuestra democracia es débil por el simple hecho de tener pocas décadas de haberse creado, por lo que aún le falta consolidarse como un sistema sólido que logre adaptarse a los cambios que están por venir.

No caeré en los alarmismos de la oposición al afirmar que la victoria de morena en las elecciones presidenciales de 2024 supondría regresar a la hegemonía priista, pero tampoco sería prudente aprobar en su totalidad la praxis morenista a lo largo de este sexenio. La democracia se nutre del conflicto y de los cambios que de estos emanen.

Lo que decidirá en 2024 si la democracia mexicana se fortalece o sufre una regresión dependerá no solo de que los electores salgan a votar debidamente informados, también de la negociación entre partidos para cooperar en el sexenio siguiente y del proyecto de desarrollo nacional que propongan las respectivas candidatas. Que, mirándolo desde una perspectiva feminista, es un hecho seguro que en la historia de México tendremos a la primera mujer ocupando la presidencia; si poseen las capacidades necesarias para dirigir toda una nación, además de soportar la presión de sus rivales políticos durante seis años, es un tema que solo podrá ser analizado cuando una de ellas dos comience su gestión, viendo así sus resultados y no teorizándolos en escenarios hipotéticos. Después de todo, la política se basa en los hechos y en la democracia no es pecado equivocarse, pese a que algunos piensen que la labor pública siempre debe alcanzar la perfección, siendo éste el primer error en el cual caen los políticos e intelectuales: el ideal de la utopía prometida.

En cierto grado, es necesario plantear una meta ideal, formular un ethos para así trazar futuros objetivos que mejoren nuestra democracia, sin embargo, tener elevadas esas expectativas por lo general lleva al camino de la frustración y decepción. Ésta es la técnica a la que recurren los demagogos para ganarse la aprobación de las mayorías, viniendo inevitablemente el choque contra la realidad, que saca de quicio a esta clase de políticos a la par que fulmina los elevados sueños de aquellos que creyeron en sus palabras.

Así como en la democracia está permitido equivocarse, las mayorías también pueden equivocarse; en una buena cantidad de ocasiones, de una forma tan terrible que lleve a regímenes de terror y caserías de brujas equivalentes al nazismo o las persecuciones estalinistas. Que si la libertad en la democracia es un mal necesario o un mal absoluto, es una discusión fútil.

Si la voluntad de las personas no es manifestada, entonces no estaríamos ante una democracia fuerte y consolidada, sino ante un gobierno predirigido, so pretexto de llevar la democracia a cambio de ceder algunas libertades. Por lo que sí, la libertad es un mal necesario. Causará incertidumbre, las personas se equivocarán y aprobarán medidas que, contrario a lo que desean, reducirán más su calidad de vida, pero es un riesgo que se debe tomar para alcanzar una democracia real, con ciudadanos consientes, o como Robert Dahl lo describió en su momento: participación efectiva.

Esta participación consiste en que los ciudadanos posean un nivel de poder sobre la agenda pública, proponiendo nuevos proyectos o que tengan alguna influencia en el presupuesto; este último ejemplo se ha llevado a cabo en la última década con el llamado Presupuesto Participativo impulsado por el INE (Instituto Nacional Electoral). Y cono ese, podrían enumerarse múltiples ejemplos de proyectos que han impulsado la participación de la ciudadanía en la política, pero considero que el planteamiento inicial ha quedado evidenciado: la democracia mexicana aún necesita fortalecerse y consolidarse.

Por último, quisiera agregar la importancia del proceso de institucionalización, que vino de la mano con el partido hegemónico, pero también con el caudillismo. Esto es muy importante de tratar, debido a que no se puede hablar de democracia sin tener en cuenta todo el contexto posible de México que desembocó en el sistema en el cual vivimos y el cual reproducimos día a día.

Para autores como Sartori, la democracia-liberal, que surgió de la Revolución Francesa y culminó en Estados Unidos con su acta constitucional, demuestra que la democracia Occidental sigue una compleja pero definida línea epistemológica. Sin embargo, habría que responder la siguiente pregunta: ¿Esta democracia es la que representa a México? Sí y no. En efecto, forma parte de nuestra genealogía democrática, en parte por la influencia política estadounidense, pero a diferencia del “american dream”, los mexicanos tomamos un camino que nos diferenció sustancialmente del sistema estadounidense. Estados Unidos nunca sufrió de un partido hegemónico y una nula competitividad entre partidos; tampoco de levantamientos agrarios o de comunidades autóctonas dentro de su propio territorio, con una democracia directa y autogestiva.

La democracia mexicana es plural, esto conlleva el riesgo de constantes fricciones causadas por los mismos ciudadanos que la componen y un plan de desarrollo nacional que logre integrar a todos los sectores posibles. Muy por el contrario, la democracia estadounidense es más homogénea en cuestiones culturales, lingüísticas e incluso económicas.

Un alto nivel de heterogeneidad tiende a causar más conflictos de diversa índole, llevando a la inestabilidad del sistema, pero como compensación, existe la posibilidad de que la democracia que termine consolidándose sea más fuerte y duradera que una cuya homogeneidad la vuelve más vulnerable a los cambios, ya sea externos a su sistema, dígase migraciones; o internos, como una crisis de legitimidad de su gobierno.

Evidentemente, las complicaciones junto con el tiempo que llevaría consolidar una democracia como la mexicana serían mayores, mas es esa la tarea de los actores políticos: buscar el ethos adecuado para una democracia representativa, federativa y constitucional. Aunque me atrevería a decir que en parte las complicaciones de consolidar nuestra democracia se deben al “divorcio” entre políticos y científicos. Para Max Weber, los políticos viven de esta labor, mientras que los científicos viven para ella; aunque agregaría a su tesis que: la cooperación ocasional entre estos dos permitiría la creación de un sistema mucho más sólido. Después de todo, en tiempos de demagogos anti intelectuales, nunca viene mal un poco de teoría a la praxis política.

 

 

 

[1] Fernando de Jesús Aldama Escalera, escritor y politólogo en proceso por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana. Se ha desempeñado como secretario de planeación y organización en Movimiento Civitas Políticas, equipo de Medios de Difusión en Axolotl.IAC, además de publicar un artículo académico en la revista Nota al Pie sobre las implicaciones políticas y sociales de la tragedia de la línea 12 del metro.

 

 

 

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