El grafiti y los murales vs la propaganda política

El derecho de rebelión no lo entienden los tiranos.
Ricardo Flores Magón
Regeneración, 10 de septiembre de 1910.

Por Adrián García[1]

Hace un par de semanas en una de mis clases de Teoría de la Argumentación Jurídica, se abría un pequeño debate respecto al tema del grafiti y los murales en las calles de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Cabe señalar, que San Cristóbal de las Casas es considerado un Pueblo Mágico de México. Por ende, exige determinadas reglas respecto a la fachada de inmuebles para ciertas zonas: debe prevalecer una imagen histórica de la arquitectura.

El debate partía de un caso concreto en un hotel de la cuidad, donde el dueño de éste permitió que el artista lober Alarcón Santanilla pintara en la fachada del inmueble un mural de un jaguar. El problema comienza cuando en 2020 el artista comienza la creación de dicho mural, un ciudadano que conducía su automóvil y pasaba por el hotel fotografió al artista para posteriormente exhibirlo y exigir el retiro de la obra, argumentando que no estaba permitido pintar ahí.

Esto causó que el 08 de enero de 2021 el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) colocara sellos de clausura al mural ya terminado, ¿la justificación? La misma que el ciudadano. Pero claro, fundamentándolo de acuerdo a la Ley federal de Monumentos y su Reglamento, el Reglamento Municipal y el decreto del 04 de diciembre de 1986 donde se encuentran enlistados alrededor de 500 inmuebles en San Cristóbal de las Casas, los cuales son considerados patrimonio histórico de la ciudad.

Tanta fue la exigencia de borrar el jaguar, que pasando tan solo unos días fueron retirados los sellos de clausura y el mural aparecía con rayones de pintura. Olivia Martínez, trabajadora del hotel, compartió que el 18 de enero de 2021 los sellos fueron arrancados por parte del personal del Ayuntamiento y el INAH, para posteriormente pintarlo. Esto ocasionó que la salud del artista se viera afectada por la noticia, llevándolo al punto de darle un preinfarto cerebral.

El Ayuntamiento del municipio hizo caso omiso diciendo que se trataba de un grafiti hecho por personas ajenas a estas instituciones, lo que para muchas personas no resultó cierto, argumentando que aquellos que practican el grafiti y el mural siempre han respetado la expresión de otros artistas, y específicamente de lober Alarcón.

En lo particular, defendía el grafiti y a los murales como parte de una expresión, como parte de la costumbre y la cultura humana, una cultura que no es ni debería  ser considerada como inferior frente a otra. Por lo anterior, exponía la falta de imparcialidad en temas de conservación de la vista histórica de un lugar, ya que, al entrar a San Cristóbal de las Casas, la ciudad está repleta de propaganda política: pinturas, lonas, estampas etc. Así como en muchas otras cuidades de Chiapas y de todo el país. Es acá entonces donde surge la duda, ¿por qué para el Estado existe una gran diferencia entre el grafiti y los murales como expresión artística y una barda pintada haciendo propaganda política?

Primero, tenemos que entender que el impulso del ser humano por manifestar lo que siente, piensa o quiere decir, viene desde tiempos muy remotos. La pintura rupestre es considerada el origen de la pintura de mural, porque en éstas se trataba de expresar figuras religiosas, símbolos o algún trazo significativo para determinada población. Posteriormente, con el paso de los siglos y con la evolución del hombre en la sociedad, el arte mural da comienzo en las cuidades más antiguas: en templos, plazas, viviendas o incluso tumbas. Por su parte, si bien el grafiti surge desde tiempos muy lejanos, el grafiti moderno que la mayoría conocemos nace en los años 70´s en Filadelfia, con la finalidad de expresar el sentido de apropiación o hacer visible alguna inconformidad. Es decir, surge como una forma de rebeldía y manifestación. Lo que luego, y con el paso del tiempo, fue convirtiéndose y tomando otros matices, siendo un medio para la expresión de un sentimiento o un ideal. Pero aún conservando su esencia.

Ambas expresiones desde sus inicios no fueron practicadas por los sectores más privilegiados, sino todo lo contrario, han sido prácticas del sector social más desfavorecido, un sector más marginado por ser personas que no encajan en el modelo estándar impuesto socialmente que favorece a algunos: blancos y ricos. Por ello, no es de extrañar que vivamos en una sociedad donde el arte de la calle se vea por parte de los sectores privilegiados como sinónimo de delincuencia, vandalismo y pobreza. Estereotipo en forma de estigma que, como en el caso del artista lober Alarcón Santanilla, el Estado sigue conservando y reforzando.

En contraste, se tiene registro de que la propaganda política surge en la polis ateniense y en Roma, con el objetivo de difundir la fe e ir combatiendo a los protestantes y calvinistas. Esta práctica fue evolucionando con el paso de los años, manifestándose de forma muy amplia y abrumadora en la Primera Guerra Mundial y en distintos países, como la Unión Soviética; estados fascistas, totalitarios; incluso en la Alemania nazi, siendo estos los maestros de la propaganda como medio para hacer cambiar estados de ánimo y, por consiguiente, someter a determinada sociedad. En pocas palabras, la propaganda política surge en la elite y parte de un fin: hacer que una idea tenga mayor visibilidad o que algún personaje tenga mayor exposición para conseguir un beneficio, regularmente, el voto y el control.  

En Chiapas, es de aborrecer la propaganda que se está llevando a cabo en estos momentos a favor de “Pepe Cruz”. Cientos de rótulos a las orillas de carreteras y en las entradas de distintas cuidades del estado, lonas colocadas sobre puentes peatonales y puestos; botargas de esta persona tratando de “divertir a la gente”, lo que en realidad es tratar de vender su imagen; estampas en puertas de las casas o automóviles (en su mayoría puestas sin el consentimiento de los propietarios); reparto de trastes con volantes en las viviendas; autos pasando por las calles de muchas cuidades con una canción que repite y repite su nombre; ciudadanos con playeras que llevan su nombre repartiendo papeles con la figura de esta persona de la vida pública, muchos de ellos amenazados y obligados para hacer el proselitismo a su favor.

Esto resulta totalmente reprobable, que millones de pesos sean desviados y gastados por servidores públicos estatales en funciones para esta actividad, mientras en Chiapas la inseguridad ha ido creciendo constantemente, mientras el desabasto de medicamentos en hospitales públicos es una problemática desde hace décadas. Esta actividad ejercida y solapada representa un gasto excesivo que atenta contra la dignidad de los chiapanecos, ya que nuestro estado ocupa el primer lugar del país como el estado más pobre, con el 76% de la población en algún sector de la pobreza, ya sea extrema o vulnerable.

El discurso del estado queriendo conservar una ciudad resulta hipócrita ante el acaparamiento de la propaganda política por todos lados, la saturación de rostros de la vida pública. Pero claro, en su mayoría hombres y mujeres de poder. Entonces, la transgresión no recae en un grafiti o en un mural, porque no hay de por medio más que un fin en sí mismo, “el arte por el arte”. En cambio, la propaganda sí es un daño, ya que no solo es un escupitajo a la cara del que más necesita, también sesga y se lucra con la decisión de un pueblo, un pueblo que tiene el derecho a decidir libremente y votar por quien tiene las mejores propuestas y representa sus intereses: intereses comunes. Y no por quien el estado trata de imponer.

Desde sus orígenes, la propaganda ha sido practicada por la élite de un Estado. Y ésta adquiere mayores beneficios respecto a una expresión artística porque la clase privilegiada regularmente forma parte de la administración del mismo y busca seguir conservando el poder y la riqueza, y hallan en esto un medio eficiente. Por el contrario, el arte, en su mayoría, viene de la clase más vulnerable y no es algo rentable para este sistema. En otras palabras, para el estado, el grafiti y los murales no adquieren valor alguno porque su fin no representa sus intereses y no constituye un beneficio para él.

Por ello, la discriminación que se sigue ejerciendo es insostenible, da coraje, es absurdo. Es un atentado contra la libre expresión condenar el arte en una región donde germina en su forma más natural. Igual que es un atentado contra el pueblo empobrecido el derroche de dinero en estas actividades. Pues se privilegia a una por su fin y se reprime a otra por su origen.

La propaganda política no es ni debería ser parte de nuestra cultura y vida cotidiana, no debe estar sujeta a ser normalizada, no es una actividad que esté por encima del arte. Pero el arte y la libre expresión genera un ruido social frente a un Estado acostumbrado a imponer su régimen.

 

 

 

[1] Adrián García (Venustiano Carranza, Chiapas, México. 2003) | Estudiante de la Licenciatura en Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) | Ha publicado en revistas independientes; “minúscula”, edición No.1 “Transgresión” (Ciudad de México, México, 2021) | “Revista Estrépito”, edición No. 4 (Chiapas, México, 2022) | Seleccionado en “Revista Vacía”, No. 0 (Chiapas, México, 2023) |

 

 

 

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