La (nueva) derecha chilena y el huevo de la serpiente

Por Jorge Yáñez Lagos[1]

«El huevo de la serpiente no eclosiona si alguien no lo incuba», señala Rafael Narbona, escritor, profesor de filosofía y crítico literario de origen español. Hace 46 años, el cineasta sueco Ingmar Bergman dirigió la película El huevo de la serpiente, cuya trama se ambienta en los convulsos años 20 de la República de Weimar en Alemania. Específicamente, dicho film se entorna en un ambiente caótico como resultado de una guerra perdida, las luchas políticas, la hiperinflación y la preparación de un golpe de Estado por parte de Adolf Hitler.

Ahora bien, se ha dicho que el fascismo y el nacionalsocialismo accedieron al poder como consecuencia de la crisis económica de 1929. Sin embargo, esto no habría sido posible si sus ideas no hubieran gozado de cierta aceptación antes del cataclismo de Wall Street. A partir de esto, los artículos del periodista sevillano Manuel Chaves Nogales permiten comprender la Alemania nazi y cómo el totalitarismo es una desgracia que se gesta poco a poco (Narbona, 2023).

Así pues, para Rafael Narbona, una dictadura no sólo puede abastecerse de terror, sino que también necesita cierto apoyo popular. Por ello, parafraseando a Chaves Nogales, Narbona señala que la base social del nazismo estaba compuesta por maestros de artes y oficios, quienes se reunían en tabernas para expresar su descontento por la deriva de Alemania después de la Primera Guerra Mundial (Narbona, 2023).

Por otro lado, el sociólogo estadounidense Barrington Moore (2000) plantea en su obra Los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia, que el fascismo se implementó como una revolución capitalista y reaccionaria desde arriba. No obstante, para Barrington Moore (2000), el origen social de los regímenes y movimientos de derechas en Europa y Asia se facilitó mediante una particular coalición fatídica: una elite rural fuerte y una burguesía débil.

En este contexto, “el campesino pasó a ser la figura clave en la ideología de la derecha radical tal y como fue elaborada por los nazis” (Moore, 2000, pág. 363). De este modo, el fascismo se constituyó en una propuesta tentativa de hacer popular y plebeyo los fundamentos conservadores. Por ejemplo, en Italia, el fascismo pretendía «ruralizar» dicha nación. Conjuntamente, la idea de un Estado corporativo se concedió como uno de los recursos para explotar los sentimientos anticapitalistas del campesinado (Moore, 2000). Bajo esta lógica, Barrington Moore (2000) identificó cuatro elementos que suministran la conformación de los sistemas fascistas:

 

  • Puede aparecer en respuesta a las tensiones del industrialismo ascendente, sin necesidad de un fondo social y cultural específico.
  • Puede tener muchas raíces en la vida rural.
  • Aparece, en parte, como reacción a un débil impulso hacia la democracia parlamentaria.
  • Pero, no puede desarrollarse sin industrialismo o sobre un fondo predominantemente agrario.

 

También resulta paradojal para Moore (2000) que el fascismo es inconcebible sin democracia. De ahí que en la descripción que realiza la historiadora Sofía Correa Sutil en su libro Con las riendas del poder. La derecha chilena en el siglo XX, el Partido Agrario Laborista —como resultado de su antimarxismo, su defensa del principio de autoridad y el orden— decanta su apoyo político en el General Carlos Ibáñez del Campo (Herrera, 2014).

En cierto modo, entre otras cosas, el triunfo de Donald Trump en 2016 también reveló una marcada división entre el mundo urbano y el rural, donde el segundo grupo votó mayoritariamente por el candidato republicano. Se dieron muchas explicaciones sociológicas, pero mayoritariamente marcadas por la subestimación de los votantes; ya sea, porque sus habitantes habían sido quienes más padecieron la crisis económica o porque se trataba de personas blancas del Estados Unidos profundo. Sin embargo, el sociólogo Robert Wuthnow en su trabajo América rural confirma que las comunidades de las towns estadounidenses se encontraban atravesadas por el miedo y la rabia. La principal razón: la experiencia objetiva de la desaparición progresiva de sus formas de vida; y, al mismo tiempo, el sentirse bajo amenaza (Araos, 2021).

De manera que, para Josefina Araos (2021), la evidencia levantada por Wuthnow permite concluir que el apoyo a Donald Trump, sin dudas, fue el apoyo de un electorado enojado. No obstante, no fue un apoyo de personas que se hayan dejado dominar por sentimientos irracionales o por su estatus de víctimas de agravios económicos distribuidos desigualmente, más bien, el sentimiento de abandono se constituyó en la principal razón. En paralelo, Araos (2021) añade que además del abandono, se agregan la continuidad de la experiencia de humillación, estigmatización, amargura y resignación —por mencionar sólo algunas— en el largo arco de los sentimientos. Y con todo esto, lo que aparece igualmente es la rabia.

En este caso, para el contexto chileno, Emmanuelle Barozet (2021) identifica mediante un estudio sociológico que las clases medias chilenas no pueden entenderse solamente mirando sus miedos. Lo que define a las clases medias es una combinación en forma de binomio entre rabia y miedo. Ciertamente, el miedo los une con los sectores altos, pero la rabia frente al orden establecido los conecta con los sectores más desposeídos (Barozet, 2021 citada en Titelman, 2023).

Desde esta comprensión, también se puede plantear —como señalara el propio Friedrich Nietzsche— que el resentimiento plebeyo no se agota en sí mismo, pues además se convierte en una fuerza transformadora, un «odio creador de ideales» que origina un «amor nuevo». De modo que, desde 2016 en adelante, en Chile la construcción discursiva de José Antonio Kast ha sido capaz de captar la ansiedad de los distintos segmentos de la población chilena ante una posible amenaza cultural y económica. En efecto, se trata de aquellas capas que se sienten abandonadas, porque todo el discurso público y la ayuda estatal parecen estar actualmente dirigidas a ciertas identidades, mientras que nadie les habla a ellos y ellas (Bellolio, 2022).

De hecho, José Antonio Kast se enorgullece de ser «hombre, blanco, maduro, heterosexual, creyente y patriota», pero nunca dice explícitamente que trabaja por y para esos grupos. En su mismo mensaje, Kast dice aspirar a representar al «ciudadano promedio» que se levanta a las cinco de la mañana para tomar el Transantiago o espera meses por una hora en el consultorio. En este contexto, el populismo de derechas apela a un conjunto de identidades residuales. En Chile, Kast fue a la caza de estas identidades residuales que experimentan ciertas ansiedades, porque resiente que la preocupación pública esté virando hacia temas que considera ajenos. De esto se desprende que, la migración y la delincuencia son buenos ejemplos porque generan cuadros de incertidumbre en un sector importante de la clase trabajadora (Bellolio, 2022).

Asimismo, el nacionalismo tradicionalista de José Antonio Kast encuentra un correlato popular en aquello que los brasileños denominan las tres B: Biblia, Bala y Buey. Vale decir, la combinación generalizada de grupos cristianos o religiosos, con partidarios del armamentismo civil y la «mano dura» contra la delincuencia, sumado a los defensores del campo y sus tradiciones. Para el caso chileno, la trilogía queda mejor del siguiente modo: Te Deum, Parada Militar y Rodeo (Bellolio, 2022).

En este sentido, la derecha chilena efectivamente encarna ciertas ideas y sentimientos. En otras palabras, no es sólo un grupo de interés, por lo cual puede hablarse de una derecha propiamente política. Todo esto significa que nociones como las de orden, esfuerzo, nación y libertad —entre otras— se identifican con el espectro político de la derecha (Herrera, 2014). Sin embargo, a partir de su historia fáctica e intelectual, Hugo Herrera (2014) también logra clasificar cuatro tradiciones en la derecha chilena:

 

  • Una tradición cristiana y liberal moralmente conservadora, pero vinculada en lo económico a nociones como el librecambismo, el capitalismo y últimamente la subsidiariedad negativa.
  • Una tradición social cristiana o cristiana y no-liberal, conservadora moralmente, pero más cercana a las clases pobres y los sindicatos.
  • Una tradición liberal, similar en el campo económico a los cristianos liberales, pero distanciados en sus concepciones morales.
  • Una tradición nacional, que muestra una conciencia más despierta respecto a los límites de las nociones económicas y busca rehabilitar el significado político de las ideas de nación o pueblo, así como un concepto menos mecanicista del Estado.

 

En esta clasificación otorgada por Herrera (2014), la derecha no sólo cuenta con una tradición liberal en la economía, sino que también incluye corrientes nacional-populares y socialcristianas, anti-oligárquicas y más cercanas al mundo popular. En este contexto, se pueden distinguir varias “almas” de la derecha, cuyo derrotero se desencadena con la dispersión producida por la victoria de Pedro Aguirre Cerda en 1938. Por ejemplo, actualmente, la tradición cristiana liberal se expresa en el partido político Unión Demócrata Independiente (UDI) y parte de Renovación Nacional (RN). La tradición laica liberal se realizó en Evópoli y parcialmente en Renovación Nacional. Todos estos partidos políticos de derecha conforman el conglomerado Chile Vamos.

Inicialmente, José Antonio Kast militó y se identificó con los valores de la Unión Demócrata Independiente (UDI), partido político fundado por Jaime Guzmán. No obstante, en 2016, Kast renuncia a la UDI y comienza a reunir firmas para una candidatura independiente a la primera magistratura. Empero, no se trata de cualquier año. Contra todo pronóstico, ese año ganan Donald Trump en Estados Unidos y el Brexit en Reino Unido. Posteriormente, Kast conforma el Partido Republicano y critica frecuentemente a la derecha tradicional por pusilánime y entreguista (Bellolio, 2022).

De cierta forma, en el discurso de Kast y el Partido Republicano se contienen elementos autoritarios, integristas, capitalistas y nacionalistas. Esta configuración ideológica permitiría calificar al Partido Republicano en el espectro político de derecha, derecha dura o extrema derecha, como prefieran algunos (Bellolio, 2022).

En este imaginario, José Antonio Kast también pretende rescatar el legado político de Jaime Guzmán. Pese a esto, en Jaime Guzmán no se encuentran en sus textos doctrinas detalladamente desarrolladas y que se hayan mantenidos incólumes a lo largo del tiempo. En estricto rigor, Jaime Guzmán cambió de posiciones cuantas veces estimó necesario —según las circunstancias históricas— desde el corporativismo, pasando por la democracia liberal, un capitalismo que trataría de dar a la clase trabajadora participación en las utilidades y control en las empresas, hasta el autoritarismo combinado con liberalismo económico (Herrera, 2014).

Sin embargo, probablemente Jaime Guzmán fue el último de los políticos de la derecha que articuló un discurso en relación a su tiempo, a tal punto que aún hoy el suyo es el único relato vigente en su sector (Herrera, 2014). También, se hace necesario recordar que posterior al golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, Jaime Guzmán fue el auténtico arquitecto de la dictadura militar de Augusto Pinochet Ugarte (Cristi, 2000).

En ese entonces, Jaime Guzmán ofrece una solución de circunstancias en la llamada “síntesis” guzmaniana entre la teoría económica de Chicago y el gremialismo (o corporativismo). Para tal efecto, la comprensión política de Jaime Guzmán generó un nuevo ordenamiento constitucional con una adhesión al autoritarismo durante la década de los setenta y ochenta. En palabras simples, el legado de Guzmán insoslayable al contexto de la Guerra Fría, tenía como propósito estratégico dividir a las fuerzas de izquierdas a través del discurso de la subsidiariedad negativa y la democracia protegida (Herrera, 2014).

En ese aspecto, se logra entender que el consejero constitucional electo y militante del Partido Republicano, Luis Silva, se haya referido a la figura de Augusto Pinochet del siguiente modo: «hay un dejo de admiración por el hecho de que creo que fue un estadista, definitivamente fue un hombre que supo conducir el Estado[2]». Por lo tanto, aquí se evidencian los rasgos neopinochetistas en el Partido Republicano de Chile.

Pese a lo señalado, Luis Silva igualmente obtuvo la primera mayoría nacional para acceder al escaño en el Consejo Constitucional. De igual manera, en la última elección para escoger integrantes del Consejo Constitucional, el Partido Republicano liderado por José Antonio Kast obtuvo la primera mayoría a nivel nacional con un 35% de los votos y la derecha tradicional (conglomerado Chile Vamos) un 21%. Claramente, este resultado electoral ha sido el más exitoso para la derecha chilena en su historia, sin dejar de mencionar que también hubo una histórica cifra de votos nulos y blancos que superaron el 20%, es decir, un quinto de la totalidad de votantes de todo el país.

No obstante, más allá de los circunstanciales triunfos electorales de la (nueva) derecha chilena encarnada en el Partido Republicano, por lo demás, resulta innegable que la relación entre la política y las ideas ha sido compleja en la órbita de la derecha. Aún más, el historiador Joaquín Fermandois sugiere que el problema es de larga data. De forma tal que la derecha chilena tiene una particular dificultad al momento de fundamentar con solidez sus planteamientos y así favorecer una mejor articulación entre diagnósticos, discursos e ideas (Alvarado, 2023).

Al fin y al cabo, sin considerar como válidos los votos nulos y blancos en la reciente elección de consejeros constitucionales, el triunfo electoral del Partido Republicano igualmente constata que no toda la sociedad chilena piensa como dicho sector (sólo un 35% votó republicanos). Inclusive, la mayoría de la población chilena no piensa como el Partido Republicano, por lo cual dicha victoria electoral precisamente tiene un alto grado de fragilidad. De hecho, de la última elección se pudo constatar mediante una investigación cuantitativa de opinión pública realizada por el centro de encuestas La Cosa Nostra[3], que de quienes votaron por el Partido Republicano, un 48% de ese electorado correspondió a conservadores nostálgicos del período concertacionista que encontraban un refugio conservador en los últimos 30 años y no en el dictador Augusto Pinochet. Por eso, si eventualmente se observa en el Partido Republicano la tendencia a aferrarse a ciertas ideas, a ciertos modelos teóricos, en lugar de buscar comprender y orientar políticamente la sociedad real, la (nueva) derecha chilena —otra vez— tendrá demasiados problemas para captar y empujar reformas inspiradas en sus propios ideales.

En su momento, José Antonio Kast prometía rescatar el ideario original de Jaime Guzmán, encarnándolo de manera integrista (Bellolio, 2022). Empero, en la actualidad, esta visión política se caracteriza por una falencia comprensiva que impide entender lo que ocurre realmente en la sociedad chilena. “La incapacidad comprensiva de parte importante de las élites en la derecha […] es relevante en el momento en el que actualmente nos encontramos” (Herrera, 2019, pág. 72). De ahí que, la “perplejidad paralizante” en la (nueva) derecha chilena (Mansuy, 2020) plantea más incógnitas que certezas, así como cuando Manuel Chaves Nogales constató la mediocridad, grosería y ridiculez de los líderes nazis a quienes entrevistó personalmente (Narbona, 2023).

 

 

 

Bibliografía.

 

Alvarado, C. (2023). ¿Un quiebre endémico? Política e ideas en la derecha postransición. Punto y Coma, no. 7, 2022, págs. 35-41. Instituto de Estudios de la Sociedad, IES. Santiago de Chile.

Araos, J. (2021). El pueblo olvidado. Una crítica a la comprensión del populismo. Institutos de Estudios de la Sociedad, IES. Santiago de Chile.

Bellolio, C. (2022). El momento populista chileno. Penguin Random House Grupo Editorial, S.A. Providencia, Santiago de Chile

Cristi, R. (2000). El pensamiento político de Jaime Guzmán. Autoridad y libertad. Ediciones LOM, Santiago de Chile.

Herrera, H. (2014). La derecha en la Crisis del Bicentenario. Ediciones Universidad Diego Portales. Santiago—Chile.

Herrera, H. (2019). Octubre en Chile. Santiago: Editorial Katankura.

Mansuy, D. (2020). Nos fuimos quedando en silencio. La agonía del Chile de la transición. Institutos de Estudios de la Sociedad, IES. Santiago de Chile.

Moore, B. (2000). Los orígenes sociales de la dictadura y la democracia: el señor y el campesino en la formación del mundo moderno. Barcelona. Ediciones Península.

Narbona, R. (2023). Chaves Nogales y el huevo de la serpiente. Recuperado de   https://www.elespanol.com/el-cultural/blogs/entreclasicos/20230530/chaves-nogales-huevo-serpiente/767543246_12.html

Titelman, N. (2023). La nueva izquierda chilena. De las marchas estudiantiles a La Moneda. Providencia, Santiago de Chile. Ariel.

 

 

 

[1] Sociólogo de la Universidad de Playa Ancha (UPLA) de Valparaíso, Chile. Diplomado en Desarrollo, Pobreza y Territorio de Universidad Alberto Hurtado. Especialización en Análisis de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL). Cuenta con experiencia en el ámbito de las políticas públicas, relacionadas a la superación de la pobreza y la prevención al consumo de alcohol y otras drogas. También, posee experiencia laboral a nivel de consultoría en Colombia.

[2] Disponible en el minuto 57:40 en: https://www.youtube.com/watch?v=iYN1N9BHRR8

[3] Disponible en: https://interferencia.cl/articulos/republicanos-concertacionistas-y-otras-dos-conclusiones-contraintuitivas-de-la-ultima

 

 

 

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