Amusement Park – ¡Díganle al abuelito por qué!

Por Sergio E. Cerecedo

Conforme pasan los años me siguen causando una gran sorpresa y extrañeza al mismo tiempo algunos hechos referentes al financiamiento cinematográfico cuando se trata de entidades religiosas que deciden entrarle con dinero a alguna producción, sobre todo porque nos esperamos que pongan sus inversiones en propaganda descaradamente clerical y evangelizante, pero en general acaban financiando productos extraños de serie B que se convierten en objetos de culto, sobre todo el caso muy sonado de “Plan 9 del espacio exterior” (Ed Wood, 1959) una rareza con vampiros, marcianos y demás que fue financiada (Quien sabe cómo) por la iglesia bautista de Beverly Hills y considerada por gran parte de la crítica como la peor de la historia.

En Amusement Park hay algo de eso, pues de una manera extrañísima fue concebida por una iglesia protestante como una película con un mensaje altruista, un llamado al cuidado de los ancianos, que en los 70´s empezaban a ser mayoría en todo el mundo y que es traída a colación por su rescate/inclusión en varios festivales de cine y también traída con el plus de ser la película perdida de George A. Romero, el gran autor de terror y gore cómico encargado de clásicos como “La noche de los muertos vivientes” donde jugaba con la crítica social al racismo y el terror nuclear, línea temática que continuó inclusive en los 2000, donde en “Diary of the dead” los protagonistas subían videos de los zombies a YouTube ante la postura de las autoridades de tapar el problema.

he Amusement Park (1975), George A. Romero

Ya analizando el tema y mensaje parece lógico que dicha iglesia quisiera hacer una película así, pero traer a un director con esas credenciales es lo que no parece tanto. Y es que después del visionado de la película no se puede creer que algo tan poco adoctrinante y que más bien intenta llegar a ese mensaje (o tal vez no del todo) por un camino más expresivo y menos reiterativo que logra crear una auténtica sensación perturbadora desde adentro de la percepción de los ancianos y manteniendo el grotesquismo en las situaciones incómodas o espeluznante sustituyendo la sangre por otras maneras de hacer sentir repulsión e ira haya tenido tal financiamiento.

La película abre con una perturbadora imagen con un anciano acabado, herido y pálido como si de una versión atormentada del coronel Sanders de Kentucky Fried Chicken se tratara, en una habitación blanca entre un silencio extraño, diciéndole a un clon sano de sí mismo que no salga al exterior. Cuando decide salir, lo veremos entrar en un parque de diversiones aparentemente idílico, donde, para empezar, desde la compra de boletos se puede intuir que le están jugando chueco. Luego vamos de un juego de carros chocones donde a una pareja de ancianos se les culpa y extorsiona con un accidente de tráfico, hasta pasar por un aparente spa donde el trato es inhumano y en todo momento se siente la intención de minimizar las emociones y padecimientos de la gente de la tercera edad.

Aunque el filme aparentemente no tiene la intención de ser simbólico, nos va dando pautas con las cuales es imposible tomar los hechos que se ven como literales. Porque su grado de abstracción es impresionante aun cuando muestra hechos que parecen literales, tanto que si uno intenta solo decir de qué se trata la película describiendo las acciones de los personajes, está pecando de simple, está queriendo ir lineal por donde hay una montaña rusa de emociones y circunstancias sociales. Por esa clase de cosas es que el cine de Romero, el más logrado, es imperecedero pese a sus carencias técnicas y de presupuesto, porque en los hechos cotidianos violentos y de ignominia también hay cosas que dan terror.

Inclusive, pareciera que ese parque de diversiones está dividido por estratos de edad que rayan en la misma estructura que sucede con las clases sociales, privilegiando a la mediana edad, mientras los niños son vistos como una especie en su propio mundo que también es intocable, pero más como un adorno de lujo. Los recursos técnicos que usa son muy artesanales en el sentido de no tener grandes innovaciones sino jugar con lo tosco que pueden ser las elipsis a corte directo, pautadas también por la música, una especie de surf rock desconcertante que se funde con el ambiente de la gente enardecida en un día de calor.

Por supuesto que la parte técnica en varios momentos le juega en contra, tiene una fotografía con una sobreexposición terrible de la imagen y un uso del color en el que de una secuencia cálida se pasa a otra donde la gradación es fría, dando a notar un trabajo cuasi nulo de iluminación. Pero la manera de llevar la trama y las sensaciones que lo audiovisual transmite nos recuerdan que eso no es prioridad cuando se trata de un montaje crudo, el estilo de la serie B es patente y nos sabe a algo cercano.

La película tiene el mérito de, con actuaciones no profesionales y un manejo de los tópicos y el tono tan privilegiado que parece accidental, tocar el tema de la discriminación de una manera tan contundente. De cheo, las acciones hacen parecer normal tratar a la gente así, una indiferencia insoportable hacia las personas de la tercera edad. La secuencia del anciano en el restaurante con una comicidad digna del cine mudo, pero con un humor muy negro, igual que en otros momentos, siembra desesperación; Romero y su equipo logran a profundidad un retrato expresionista y macabro de cómo la sociedad utilitarista vuelve unos muertos vivientes a sus integrantes más veteranos.

Las películas gore —las que se decantan por estar más cerca del terror que de la comedia— usan como su principal recurso volverse extremas en violencia y sangre, aquí la extremización del maltrato y la tortura psicológica, así como la minimización de momentos felices para quienes tienen una condición vulnerable son lo que prepondera, y de situación en situación convierte la elegancia y alegría del personaje principal en un completo patetismo en un mundo en el que no tiene lugar.

Decir que Amusement Park está hecha con las patas puede ser muy sencillo, pero también es muy reduccionista pues sería ceñir la técnica cinematográfica al uso de tecnología de punta cuando en el fondo se trata de contar historias, transmitir sensaciones y transportarnos a otra realidad estética. Creo que es de las películas más raras en su manera de transmitir un presunto mensaje de valores humanos, sobre todo porque no era la entera intención del autor, y cuya rareza y postura ideológica le permite crecer más allá de la propaganda religiosa o ruidista de alguna ideología dogmática. Gracias a los estudiosos y técnicos ahora podemos tener el rescate de esta película e incorporarla como una de las obras cumbre del director padre del género zombie.

 

 

 

Publicado originalmente en Revista Cinefagia México, 15 de febrero 2022

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