Sobre villanas III: ¿Hay conflicto sin violencia?

Por Paola Cortés Santos

El trabajo del sistema patriarcal ha ido más allá de los roles de género, pues además de servir para la opresión en el mundo real hacia las mujeres, ha logrado ridiculizar esta misma opresión para servir de entretenimiento a través de los medios de comunicación, pues en las problemáticas o conflictos de los productos audiovisuales (en especial en los melodramas “románticos”) se moldea la imagen de que aquellos problemas que el sistema mismo causa son algo exagerado y, sobre todo, falso: algo que puede superarse por voluntad propia de la mujer. 

El conflicto, de acuerdo con Carme Font (2009), tiene su origen en la dramaturgia y se trata de una fricción que sugiere un enfrentamiento ya sea de personaje vs. sí mismx, vs. sociedad y vs. naturaleza o destino. Un elemento clave dentro de cualquier historia para aumentar el interés:

El conflicto es el motor que hace avanzar la trama, el argumento de toda obra, y la presentación del conflicto conforma la estructura dramática de ese mismo texto. Un conflicto cuyo desenlace nunca se ponga en duda, o se anticipe desde el inicio, puede ser interesante en muchos sentidos, pero no sería un conflicto dramático propiamente dicho. En un conflicto dramático una de las fuerzas enfrentadas debe triunfar o al menos destacar sobre las demás en algún momento del desarrollo de la obra. (Font, 2009, pp. 13 y 14).

La autora define además cómo, en especial para las historias románticas, la solución a los conflictos generalmente (aunque no siempre) conduce a un final “feliz” por deseo propio de lxs escritorxs quienes deben trabajar para justificar el desenlace que otorgan (si es feliz, que sea creíble y si no lo es, entonces la historia debe demostrar el porqué de esa conclusión).

Los melodramas como género televisivo constituyen un tipo de historia “romántica” específica cuyo éxito depende, según recalcaron Díaz, Mantecón y Vázquez (1995), de que siga reglas como el típico triángulo amoroso, una protagonista con historia de Cenicienta, el suspenso y la utilización de actrices y actores consagrados además de contar una historia a través de la cual el público pueda “reconocerse” viendo reflejadas situaciones con cierto parecido a las que viven día con día:

(…) pareciera que para que una comedia «pegue» lo más importante es que logre la identificación del auditorio con su trama. Para alcanzar tal objetivo apelan a una memoria compartida, que permite no sólo que la propuesta sea descifrable, sino también que aliente el reconocimiento. Como ha señalado Jorge González, la primacía de lo afectivo melodramatizado (amores, celos, abandonos, traiciones, odios) permite a la telenovela recrear formas de interacción y de significación de lo cotidiano ya conocidas por los espectadores. A través de ellas se recrean situaciones similares vividas, con frecuencia en el plano de la vida personal e íntima, como el despertar de la sexualidad, del divorcio de los padres, la infidelidad, etc. (Díaz, Mantecón & Vázquez, 1995, p. 179).

Entonces, siguiendo los principios mencionados por lxs autorxs, una telenovela tiene éxito cuando los conflictos desarrollados son resueltos en pro de obtener un final feliz; sin embargo, estas fricciones en la historia y las respuestas de lxs personajxs a ellas raramente tienen otra connotación que no implique violentar en específico a las mujeres, problemáticas que en muchas ocasiones realmente no encuentran una solución específica, pues después de algunos capítulos simplemente se “resuelven” de una manera que poco podría relacionarse con la realidad.

“La peor enemiga de una mujer es otra mujer”

La misoginia es un recurso obligado para cualquier villanx en las telenovelas al ver cómo concentran el odio que practican dependiendo el personaje que van a acosar: si es a la protagonista femenina y de igual forma es una mujer la villana, entonces el odio de esta última se va a ocasionar ya sea por la belleza de la primera, su condición socioeconómica, su relación romántica con el protagonista o por ser simplemente alguien distinta de los estándares que la villana sostiene, es decir, la villana va a odiar a la protagonista simplemente por ser mujer.

No vemos casi nunca, o mejor dicho nunca, antagonismos por negocios entre mujeres (trató de explorarse este tipo de conflicto en la telenovela de TV Azteca Tengo todo excepto a ti en 2008 siendo desechado finalmente para descubrirse que la rivalidad de las protagonistas era a causa de un hombre) u otro tipo de conflictos que no estén relacionados con los hombres en telenovelas protagonizadas por mujeres (a diferencia, por ejemplo, de historias de hombres donde puede haber conflictos políticos, guerras, negocios, etc.) El punto es que las mujeres sufran lo más posible y que en su mayoría, sean otras mujeres las causantes de su dolor y los hombres, sus aliados, los salvadores.

En cambio, los villanos hombres difieren en razones según quién es su objetivo: si van contra la protagonista, entonces su odio surge del rechazo por parte de ella a mantener ya sea una relación romántica o sexual con él, pero en cambio no rechaza al protagonista, eso dispara sus deseos de venganza; ahora, si su objetivo es ser contraparte del hombre protagonista, su odio surge de una rivalidad en los negocios o por dinero.

En los antagónicos por amor, raramente puede verse que los villanos dirijan esfuerzos similares a los que realizan las villanas para acabar con sus rivales hombres; ellos generalmente se enfocan en hacer que los protagonistas pierdan estabilidad económica. Nunca relacionan el odio que sienten hacia el protagonista solo por ser hombre; porque ese hombre sea un cualquiera, porque ese hombre sea un ofrecido: lo más a lo que llegan es a decir que se está “aprovechando” de la protagonista y vinculan sus villanías con esfuerzos por “salvarla”; cosa muy distinta de los actos de las villanas quienes sí proliferan un odio a la protagonista por ser mujer y ya si acaso contra el hombre por rechazarlas, pero en este aspecto es más leve debido a que finalmente, ellas quieren que él se quede con ellas.

En las telenovelas cuyas protagonistas son mujeres sin conflictos con otrxs personajxs sino contra la sociedad, por ejemplo, las mujeres se debaten generalmente contra conductas o creencias machistas para al final lograr sobreponerse a estas problemáticas y aunque el punto de los productos televisivos sea “reflejar” que estos conflictos también se dan en la vida real y cómo pueden enfrentarse, no debemos caer en la confusión: no es que quieran dar un mensaje positivo sobre la lucha feminista, simplemente buscan decir que los conflictos como la discriminación, el racismo, el machismo, son problemas cuya solución es individual, es decir, depende de cada quien solucionarlos (o ignorarlos hasta encontrar el final feliz) en lugar de sugerir que se trata de un tipo de violencia estructural donde las acciones individuales realmente no surten el efecto mencionado en la ficción.

 

¿Una mujer trabajando? Mejor irme a la bancarrota

Paola Bracho (Gabriela Spanic) se encuentra de viaje en la playa con uno de sus numerosos amantes, disfrutando la vida mientras su esposo e hijxs se quedaron en casa. Paulina Martínez (Gabriela Spanic) es muy parecida físicamente a Paola pero en cambio es buena, abnegada, trabajadora, honrada, incapaz de hacer daño a nadie. Ambas se encuentran en el mismo hotel. Al ver el parecido físico, Paola decide que sería muy buena idea mandar a Paulina en su lugar con su esposo e hijxs para que la supla mientras ella se va a Europa con su amante ¿Qué podría salir mal?

La usurpadora (1998) fue una telenovela de gran éxito, tanto, que hace poco decidieron revivirla tanto en serie como en película, cambiando algunos detalles pero manteniendo la esencia y el mensaje original. La historia que se presenta es sobre cómo una “mala mujer” (léase una mujer que goza de la libertad para satisfacer sus deseos) es suplantada por una “buena mujer” (alguien que cumple con las responsabilidades de la mujer: cuidar a hijxs, familia y satisfacer al hombre) logrando que toda la familia de la mala se enamore de la buena y por consiguiente desprecien a la anterior. La Paola Bracho que se nos muestra es una mujer que, cansada de estar atada a la vida familiar tradicional, decide buscar otras formas de divertirse, una… ¿villana total?. La pareja protagónica de Paulina y Carlos Daniel Bracho (Fernando Colunga) siguen una historia en la que él empieza creyendo que Paulina es su esposa pero al final descubre que no es así y que en realidad la prefiere por sobre Paola. Porque claro, las mujeres somos intercambiables.

La trama originalmente planeada para que el público observara era una historia de amor con conflictos causados por las mentiras y la villana de Paola (quien al final, como es de esperarse, recibe su merecido), una historia donde el amor romántico triunfe sobre el mal, sin embargo, fue otro personaje –uno “invisible”– quien termina por revelarse como el principal autor de las villanías no solo de lxs villanxs oficiales, sino de los protagonistas también: el machismo .

Una vez que Paulina suplantando a Paola llega a la casa Bracho e intenta mejorar las cosas en la familia, se le ocurre hacer algo que sorprende a los personajes masculinos: “Paola” quiere trabajar. La fábrica de la que son dueños los hermanos Bracho: Carlos Daniel y Rodrigo (Marcelo Buquet) está al borde de la quiebra, “Paola” quiere ayudarles y se encuentra con que ambos están ofendidísimos porque una mujer se meta en los asuntos de la empresa. Carlos Daniel incluso le dice a “Paola” que mejor se vaya de viaje como antes y lo deje lidiar con sus asuntos (lo cual, por cierto, hace muy mal y no es de sorprender que la fábrica esté en esas condiciones) mientras Rodrigo de plano dice que prefiere que la empresa se vaya a la quiebra antes que permitir que una mujer trabaje en ella.

El machismo se presenta de una manera tan natural que llega a normalizarse, a entenderse por qué los personajes masculinos dicen eso para ponerle fricciones a la protagonista y demostrar la bondad de ella; sin embargo, aunque al final consigue convencerlos para dejarla trabajar, no hay un cambio real en las actitudes de ellos o un compromiso por cuestionar su machismo en otras áreas, no solo en la laboral.

La telenovela en sí muestra un machismo cotidiano: Paulina tiene el rol de cuidadora de toda la familia, se convierte en su responsabilidad salvaguardar el bienestar físico, emocional y económico de lxs hijxs de Paola, la abuela, lxs hermanxs, el protagonista masculino y hasta lxs trabajadorxs de la fábrica. Los conflictos que se encuentra para cumplir esta misión imposible de super mujer no son ni siquiera marcados como conflictos en su mayoría (lxs personajxs que incurren en estos actos no son catalogadxs como villnxs, son personajxs principales), sino como renuencia por parte de lxs personajxs para cumplir su misión de cuidadora, un machismo utilitario. De acuerdo con Lula Gómez (2015) los actos de machismo utilitario “afectan principalmente al ámbito doméstico y a los cuidados hacia otras personas abusando de las supuestas capacidades femeninas de servicio y la naturalización de su trabajo como cuidadora” (Gómez, 2015, p. 28) enmascarando el verdadero mensaje de la telenovela: una “buena” mujer, es la que se olvida de sí misma para cuidar y hasta maternar a otrxs adultxs. La recompensa es en este caso, obtener el amor del protagonista.

 

Pueblo más villano que lxs villanxs

Mismo ejemplo para la telenovela El manantial (2001) donde lxs villanxs buscan, a través de la misoginia, derrotar a la protagonista Alfonsina Valdés (Adela Noriega), quien sufre de constantes humillaciones y castigos debido a los chismes esparcidos de que ella es una “cualquiera” y una “prostituta” como su madre Francisca Rivero (Azela Robinson). Estos malos tratos son minimizados deliberadamente por el protagonista masculino Alejandro Ramírez (Mauricio Islas) a pesar de que diversos personajes a lo largo de la historia le advierten que de querer continuar cortejando a Alfonsina, va a ser ella quien pague las consecuencias al ser acosada por el pueblo entero quienes la van a tratar de “ofrecida”; esto Alejandro lo pasa por alto porque finalmente sabe que, de haber consecuencias, estas no le van a afectar a él al no ser el objetivo por ser hombre.

En esta historia el odio a las mujeres es descarado al concentrar todos los esfuerzos de lxs villanxs tanto hombres como mujeres en lapidar a la protagonista mientras el resto de personajes, que se supone son aliadxs de la heroína, se quedan solo mirando sin inmiscuirse convirtiéndolxs en cómplices silenciosxs de la violencia ejercida, una forma de demostrar que lxs personajxs a pesar de reconocer que no está bien lo que otrxs personajxs le hacen a la protagonista, se niegan a levantar la voz, salvo en lo privado y no en todas las situaciones, normalizando una cultura violenta que se niega a reconocerse, como lo menciona Elvira Hernández (2016): “La violencia está latente en la sociedad porque existe esa cultura. Hacemos al silencio cómplice del maltrato porque aún nos resistimos a aceptar la existencia del problema” (citada por De la Cruz, 2016, párrafo 4).

La misoginia y el machismo ejercido por todxs lxs personajes hacen difícil descubrir quién es villanx porque en mayor o menor medida, todxs tienen actitudes violentas y misóginas, robando el antagonismo a lxs personajes que se pensaba eran los principales obstáculos en la historia, aunque bien, estos dos elementos tampoco excluyen a lxs villanxs pues finalmente estxs son dignos representantes de lxs mismxs. Mención aparte merece el tratamiento del aborto dentro de esta telenovela.

La misoginia es el estandarte de las villanas; sin embargo, no por eso logran salvarse de convertirse en víctimas del mismo sistema que proliferan, pues están modeladas exclusivamente para ser las destinatarias del odio del público y sobre todo, ayudar a desviar la atención de ciertos comportamientos cuestionables que los protagonistas masculinos realizan a lo largo de la historia, logrando así que pasen desapercibidos o si es que se recuerdan, sean olvidados para el final de la historia.

La fórmula de las telenovelas es la representación del bien vs. mal llevando a la protagonista de la historia capítulo a capítulo a tratar de defenderse (o defenderla) de las fuerzas misóginas de lxs villanxs, como una muestra del empoderamiento femenino, sin embargo, como menciona Andi Zeisler (2008): ¿no sería más empoderador o feminista dejar de hacer productos audiovisuales en los cuales se aterrorice a las mujeres?

 

 

 

Bibliografía.

Aguilar Díaz, M., Rosas Mantecón, A., Vázquez Mantecón, V. (1995) Telenovelas: la ficción  que se llama realidad Política y Cultura, 04, 173-185 Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco Distrito Federal, México  http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=26700412

De la Cruz, F. (2016). Violencia contra la mujer, latente en nuestra sociedad. UNAM Global. https://unamglobal.unam.mx/global_revista/violencia-contra-la-mujer-latente-en-nuestra-sociedad/

Gómez, L. (2014). Micromachismos, un machismo silencioso y sutil. Tinta Libre, 20, 28-30. http://www.webquestcreator2.com/majwq/files/files_user/24050/Micromachismos.pdf

Páramo Ricoy, T. (2001). Globalización, televisión y telenovelas: la experiencia mexicana. Polis México, 01, 193-222. https://polismexico.izt.uam.mx/index.php/rp/article/view/453

Zeisler, A. (2008). Feminism and pop culture. Basic Books.

Font, C. (2009). Cómo diseñar el conflicto narrativo. Barcelona, Alba Editorial.

 

 

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