El estridentismo 100 años después: Andamios interiores, Manuel Maples Arce

Por Antonio Rubio Reyes[1]

—Viva el Mole de Guajolote.
Segundo Manifiesto Estridentista.

 

1. Las hojas volantes aparecieron a lo largo de la ciudad histriónica: en los muros, en las esquinas, en las calles. El año era 1922. La ciudad de México todavía presentaba la violencia de su recientemente finalizada revolución: el humo de los balazos aún se combinaba con el creciente rugido de los tranvías. Era un tiempo en el que la literatura mexicana todavía buscaba su identidad en el trauma. El joven de 22 años rezaba la búsqueda de la actualidad por medio de lo estridente: rechazaba esos poemas que vanagloriaban el pasado, anhelantes de héroes y patriotismo. El año era 1922: el barco de papel de Leopold Bloom naufragaba por el Río Liffey, entre gaviotas y pan; la sombra de Nosferatu revitalizaba en el celuloide los terrores de los románticos. Pisoteadas por cientos de hombres y mujeres que recorrían la urbe, algunas hojas se paseaban cinemáticamente por un plano oblicuo: el jardín eléctrico que este joven imaginaba en las telegrafías de la arquitectura moderna. Ese joven se llamaba Manuel Maples Arce. La ciudad era su principal musa. El año era 1922.

 

2. Andamios interiores. Poemas radiográficos es el segundo poemario de Manuel Maples Arce. Publicado por la editorial Cultura, la crítica considera esta colección de poemas como la principal y primera obra estridentista. Su publicación no pasó desapercibida. Un joven Borges, aún en su delirio ultraísta, en sus primeras Inquisiciones (1925) escribió una reseña muy entusiasmada sobre el poemario de Maples Arce: “Por su raudal de imágenes, por las muchas maestrías de su hechura, por el compás de sus versos que sacuden zangoloteos de encabritada guitarra, Andamios interiores resaltará como vivísima muestra del nuevo modo de escribir”. Para Borges, gracias a su “gramática en fuga”, estos poemas representaban el futuro de la poesía. Aunque la mirada poética de Maples Arce más bien se recluía en el pasado para hablar de las maravillas del presente.

Inspirado por el Futurismo italiano, ante todo, Maples Arce expone en esta propuesta un rechazo directo con la tradición patriotera que dominaba el panorama artístico en el México de la década del 20; una tradición impulsada por las políticas educativas que buscaban unificar al país después de la revolución y que vendían la idea de la cultura como un arte que rescataba los supuestos valores revolucionarios en los héroes de la patria. De ahí que los estridentistas recurrieran al espacio público para difundir sus manifiestos y rechazar en ellos directamente a la “ranciolatría ideológica” de los valores fundacionales de esta literatura y arte mexicano. En un principio, el estridentismo se presentó como un arte nuevo y joven que entablaba un diálogo crítico con irreverencia y humor. Como reza el Segundo Manifiesto Estridentista, publicado un año después de Andamios interiores: ¡Viva el Mole de Guajolote!

¿Y era una poesía nueva? Para el crítico Enrique Díez-Canedo, el estridentismo “fue el nombre mexicano de una tendencia universal”. Y ciertamente en México representaba un quiebre con los intereses demagógicos del estado postrevolucionario, aunque los experimentos de Tablada publicados algunos años antes (como Li-Po y otros poemas, 1920) ya desarrollaban, desde el caligrama, una mirada igualmente propositiva. Sin embargo, desde mi punto de vista, el compromiso de Maples Arce con la musa de la modernidad es atractivo y aún vigente. Desde el título, el poeta estridente propone una poética urbana. “La ciudad insurrecta de anuncios luminosos”, en efecto, es su principal inspiración. Al hablar de esta “ciudad algebraica”, el poeta se instala como un flâneur romántico que observa, con una mirada meticulosa, el levantamiento de una urbe flotante donde “por la calle planchada se desangra un eléctrico”.

Para el poeta, la descripción de su ciudad debe estar dotada de un “movimiento cinemático”. Naturalmente algo nuevo merece un lenguaje poético novedoso, si bien la voz lírica no intenta romper con la tradición métrica. Maples Arce aprovecha la métrica del modernismo, así como la rima asonante y el ritmo endecasílabo para dotarle de un lenguaje original a sus temas. También podemos hablar de un lenguaje romántico y simbolista, ante todo en la reunión de los conceptos generales del libro: luna, estrellas, jardín, lluvia, amor, hastío. Este lenguaje, con frecuencia, se combina con un interés por el habla popular: “Y 200 estrellas de vicio a flor de noche / escupen pendejadas y besos de papel”. En el primer poema se subraya, no obstante, un profundo interés por los adjetivos, especialmente aquellos que se relacionan al color amarillo: “El silencio amarillo suena sobre mis ojos” (“Prisma”). Para el poeta, todo lo amarillo está vinculado con “la locura de las manos de Edison”, como las constantes menciones a “flores eléctricas” y estrellas que naufragan “en el agua del silencio”.

Los elementos naturales, con cierta pasión y pulso poético, se conjugan con los elementos de la metrópolis. Esa fascinación del poeta por la homogeneidad moderna y el clásico locus amoenus desemboca en esa “primavera que se va en motocicleta”. De acuerdo con una entrevista con Febronio Ortega, para Maples Arce una moto es el aparato más estridentista que existe. En esencia ruidosa, como un dragón con motor, no existe otro vehículo que permita esa velocidad y libertad: “Mi entusiasmo por lo mecánico me ha llevado a adquirir este aparato, el más estridentista que existe. Porque vivo la intensidad de la vida actual, dinámica, eléctrica, y no me encierro en un intelectualismo absoluto, como nuestros literatoides”. Los académicos no usan motocicletas porque se ensucian sus corbatas.

 

3. Imagino el nacimiento de Manuel Maples Arce. Primero de mayo. Año 2000. Es el principio del milenio. Las computadoras no se han rebelado. Los relojes siguen marcando su pulso eléctrico. Imagino a Maples Arce. 22 de enero. Año 2022. El poeta debraya en un claro anuncio cinemático. Recorre ciudades por Google Street View: Roma, París, Nueva York, Ciudad de México. Las arquitecturas radiantes al alcance de un clic. Y el poeta escribe. Amarillo. Amarillo. El fantasma de la sobremodernidad eléctrica le dicta su sintaxidio. Afuera, su Guzzi le espera con paciencia, dragón dormido. Y en internet, el poeta Manuel Maples Arce difunde sus manifiestos que reciben una cantidad destacable de visitas y likes.

 

 

 

 

[1] Antonio Rubio Reyes (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1994). Maestro en Estudios Literarios por la UACJ. Publicó Blu (Anverso, 2019), La santa patrona del tex-mex (Crisálida, 2021), Los funerales del agua (Fósforo, 2021) y El árbol derribado (Buenos Aires Poetry, 2022). Junto con Amalia Rodríguez y Urani Montiel recibió el premio de crítica literaria Guillermo Rousset Banda por Cartografía literaria de Ciudad Juárez (Eón, 2019).

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