Por Francisco Sagredo[1]
En el origen, mezclado e irreconocible, el ritmo, ese que posee la cualidad de gobernarnos, y la poesía, esa que según los antiguos atraía a los dioses, eran parte de la magia, del encantamiento. La palabra, aún demasiado emparentada al aullido, se servía de la intuición y, por lo tanto, le traducía en sus propias formas, las cuales ameritarían un estudio empírico de su génesis para ser comprendidas. Antes de que nos hiciéramos conscientes del escenario que habitamos, antes de que el teatro interrumpiera al rito, antes de que la introducción nos diera pistas de entendimiento, existían estímulos o hechos clave que permitían una asociación de entendimiento contraria a diferenciar una dicotomía entre actor y espectador, explicada la obra en sí misma y por sí misma, ya que los sujetos implicados constituían la naturaleza y no eran sujetos observadores. Consideremos que en un momento de la historia griega el denominado “Ditirambo”, rito primaveral al dios Dionisio, se constituía de una fuerte sensación de unidad, de suspensión temporal de la individuación, misma exaltación del festejo, la danza, la guerra y la música. No será casualidad que todas las artes nombradas sean usadas como estandarte o guirnalda para impedir la disociación de los grupos, al ser estímulos activadores de elementos del instinto humano. La mirada de los guerreros y su dirección en un ejército se centra en un mismo punto ante los golpes del tambor. A veces, en el festejo, esclavo y amo pasan a sentirse parte de una misma clase, los alegres. Tras los cantos de un mismo himno las regiones acrecientan su sentimiento unitario, tal cual los mismos versos de un mismo poeta les encadenan. El pie que retumba en el corazón de la tierra en una coreografía sagrada, reúne los corazones a un mismo ritmo.
En medida que el rito se hizo teatro, entendido como mera representación, arrancada la carne del rito, quedó como mero perfil, pero persistió la danza de seres disfrazados de animales que aunque debilitada su fuerza tras la competencia de los artistas del silogismo ególatra, dichos instintos no constituyeron jamás residuos arcaicos, sino elementos latentes. Ni la enciclopedia, ni la diosa razón, ni la espada consiguieron que el aullido lejano de la manada dejara de girar los pies torneados del instinto, pero la fuerza del lucro, al ser la mayor motivación actual del artista, tiende a dejar al sí mismo en casa para habitar lo público, generando mera imitación arbitraria de conceptos, sin plantear elementos que busquen desentrañar lo cotidiano, superponiendo el torbellino del ego a toda manifestación honesta.
Muchos pueblos han sido despojados de sus tradiciones ancestrales por fines económicos, generando, así, masas nihilistas o espíritus ególatras que ven sobrevivir la cultura antigua en la mera superstición. Muchas veces, la fuente de la cual derivan los valores de una cultura se constituye de elementos que ameritan de los efectos auxiliares del arte y el simbolismo para integrarse en la mente humana, ya que no basta o no pueden ser explicados. El artista, enfrentado al debilitamiento de su cultura al estancamiento del lenguaje, tras el aullido de instintos desatendidos, se ve obligado a rebelarse al orden hegemónico, pero generalmente las fuerzas políticas suelen imponerse contra toda manifestación libre que camine al borde de lo establecido como correcto. Recordemos cómo, tras un orden patriarcal, el Bacanal o Ditirambo, asociado a la mujer en relación al Dios Dionisio, fue censurado, prohibido, hasta mutar en la tradición del teatro y la tragedia griega donde incluso se marginó a la mujer de ejercer el papel de actor. El antiguo rito asilvestrado, carente de introducciones, ahora era previamente inteligido tras el canto lírico de un corifeo y el coro de enmascarados confrontado por un agonista, un eje central que pierde de vista la circunferencia que le rodea; el suelo del rito pasó a ser “el lugar desde el que se ve”. El arte antes rito, luego fue institución política o siempre un poco de lo otro, pero hoy, es un lugar donde artistas dejan al sí mismo en casa para habitar lo público. Quizá volver al origen sería abandonar el teatro como mera representación, para pasar a ser lo representado, pero, cuando la gramática está demasiado integrada en la forma de pensar, entenderlo se puede volver una mentira disfrazada de verdad.
Hoy, quizá el foro está lejos de dejar de ser una fuente elitista, pero la cultura, cuando ya no tiene lugar en los círculos tradicionales, encuentra alternativas por donde desarrollar elementos que se anticipan y generan la cofradía embrionaria de un nuevo código que, como la subjetividad, es cambiante. Me pregunto, ¿será algún tiempo, tiempo en que el arte deje de tender a ser privilegio? Creo que debemos suprimir el deseo de triunfo del artista, bajarle los humos y generar obras que dejen de complacer a un mercado, dejando ese trabajo a quienes son presos de la pose y temen ensuciarse las manos trabajando en una fábrica. Debemos abrir un templo artístico, forrado en hiedra y abierto para todas y todos. ¿Qué sentido tiene el gremio profesional del arte si es como una montaña en que se pisotean entre sí para elevarse como la estrella de la mañana? Eso para mí es la decadencia y para afectarla, creo, amerita beber un poco de la fuente castalia y jurar en nombre del río Estigia, pero, sobre todo, no olvidar que no hay mayor hipócrita que quien pretende carecer de toda hipocresía.
Mediante la socialización de la escena teatral, proyectando la “Antígona de Sófocles”, se pondrá en discusión el valor de las leyes no escritas, en relación a las leyes impuestas del poder político, no obstante, como de nada servirá conocernos entre nosotros, sin antes conocernos a nosotros mismo, cada uno discriminará las contradicciones de su propio espíritu, ya que el ser humano, al contrario de la piedra milenaria, sufre ante el torbellino de las emociones. En dicho camino requerirá de la música, simbólica en sí misma y que expresa las verdades más elevadas. El humano, como una chispa que puede incendiar y también apagarse rápidamente, requiere del arte como elemento tutelar, ya que en la vida la belleza muere, pero en el arte se hace eterna.
[1] Autor del drama-musical “La Fantasía Jazz del Dr. Fausto” y del texto teatral “El Ditirambo; diálogo entre Nietzsche, Malwida, Bakunin y Wagner”
Pésima redacción: mal uso del gerundio (auxiliar en la perífrasis, nunca se utiliza como verbo principal), abuso de la pasiva. Estilo abigarrado y pretencioso. Premisas esotéricas e ideas poco claras. Oraciones confusas y plagadas de auto-condescendencia. El autor imagina sociedades y a partir de tales peticiones de principio ofrece una falsa perspectiva analítica. Leí dos párrafos; me quedaré con la incógnita de saber si el texto se compuso al final. Sus criterios de publicación dejan mucho qué desear…
Soy el autor. Perro, me encanto su critica. Aprendo de ella. Le agradezco.
Hola Perro, soy el autor. Agradezco su critica, es muy buena. Yo no soy un maestro ni nada, soy humilde. Le agradezco, pero dele una oportunidad a mi vulgaridad poco academica que nace desde la calle. Saludos. Le pido perdon a sus gerundios.
Excelente texto, redacción extraña, pero de excelente juego alegórico que deja abiertas las ideas. Se nota la lectura del origen de la tragedia de Nietzsche, de asuntos junguianos y wagnerianos. Respeto al señor Perro, pero vaya que falta de buen animo xD Metase un poco su academia en su bolsillo y pongase a escribir en vez de tirar caca a la gente. saludos don. Creo que la opinion de perro gusta de inspirar academicismo para ocultar algo mas ¿ ego?
Además, que yo sepa esto no es una publicación académica o sí?? sólo le faltó preguntarle por el aparato crítico jajaja
Wenísimo! Claramente un texto no deseado para la elite del arte y la academia
Autor: claro raúl tambien hay cosas del arte de la guerra, de Oft de Nietzsche, de psicologia junguiana, de cosas metafisicas y alegoricas . Discukpa errores de redaccion, estoy mas cercano a la accion que a la gramatica. 🙂
Qué mal que quieran defenderse desde la falsa humildad. Construyen a su espantapájaros como un academicista pomposo para revestir su ramplonería de un temperamento contestatario. En realidad el texto rebosa pretenciosidad por todas partes; está trabajado desde la ignorancia de un siglo de teoría estética. Huy, qué rebeldes! Me dicen que me guarde mi ‘academia’ para otra ocasión. Estoy seguro de que me he dado en la madre en la calle más veces que ustedes, pero ustedes son los ‘calle’, los rebolucionarios con b de asno. Esta es la última respuesta que te doy. Te agradezco tu amabilidad y la gente que respondió pues también tienen respuesta en estas líneas. Te repito que es mi última respuesta porque el navegador me dice que este sitio no es seguro y soy bastante reservado en cuestiones informáticas.
De que sieve una respuesta sin dar los porqués… dw que sirve inspirar misterio para poaicionarse fuera de la ignorancia… Perro…
Soy el autor. No recodaba esto. Evidentemente fue una pendejada; hoy tengo las ideas mucho más claras. Gracias por los comentarios. todo sirve para el aprendizaje. Pido disculpas por los errores evidentes.