Ryszard Kapuściński o sobre cómo ser un buen periodista

Por Aldo Saúl Uribe Nuñez[1]

 

“Mi tema principal es la vida de los pobres. Si soñáis con ser periodistas no podéis ignorarlos. Los pobres constituyen el 80% de la población de este planeta. La pobreza no tiene voz. Mi obligación es lograr que la voz de estas personas sea escuchada.”
Ryszard Kapuściński

 

El periodismo, tal como lo conocemos, ha experimentado cambios importantes provenientes de las transformaciones de la vida social, la cultura y el modelo socioeconómico actual. El periodismo se caracteriza por ser un acto humano que tiene como objetivo socializar un hecho específico en un tiempo y espacio determinados. Cada época histórica ha tenido sus métodos, sus formas y prácticas para llevarlo a cabo, y en la época contemporánea, este oficio se ha vuelto más interesante y complejo.

El mundo se encuentra en un constante vaivén de alteraciones profundas provenientes de la globalización y el capitalismo, las cuales transfiguran toda forma de organización social. Harvey (2000) explica que la globalización es un proceso, es decir, una transformación sociohistórica que nos ayuda a entender cómo se produjo y se está produciendo. La globalización como proceso conduce a la consolidación de un mercado mundial específico.

De esta forma, este periodo de la historia ha acarreado repercusiones que inciden en la vida individual y social del ser humano. En este sentido, es necesario pensar de qué manera la forma en la que producimos información y conocimiento se ha modificado a partir del progreso exponencial de la tecnología y los medios de comunicación. Ryszard Kapuściński ha sido testigo de dichos cambios, los ha documentado de forma brillante y nos aconseja cómo hacer frente a ellos en el quehacer periodístico.

Ryszard Kapuściński y el periodismo

Ryszard Kapuściński nació el 4 de marzo de 1932 en la localidad de Pinsk (Bielorrusia, Polonia) y murió en Varsovia el 23 de enero del año 2007. Escritor de novelas, periodista, poeta y ensayista polaco, considerado como uno de los periodistas más importantes del siglo XX por sus grandes aportes al trabajo periodístico, su sentido de consciencia social y su humanismo, plasmados en su trayectoria de cincuenta años y su trabajo periodístico que dio voz a los sin voz.

Estudió en la Universidad de Varsovia en el Departamento de Historia, aunque posteriormente se dedicaría al periodismo. Colaboró con distintos medios y periódicos entre los que destacan La Jornada, Time, The New York Times y el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung. En su trabajo profesional logró combinar dos de sus grandes pasiones: el trabajo literario y el periodismo, dando lugar a un estilo único.

La trayectoria de Kapuściński fue un parteaguas en la comunicación y dejó un legado invaluable para llevar a cabo un buen periodismo. Este periodista mostró un compromiso pleno con la época en la que vivió y logró que el mundo volteara a ver a países que históricamente han sido olvidados, colonizados y violentados por los países del primer mundo. Su trabajo intelectual le valió numerosos premios internaciones, en donde destacan el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, otorgado en el año 2003 y diversos doctorados Honoris Causa. Miembro también de la Academia Europea de las Ciencias y las Artes.

Para comprender su trabajo periodístico y su lucidez intelectual, es necesario advertir que la característica principal de su metodología es que es capaz de penetrar en la más compleja actualidad social y política a través de un compromiso humanístico, empático y solidario con la verdad y las comunidades marginadas, segregadas e invisibles. Sorprende su calidad intelectual y su humanidad para buscar documentar aquellas verdades que se nos ocultan.

Pero, ¿Qué es lo que lo diferencia? ¿Por qué resulta tan especial para el periodismo? En primer lugar, su capacidad de empatía legítima hacia las problemáticas y fenómenos humanos y políticos. Kapuściński no solo nos demuestra que para poder ser un buen periodista es primordial no aliarse con el poder y con la ideología dominante, también nos muestra que es por medio de la consciencia de clase que podemos comprometernos con las causas justas, el respeto a los derechos humanos y la emancipación de los pueblos.

Por otro lado, llama la atención su “perfil bajo”, es decir, su falta de interés en la fama, el reconocimiento o la popularidad. La grandeza está en la sencillez y Kapuściński nos lo marca por su humildad, humanidad y respeto por las personas. Lamentablemente, el periodismo, está pasando por una crisis significativa y estas cualidades parecen ignorarse: ahora no se busca decir la verdad, sino que se busca vender la información al mejor postor, hacer de los hechos un espectáculo y ser reconocido.

En el sentido anterior, basta con ver las demostraciones mediocres de periodistas (¿o pseudoperiodistas?) que manchan esta noble labor aliándose con el poder y desinformando a las personas. Esto lo vimos claramente en la controversia causada en México con los nuevos libros de texto: periodistas de diferentes medios (destacan los medios de TV Azteca y Televisa) salieron a decir que los nuevos libros eran “libros comunistas” y que iban a adoctrinar a los alumnos. ¿Qué mejor demostración de un periodismo que busca manipular la opinión pública, los hechos y a las personas?

Retomando las ideas de Adorno y Horkheimer (1998) en la industria cultural, esta clase de periodistas no hacen más que difundir información falsa y exacerbar la ideología capitalista y dominante, mostrando a los hechos totalmente distorsionados y tergiversados. Kapuściński nos advierte de esto y nos invita a reflexionar en cómo el periodismo puede pasar de ser una profesión noble y enriquecedora, cuyo objetivo es la comunicación de los hechos y la verdad, a ser un arma para manipular información y apelar más a los sentimientos y actitudes de las personas que a la verdad misma.

Parece ser que, en la vida actual, los medios de comunicación, como expresaba de forma irónica el escritor uruguayo Eduardo Galeano, ya no son medios de comunicación, ahora son medios de desinformación. Para Kapuściński (2002) un elemento fundamental que todo buen periodista debe tener en cuenta es no considerar el periodismo como un medio para hacerse rico. Y luego nos dice que la situación empezó a cambiar en el momento en que el mundo comprendió, no hace mucho tiempo, que la información es un gran negocio.

La denominada Sociedad del Conocimiento, sociedad resultante de los efectos y consecuencias de los procesos de la globalización y que surge de la creación de un sistema de comunicación diverso que se construye desde la tecnología, nos ha anunciado que son los medios de comunicación los más susceptibles a sufrir cambios importantes y ser manipulados por el poder y la ideología. Todo buen periodista debe hacer frente a las dificultades que se avecinan y rechazar, en la medida de lo posible, el hostigamiento y la manipulación.

Kapuściński nos describe cómo el mundo está interrelacionado y que cada objeto que queramos analizar está evolucionando a algo que quizá ya no corresponde con lo que creíamos o con la realidad. El periodista sabe que su labor conlleva comprender el mundo y buscar que otras personas sean capaces de comprenderlo e informarse. El problema del escritor, nos declara Kapuściński (2002) es que lleva muchos años escribiendo y el mundo y nosotros mismos cambiamos continuamente.

En la sociedad contemporánea, el periodismo tiene un papel básico para narrar el mundo que nos rodea e informar a las personas y a la sociedad de cada cambio relevante que se experimenta y que tiene cabida en la vida social. Es deber del periodismo y del periodista lograr que la verdad sea dicha y socializada en pro del bienestar humano y social de las personas y comunidades.

Es ese sentido, Kapuściński nos enseñó que antes de ser un buen periodista hay que ser una buena persona, ¿qué mejor demostración de eso que cubrir eventos en comunidades históricamente vulneradas y marginadas, a las cuales las sociedades occidentales les han dado la espalda? Se trata, pues, de una extraordinaria persona preocupada por las causas sociales y dignidad de las personas, un periodista e intelectual comprometido con su trabajo y con salvaguardar la verdad y la información.

Gracias a personas como Kapuściński el periodismo ha sido salvado; periodistas y personas que realizan un trabajo ético y empático ligados a causas sociales y al bienestar de las personas, pero, sobre todo, dotados de conciencia de clase y social. Kapuściński no ve al periodismo como un simple oficio de oficina, lo ve como una práctica artística que requiere mucho esfuerzo, disciplina, valor, respeto y empatía.

Como lo refirió en entrevistas, todo buen periodista debe tener en cuenta que el periodismo no es un medio para hacerse rico. Es así que invitaba a todo estudiante y profesional del periodismo a ser precavido con los medios de comunicación que buscan hacer de la información un negocio. La grandeza y la sencillez de Kapuściński perduran en este oficio, un oficio que tendrá presentes sus consejos y orientaciones para poder llevarse a cabo de la mejor manera.

A modo de reflexión final

El periodismo ha sido una práctica en constante innovación y mutación, así como una labor que pasa por reinvenciones dependiendo de la época histórica y el entorno sociocultural y socioeconómico. En la sociedad contemporánea, el periodismo tiene un papel básico para narrar el mundo que nos rodea e informar a las personas y a la sociedad de cada cambio relevante que se experimenta y que tiene cabida en la vida social.

Es deber del periodismo y del periodista lograr que la verdad sea dicha y socializada. Sin duda alguna, Kapuściński nos enseñó que para ser un buen periodista hay que ser una buena persona y que el periodismo solo podrá ser salvado gracias al ejercicio ético y empático de periodistas ligados a las causas sociales y a la comunicación de los hechos, de lo contrario, estamos condenando a este oficio tan noble y a la verdad como fuente de libertad, paz y crecimiento.

 

 

 

Bibliografía consultada

Harvey, D. (2000). Espacios de esperanza. Madrid: Akal.

Kapuściński, R. (2002). Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo. España: Anagrama.

Horkheimer, M., y Adorno, T. (1998). Dialéctica de la ilustración. Ciudad de México: Editorial Trotta.

 

 

 

[1] Licenciado en Psicología (UdeG). Egresado de la Maestría en Humanidades, Línea Formación Docente (UAZ). Especialista en Diagnóstico Clínico y Tratamiento de los Trastornos Mentales (AMSP, A.C.). Posee una Formación en Psicogerontología (AEEP, A.C.); una Formación Psicoanalítica Especializada (AMSP, A.C.); así como diplomados en materia de ciencias sociales, ciencias forenses y derechos humanos. Se desempeñó como asistente de investigación en distintos centros de investigación (DP, UG; CIC, DECS, DS, UdeG). Ha cursado seminarios de investigación en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Ha sido ponente en congresos y coloquios nacionales e internacionales. Colaborador en revistas académicas estudiantiles y medios digitales. Actualmente es estudiante de la Especialidad en Psicosomática Psicoanalítica (AEEP, A.C.) y trabaja como investigador independiente.

 

 

 

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