Narcisismo, su influencia en la cultura moderna

Por Rafael Ángel Aguirre Flores[1]

Narcisismo es la fijación que un sujeto tiene por sí mismo, como una estancia en la cual la persona se toma a sí mismo como el principal objeto de su amor. A su vez, el término proviene del mito griego de Narciso, un joven enamorado de su propio reflejo proyectado en la superficie de un estanque en el cual termina ahogado, dicha acepción fue utilizada por primera vez por el psiquiatra y criminólogo alemán Paul Näcke en 1899 para designar a un individuo obsesionado sexualmente con su persona, esto se puede comprender como fenómeno psicológico a la vez que como fenómeno social dentro de la cultura moderna del capitalismo, cuyo propósito es la formación de un nuevo individuo orientado al consumismo así como a la competencia basada en la adquisición de logros y metas personales cuya realización nunca se ve colmada del todo.

También puede entenderse como una pérdida de valores, como la ausencia de interés por todo lo que le rodea, incluyendo la propia calidad de vida y la de los otros, denotando un alto grado de irrealidad en cuanto a la percepción de sí mismo y de su postura ante el mundo. Este individualismo puede traducirse de manera social como la insatisfecha e incesante búsqueda de logros, placer y felicidad, muchas veces construida a costa del bienestar de los demás. Muestra de esto es la actual cultura de masas elaborada a partir del dictamen de las clases dominantes y del mismo modelo económico neoliberal, y cuya finalidad es la satisfacción propia de unos cuantos en pro de un ideal hedonista que, para el sociologo Gilles Lipovetsky, va más allá de un gesto “pop” producto de la cultura de masas, una denominada cultura light en la que el vacío, la depresión, la insatisfacción, el estrés y la melancolía, así como el espectáculo, han alcanzado el status de figuras de retórica o sentido, siendo estas actitudes un espejo de la cultura dominante, y sobre todo, del yo.

Puede reconocerse a un narcisista por su comportamiento egocéntrico y por el deseo de ser admirado de manera continua, además de su falta de humanidad. Este tipo de personas carece de empatía y no siente remordimiento por su desapego hacia los demás, a la vez, la vida les parece vacía y carente de significado. Así, el individualismo se torna un claro síntoma y afirmación de la modernidad, y el propio narcisista un nuevo tipo de individuo social producto de un sistema en el cual la responsabilidad ya no es para con los demás sino para sí mismo.

En la actualidad, esta condición ha pasado de ser un trastorno psicológico a ser un complejo fenómeno cultural, en buena parte gracias a las redes sociales, en las cuales se da preferencia a la belleza y la juventud por sobre la madurez y la experiencia, y por lo tanto, son el ambiente ideal para ellos pues el narcisismo se propaga a través de internet en la misma forma en que lo hacen las epidemias, proponiendo un modelo de conducta basado únicamente en los requerimientos placenteros del yo. 

Al respecto, el psicoterapeuta Alexander Lowen consideró que el narcisismo es una enfermedad tanto psicológica como cultural, en la que se da demasiada prioridad a la imagen que la persona tiene de sí misma, le preocupa más la apariencia que los sentimientos; es suficiente observar cómo los sujetos actúan con base en el consumismo como medida de progreso personal, esto fomentado en gran medida por el deseo de popularidad imperante en las redes sociales.

En este sentido, comenta Lowen, es posible darse cuenta de que si la misma sociedad fomenta este tipo de conductas es porque la sociedad también se encuentra enferma y no hay una meta clara hacia la cual se pueda dirigir fuera del propio goce de sí mismo y de la propia personalidad alienada. Además, el especialista se percató a través de su investigación que en realidad la autoestima de estas personas es muy baja, en resumen, la fachada que muestran al exterior es un mecanismo defensivo tras el cual se esconde un adolescente desamparado, o un adulto joven, y si bien necesita toda la ayuda posible, nunca lo demuestra.

Durante su trabajo con quienes padecían este trastorno, Lowen notó que existía la necesidad de que estas personas conectaran de nuevo con su propio cuerpo, trabajando con la tensión muscular de tal manera que pudieran desbloquear sus sentimientos perdidos. El investigador concluyó que existen cinco tipos de narcisismo en los cuales resulta decisiva la influencia de los padres durante la infancia: carácter fálico-narcisista, carácter narcisista, personalidad límite, personalidad psicopática y personalidad paranoide.

Es claro que todos los rasgos antes mencionados son producto de una enfermedad que se ha desarrollado al amparo de una sociedad cuya moral resulta ambivalente y se encuentra por igual enferma, y en donde el individuo se halla sobreinformado e incapaz de procesar dicha información, a la vez que se encarga de priorizar el yo y el goce de sus propios sentidos antes que el bienestar de los demás, siguiendo el modelo propio del materialismo norteamericano dedicado a celebrar el mito de la compra y la autosatisfacción.

 

 

   

[1] Rafael Ángel Aguirre Flores nació el 20 de abril de 1982 en Acapulco, Guerrero. Su obra ha sido publicada en diferentes revistas como Kaleido Revista Literaria, Áspera Fanzine, Nudo Gordiano, TintaSangre, Revista Literaria Monolito, Revista Gualicho (Argentina) Patíbulo Fanzine y la revista Letras y Demonios, además participó en la antología Homenaje a H.P. Lovecraft publicada por el colectivo La Sangre de las Musas y la antología Los Mundos que se agotan patrocinada por el colectivo Fóbica. Actualmente cursa la licenciatura de Sociología de la Comunicación y Educación en la Universidad Autónoma de Guerrero.

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