Escatologías y utopías de las planificaciones globales en Chile

Por Jorge Yáñez Lagos[1]

En Origen y meta de la historia, publicado por Karl Jaspers en 1949, el autor introdujo en dicha obra el concepto de «era axial», referido al período 800 y 200 a.C. En dicho tiempo, Occidente, China y la India ofrecen al mundo un conjunto de movimientos intelectuales y espirituales orientados a la «salvación», pero con un alto componente reflexivo y la consecuente oposición y fractura que aún nos parecen propias de una cultura abierta. Jaspers deriva sobre un mundo en el que por primera vez comienzan a producirse combates espirituales por el intento de persuasión. En tal caso, se hace referencia a fenómenos que lindan en el caos espiritual y que, en paralelo, inician en la conformación de partidos. Así, se manifiestan experiencias de orden social que permiten disenso, pero que también apuntan hacia reconfiguración de fines compartidos (Svensson, 2019).

Asimismo, Manfred Svensson señala cómo la religión tribal y la arcaica son reemplazadas por el salto hacia «formulaciones axiales», hecho descrito en el libro La religión en la evolución humana. Desde el paleolítico a la era axial, del sociólogo estadounidense Robert Bellah. En gran medida, aquí se altera la unidad previa entre el rey y la divinidad, estableciendo que la individualidad dependerá de la forma específica que tenga el pacto de un determinado pueblo con la divinidad.

Bajo esta lógica, surge la teología política en rescate de la «escatología» como la gran idea política. Inicialmente, Mario Góngora (2003) distingue el semblante escatológico en Cristóbal Colón y en las órdenes religiosas conforme al profetismo iluminista, que se caracterizó como un rasgo muy fuerte en la historia espiritual europea desde el siglo XI o XII en adelante, y las décadas finales del XV y primeras del XVI. Desde mediados del siglo XIII se prolongó incesantemente el joaquinismo como anunciador de una renovatio, que cumpliría dentro de la historia terrestre las promesas del antiguo y nuevo testamento.

De algún modo, Góngora (2003) identificó en las nociones que Colón proyectaba sobre el Nuevo Mundo un carácter escatológico o utópico. Por ejemplo, Cristóbal Colón durante su tercer viaje al entrever más allá de las bocas del río Orinoco, formuló la tesis de la ubicación del paraíso terrenal en Sudamérica. No obstante, para Góngora, la imagen paradisíaca de América no puede ser realmente calificada como escatológica, sino como la fuente y el origen de todas las primeras utopías.

Por descontado, también se hace menester diferenciar entre los temas escatológicos y los proyectos utópicos. En particular, la escatología arraiga un ímpetu religioso (que se da en ciertas religiones como el cristianismo, el judaísmo, el islamismo, etc.) mientras que el utopismo procede de motivaciones racionalistas de diversa estirpe, según la época histórica. En ambos casos se apunta de alguna forma a una transformación, pero las escatologías esperan una consumación sobrenatural; en cambio, las utopías postulan un plan racional o proyectan una imagen constructiva (Góngora, 2003).

En cierta forma, “la escatología es la promesa de un mundo nuevo por venir, un mundo que no es este mundo sino otro, uno nuevo” (Garín, 2017, pág. 49). Así pues, la distinción entre las nociones escatológicas y utópicas se ejemplifican en las misiones franciscanas en México o las misiones jesuíticas en Paraguay en el siglo XVI, que solían ser animadas de una evidente esperanza escatológica; y, al mismo tiempo, trazaban un mundo indígena idílico, una «utopía» en cuanto a la acción misionera que debía tratar de preservar (Góngora, 2003). De esto se puede inferir que lo común al contenido racional y religioso es su conformación como nuevos modelos de orden propuestos en abierta crítica de los prevalecientes.

En ese sentido, para Góngora (2003), las nociones escatológicas y utópicas en América son proyecciones de antiguas esperanzas cristianas, o bien, productos de una mentalidad occidental intelectualizada o sentimental. Por lo mismo, no son nociones autóctonamente americanas. Todo esto se comprende a partir de la fundación de la América española que designó una «situación cultural» otorgada por la «cultura de conquista». Empero, aquí radica una complejidad cultural mayor: la «cultura de conquista» no trató de causalidades biológicas ni antropológicas, sino que, implicó en un encuentro cultural cuyos resultados no quedaron configurados a unas pocas décadas. Los rasgos hispánicos se modificaron al incorporarse a una nueva situación histórico-universal totalmente imprevista, convergiendo ciertos rasgos españoles con los semblantes indígenas. Por ende, la situación cultural originaria de Hispanoamérica evidencia una tensión muy difícil de analizar. En efecto, el concepto spengleriano de «seudomorfosis» se hace pertinente para un punto de partida analítico.

Siguiendo en esta línea argumentativa, durante el siglo XIX, el sentido humanista entra en decadencia ante el mundo de las fuerzas mecánicas. Pensadores tan disimiles como Alexis de Tocqueville, Jacob Burckhardt o Friedrich Nietzsche vislumbraron los rasgos del materialismo de masas expresado en el predominio de un materialismo práctico en el mundo. En 1914, Max Weber impugnaba las esperanzas del círculo de Stefan George, con respecto a la implacabilidad de los factores económicos y sociales expresado en el capitalismo, la burocracia y el mundo masificado (Góngora, 2003).

Desde la visión del filósofo Jorge Millas (2012), los fenómenos culturales y su compleja trama espiritual parten de un suceso externo —de tosca y tangible materialidad— denominado por José Ortega y Gasset como «el hecho de las aglomeraciones». De modo tal que, para Millas, en la sociedad de masas cada vez va siendo más difícil para el ser humano convertirse en un individuo en el sentido espiritual de la expresión. Ser un sujeto moral de sus propias convicciones y de sus propias decisiones, se ve expuesto cada vez más a la mecanización de sus actos, al embotamiento de su conciencia crítica, a la complacencia en el abandono de sus iniciativas y a la responsabilidad de los demás. Millas distingue que en la sociedad de masas cada vez es mayor la tentación de entregarnos al automatismo de las ideologías, de escondernos detrás del grupo para que tome decisiones por nosotros y de renunciar a nuestra libertad. En otras palabras, las condiciones masivas de nuestra sociedad se encuentran corrompidas por el mercantilismo o por las ideologías políticas. La importancia de este aspecto se detalla en el ensayo El Desafío Espiritual de la Sociedad de Masas de Jorge Milllas, publicado en 1962.

Por todas estas razones, desde la perspectiva de Góngora (2003), la formación de la civilización de masas causalmente ha sido influida por la ciencia moderna, los regímenes políticos constitucionalistas y democráticos, la economía política inglesa, el individualismo de la Ilustración y de la Revolución Francesa y el marxismo. Estos elementos han engendrado lo que desde el siglo XVII hasta la actualidad se conoce como el mundo de masas. También hay hilos que nos llevarían más lejos en los siglos, tales como el profetismo hebreo, la escatología judía y cristiana, herejías cristianas de los primeros siglos, etc., pero su consideración histórica nos llevaría a ámbitos históricos demasiado vastos para ser abordados.

Simultáneamente, en el Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, Mario Góngora relaciona las «planificaciones globales» con la utopía a escala planetaria. Según el historiador chileno, “el espíritu del tiempo tiende en todo el mundo a proponer utopías (o sea, grandes planificaciones) y a moldear conforme a ellas el futuro” (Góngora, 2011, pág. 304). Precisamente, en plena Guerra Fría, la tendencia mundial a la utopía en formas de neoliberalismo y socialismo instauran el deseo de romper con la tradición, partir de cero y diseñar una nueva forma de sociedad (Biehl y Vera, 2021). De ahí que, en Chile, el momento histórico de las «planificaciones globales» se conforma en el período 1964 – 1989.

Por añadidura, toda planificación parte de algún supuesto sobre el ser humano, exista o no en la realidad. Además, circunscribiéndose a las formas de socialismo y neoliberalismo, éstas serían manifestaciones de un espíritu tecnocrático de estandarización que aplanaría tradiciones históricas particulares. Dicho esto, la noción de «planificaciones globales» en la obra de Mario Góngora permite trazar que la tentación de refundar un país no es nueva. Por el contrario, replica pretensiones ya conocidas. Por ello, este concepto elaborado en el Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, podría aportar elementos claves para aproximarse a la historia reciente de Chile y enfrentar “la inacabable crisis del siglo XX” (Góngora, 2011, pág. 305).

Mario Góngora emplea la noción de «planificaciones globales» para designar el período que va desde 1964 hasta la década de 1980, abarcando los gobiernos de Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende Gossens y Augusto Pinochet Ugarte. Para Góngora, según Francisca Echeverría (2021), el común denominador entre ellos es una idea de desarrollo planificado. Una convicción de que es posible construir una sociedad desde arriba mediante un diseño abstracto, sin mayor consideración por la realidad social y cultural. Asimismo “se quiere partir de cero, sin hacerse cargo de la idiosincrasia de los pueblos ni de sus tradiciones nacionales o universales; la noción misma de tradición parece abolida por la utopía” (Góngora, 2011, pág. 304).

En la década de 1950, el diseño de la política económica hispanoamericana fundada en la noción de «desarrollo» de economistas europeos, se ejemplifica en la Comisión Económica para América Latina de la Organización de Estados Americanos (CEPAL), bajo la presidencia del argentino Raúl Prebisch. Desde esta matriz, Hispanoamérica quedó clasificada como «subdesarrollada» por carecer de factores fundamentales para el desarrollo. En este mismo tiempo, el Partido Demócrata Cristiano empieza a transformarse en un partido de masas con gran apoyo entre clases medias, empleados, campesinos, algunos sindicatos, etc. Uno de sus principales ideólogos, Jaime Castillo Velasco, conocido admirador del Maritain de la segunda fase, lanzó la palabra «comunitarismo» —que contenía efectivamente el contenido medular del corporativismo— como una vía media entre capitalismo y socialismo. En paralelo, la Alianza para el Progreso surgía relacionada a dichas circunstancias. En concordancia con todo lo dicho, se reconoce como la primera de las planificaciones globales la Presidencia de Eduardo Frei Montalva (1964 – 1970), gobernando exclusivamente con su Partido Demócrata Cristiano y con las mencionadas coyunturas internacionales favorables (Góngora, 2011).

Posteriormente, la segunda fase de la «época de las planificaciones» es la del Presidente Salvador Allende Gossens y la Unidad Popular, que gobiernan desde noviembre de 1970 a septiembre de 1973. Mientras tanto, el Gobierno de la Unidad Popular se ligó a la causa del marxismo internacional, a la Unión Soviética y a Fidel Castro, quien hizo una larga visita a Chile. Esa época fue un reflejo de la guerra ideológica mundial entre concepciones irreconciliables. A saber, la perspectiva general de esos años es la de una guerra civil no armada, pero catastrófica, análoga a los últimos meses de la República española (Góngora, 2011).

Una tercera fase de la «época de las planificaciones» es la que se abrió con el golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Desde allí, se inicia una reestructuración general de la economía, de la sociedad y del poder estatal: una «revolución desde arriba». Los ideales tradicionalistas y nacionalistas de la Declaración de Principios del Régimen Militar de 1974 quedaron relegados al olvido ante el materialismo económico ambiente y predominante al mundo de masas. El «principio de subsidiariedad» vino a ser el principio casi exclusivo entre los discípulos de la escuela de Milton Friedman. Esta planificación ha partido de cero, contrariando o prescindiendo de toda tradición, debido a que el neoliberalismo no es propiamente fruto de la sociedad chilena como en Inglaterra, Holanda o Estados Unidos, sino que, una «revolución desde arriba», paradojalmente antiestatal, en una nación como la chilena formada por el Estado (Góngora, 2011).

No obstante, para Góngora, toda planificación que ha partido de cero siempre trae consigo «revanchas culturales». Por lo mismo, Francisca Echeverría menciona que Góngora advierte sobre la paradoja de esta «revolución capitalista» —no prevista en sus planificadores—. Dicho de otra forma, esta utopía neoliberal tendría efectos no sólo en el Estado; por lo demás, la sociedad civil conjuntamente sufriría un notorio debilitamiento. La comprensión restringida y puramente negativa del principio de la subsidiariedad ha provocado que organizaciones de diversa índole, hayan perdido consistencia durante ese período.

En Chile, la «revancha cultural» a la utopía neoliberal se manifestó palpablemente en la crisis de octubre de 2019. Tras décadas de entreguismo a la sociedad de consumo —y, por ende, a la sociedad de masas—, según la filósofa chilena Lucy Oporto (2021), la revelación de esta crisis social y barbárica fue el punto de arranque de una «revolución cultural desde abajo», largamente preparada y con signos previos de un proceso de descomposición y disolución social cada vez más virulentos y siniestros. En palabras simples, “la impulsividad manifestada en esta crisis social arraiga, en gran medida, en las siniestras apetencias de la sociedad de consumo” (Oporto, 2021, pág. 158).

En cierto sentido, para Oporto, la crisis social de octubre de 2019 sólo en apariencia fue una insurrección basada en legítimas demandas sociales en materia de pensiones y salarios dignos, acceso a la salud, educación, transporte, etc. Aunque tales necesidades son reales, pese a ello, éstas acabaron pervertidas por un cataclismo antropológico implicado en el hedonismo de la sociedad de consumo.

Oporto sostiene que el irracionalismo y el carácter arcaico tanto de las protestas como del ambiente social, generalmente se han vuelto cada vez más ostensibles. Por ejemplo, los encapuchados —e igualmente la denominada primera línea de octubre de 2019 en Chile— han mostrado su monstruosa ignorancia encolerizada, nutrida por la sociedad de consumo y su retórica exitista del progreso de la nación. En un presente hedonista y sin límites, Oporto identifica en los encapuchados unos consumidores voraces insatisfechos, dispuestos a tener, poseer y destruir, como único horizonte de su presente carente de contenido humano y espiritual. A todo esto, la filósofa chilena denomina lumpenfascismo. En definitiva, “los encapuchados son productos terminales del neoliberalismo triunfante, e instrumentos de su barbarie” (Oporto, 2021, pág. 147).

Ahora bien, en el caso de la fracasada Convención Constitucional de 2022 con amplia mayoría de izquierda, paridad de género y escaños reservados para pueblo indígenas se puede argüir que: la propuesta plurinacional y refundacional, inevitablemente hubiera desmantelado el Estado-nación como se conoce, sin tomar en cuenta la semejanza entre la plurinacionalidad con los elementos primarios —antiestatales— del neoliberalismo. Desde una visión gongoriana, existe «la coincidencia de los opuestos» en la raíz antiestatal entre el neoliberalismo y la utopía plurinacional.

En cambio, el Consejo Constitucional de 2023 con amplía mayoría de derecha llegó como resultado de la fatiga, el estado de apatía y total indiferencia ante todo lo que no fuese orden y tranquilidad. Sin ir más lejos, con respecto a Jacob Burckhardt (citado en Góngora, 2011), él sostuvo que después de un ritmo de vida agitado constituido como la fase final de todos los períodos revolucionarios modernos, siempre surge una reacción contrarrevolucionaria.

Por otro lado, para Mario Góngora (2003) no hay nada más ambiguo y cambiante que el triunfo de las ideas. En el pasado, la Revolución Francesa y su ideología humanitaria que contenía dentro de sí, desarrolló hasta el más alto grado el nacionalismo, la guerra y la dictadura bonapartista. También ocurrió algo similar con el capitalismo y el socialismo real. De manera que, a través de la historia humana, mística y política se mezclan siempre inextricablemente, volviendo siniestras las escatologías y las utopías. Por eso se puede señalar que durante el siglo XX en Chile las planificaciones globales como «ideologías foráneas» —ya sea en su vertiente desarrollista, socialista y capitalista— eran tan utópicas como los proyectos políticos actuales.

 

 

 

Bibliografía.

Biehl, A. y Vera, G. (2021). La tentación de la utopía. Punto y Coma, no. 4, 2021, págs. 50 – 55. Instituto de Estudios de la Sociedad, IES. Santiago de Chile.

Echeverria, F. (2021). El rediseño de Chile. La crítica de Góngora a las “planificaciones globales”. Punto y Coma, no. 4, 2021, págs. 36 – 41. Instituto de Estudios de la Sociedad, IES. Santiago de Chile.

Garín, R. (2017). La fronda. Cómo la élite secuestró la democracia. Santiago de Chile: Catalonia.

Góngora, M. (2003). Historia de las ideas en América española y otros ensayos. Editorial Universidad de Antioquia, Colombia.

Góngora, M. (2011). Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX. Santiago: Editorial Universitaria S.A. Novena edición.

Millas, J. (2012). Idea y defensa de la universidad. Ediciones Universidad Diego Portales, Chile.

Oporto, L. (2021). He aquí el lugar en que debes armarte de fortaleza. Ensayos de crónica filosófica. 1° edición – Santiago: Editorial Katankura.

Svensson, M. (2019). El individualismo y la sociedad abierta. En: Primera persona singular. Reflexiones en torno al individualismo. Págs. 21 – 39. Instituto de Estudios de la Sociedad, IES. Santiago de Chile.

 

 

 

[1] Sociólogo de la Universidad de Playa Ancha (UPLA) de Valparaíso, Chile. Diplomado en Desarrollo, Pobreza y Territorio de Universidad Alberto Hurtado. Especialización en Análisis de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL). Cuenta con experiencia en el ámbito de las políticas públicas, relacionadas a la superación de la pobreza, la prevención al consumo de alcohol y otras drogas, consultorías concernientes al sistema de educación universitaria y análisis de datos sobre seguridad ciudadana.

 

 

 

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