Llamarse Olimpia

Por Sergio E. Cerecedo

 

Hay una situación social que me genera personal enojo y a veces una reserva o potencial rencor hacia quienes están relacionados con el ejercimiento de cierta disciplina. Cuando la rabia puebla mi cabeza, mis emociones me gritan como en un estadio de fútbol que la peor pseudociencia de todas es la jurídica. Me irrita que no sea exacta, que todo se reduzca a buscar vacíos por dónde fregar a la contraparte en lugar de una verdadera restitución del daño a la persona o propiedad; y, sobre todo, su lentitud en llegar a la existencia. Me irritan los procesos anquilosados de contemplar mayorías y minorías en los que se les va el tomate con todo y semillas. Y en muchas ocasiones, como en la reciente legislación sobre la inteligencia artificial, acaba siendo puro punitivismo sin observación. Sí, en ocasiones la creación y reforma de leyes pareciera recogerle el cascajo muerto al crimen y tratar vanamente de hacerle autopsias.

 

En el ritmo de la vida y el mundo hay una enésima cantidad de cosas que suceden más rápido que la aplicación de la justicia: los algoritmos, las balas, las apis para estudiar qué comprar a partir de tu vestimenta, tu físico o dónde sales en tus fotos. Así, precisamente, las leyes para hacerse o modificarse muchas veces tienen que venir de los errores del pasado, de una cadena de gente afectada que se vio rebasada por circunstancias que no daban crédito a la existencia de su caso. Por lo mismo, hay hechos que el cine recopila y deja registrados, en donde nos dan cuenta de que sí hay logros palpables, que, por supuesto, necesitan que la gente tenga conciencia de los delitos y dejen de repetirlos. Que en el caso de las luchas contra la violencia de género no sea la iconoclasia durante las manifestaciones lo único que se vea, eso es solo la punta del iceberg para ver más adentro contrario a lo que los medios masivos nos normalizaron muchas veces. Por eso hoy quiero hablar de Llamarse Olimpia, ópera prima de Indira Cato.

 

La película se estructura a partir del testimonio personal de Olimpia Melo y teje una red de subtramas que vuelven hacia el argumento principal, hacia otras mujeres que vivieron casos similares. En el caso de la protagonista, ella estaba en una relación donde había patente violencia, el cónyuge filtró un video de un momento íntimo de ambos, en un pueblo pequeño de un estado conocido por su apego a la tradición/conservadurismo, todas las miradas e insultos fueron hacia ella, una quema mediática que afectó su salud mental. Nos centramos en el cómo enfrentó la violencia con el apoyo familiar que tuvo en su momento y la nula capacidad de la ley para hacerse cargo de un hecho que no tenía contemplado ¿Cómo hacer entender que la virtualidad también es física y que en ese espacio también hay una privacidad que se debe respetar? Con esas preguntas y ganas de revertir el daño recibido, empezó una búsqueda que, sin ella querer, la volvió el rostro de una lucha que encontró réplica y apoyo en los lugares que no se esperaba. Olimpia comenta que a veces pesa, sobre todo después de esa visibilidad no deseada ¿Como resignificarla hacia una lucha legítima y justa?, esa pregunta nos va llevando a cada fotograma del montaje.

 

El lenguaje que la directora Indira Cato elige como camino es el de alternar dos abordajes de la narrativa, primero, el cine directo en el seguimiento sincrónico a los acompañamientos que Olimpia, Prania y las otras activistas realizan a los grupos a través de las marchas del 8M, las comparecencias y votaciones que tienen que ver con la aprobación de las reformas de ley que castigan y vigilan la violencia cibernética sexual. El otro es el de la entrevista acerca de cómo se llegó al activismo y a la lucha por haber sido víctima de esta violencia, llevándonos en un viaje abstracto, naturalista y de sinécdoque por comunidades y municipios de Puebla y Tlaxcala. La naturaleza de estos estados es observada como un contraste calmado y vivo a la dureza de los voice overs de los testimonios de vida. Las tomas de carretera neblinosa muy característica de la frontera entre Puebla y Tlaxcala, como una proyección del deseo de paz entre tanto tumulto, entre tanto resignificar para sí misma y para no caer. El montaje va y viene del recuerdo al hecho, del sentir del pasado al día a día al cual formó, haciéndolo muy dinámico; la visualidad de la cámara es directa, en el cubrir y el estar, pero también exaltando la belleza de la vida cotidiana y enfatizando en la fuerza del grupo y del andar colectivo.

 

Otra virtud de este documental es cómo permite ahondar en los movimientos sociales e, inclusive, en las artífices de música que hoy por hoy escuchamos y que da a conocer el fileme. Aunado a eso, Prania, la autora del rap del que conocemos el proceso de grabación y cuya historia escuchamos, es otra rama paralela de la lucha de Olimpia que se abre en el documental. Además, podemos encontrar en la banda sonora otro tema de la misma Prania y “Canción sin miedo” de Vivir Quintana. Las secuencias con las canciones que acompañan a los grupos de mujeres en las marchas y manifestaciones dan cuenta de las diferentes poblaciones que hay en los grupos feministas, de las expresiones de apoyo, de las diversas leyendas de denuncia y de la variedad de la población misma.

 

Como recurso expresivo e ilustrativo, el lenguaje del chat y la multimedia de internet está ahí constantemente. Se nos muestran animaciones de conversaciones y mensajes instantáneos que se intercambiaron durante estos años, tanto las humillaciones de los comentarios hechos a los videos filtrados, como de la sororidad y apoyo entre las mujeres que vivieron estos hechos, así como de las conversaciones de las mujeres que buscaban a Olimpia. Entonces, como un árbol cuyas ramas derivan en algo más, las ya mencionadas subtramas nos hacen ver tanto la rama del trabajo legal como de la expresión artística.

 

El trabajo de montaje sonoro realiza un énfasis en el concepto del internet y las redes como un lugar inseguro y humillante para la mujer en nuestro país, y donde muy a menudo los responsables se pierden entre la navegación y se hacen aún más escurridizos cuando las agraviadas buscan justicia y restitución. En ese sentido, alternar las pantallas de celular con el material de archivo es un gran acierto no solo plástico, sino que se vuelve un POV fehaciente de lo que antes podías evitar por ratos, pero ahora que traes el dispositivo en el bolsillo, puede perseguirte y no dejarte escapar; por lo mismo, es muy interesante que durante el avance del metraje veamos más montajes de archivo de noticias de la aprobación de la ley y de vídeos subidos a redes donde se difunden los métodos de defensa ante un hecho de violencia digital.

 

Con el trabajo colectivo audiovisual realizado en Llamarse Olimpia, cabe recordar y resaltar que en el cine mexicano mucha ha sido la importancia de las mujeres cineastas en la rama documental de denuncia social, política y retrato social, sobre todo a partir de los años setenta. Entre las obras y variedad relacionada con los temas de género encontramos la obra de María del Carmen de Lara, especialmente “No es por gusto”  (1982) y “Nosotras también” (1994); Mi vida dentro (2009) de Lucía Gajá, también sobre temas de justicia y jurisprudencia; o el adentramiento en la vida de las mujeres del EZLN que hicieron Guadalupe Miranda y María Inés Roqué en “Las compañeras tienen grado” (1995). Estos son tan solo unos ejemplos de películas y directoras que ahondaron en temáticas paralelas a las de la película que hoy nos ocupa y en las que profundizaré en otra ocasión.

 

Volviendo al filme, para finalizar, la película resultante de este viaje, como se puede sentir al verla, conllevó muchos años y esfuerzo tanto de investigación como de tiempo; se nota este deseo de preservar ideas, de contar a quien no lo sabe o tiene de primera mano como una violación al derecho humano, y lo deriva en accione necesarias, lo hace con tanto realismo como con esperanza en los frutos del camino andado. Por último, la parte final de la película nos hace ver más allá de las fronteras y encuentra paralelismos en sucesos de otros países, halla pues un camino posible en el cual hay un trabajo entre la ley, el entendimiento de la gente de las razones por las que algo no está bien, con lo que se logra un consenso más allá de creencias y cuestiones de poder.

 

 

 

Publicado en Uncategorized.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *