Un futuro brillante: el destino de una semilla rara

Por Sergio E. Cerecedo

 

 

Lucía Garibaldi (2025)

En México ha iniciado la temporada de festivales hace un par de meses y es muy bonito presenciar la exhibición de corto, medio y largometrajes nacionales, pero también ver que se cuelan propuestas del Caribe, Centro y Sudamérica. En lo personal, me emocionó ver una propuesta de ciencia ficción, género que casi siempre se piensa como algo necesitado de mucho dinero y de difícil capacidad de verosimilitud si algo no se ve como Marvel, Warner o las grandes casas productoras. “Un futuro brillante” abrió el festival de Guanajuato de 2025 en el teatro Juárez, ante una audiencia que no quedó exenta de sensaciones y de fascinación por una película que le saca la vuelta a las propuestas espectaculares a raíz de una puesta en escena con detalles tecnológicos pequeños pero que están donde tienen que estar y que crean una película muy impresionante.

 

Elisa es detectada con un coeficiente mental alto y recibe una oportunidad de movilidad, estudios y mejor vida a partir de ello; la fuente de oportunidades se ubica en el norte de esta versión futurista (o retro futurista) de Uruguay. Ha habido un cataclismo ambiental atribuido a las hormigas, que ahora son exterminadas en cuanto se ven, los edificios residenciales son sometidos a una infinidad de fumigaciones para mantenerla lejos (es muy estético visualmente el humo verde sobre los edificios durante estas limpiezas). La tasa de natalidad ha bajado y el cliché de “los jóvenes son el futuro” se ha asentado porque ya no nacen muchos. En los pasillos de los multifamiliares hay incertidumbre por ello, pero también esperanza, en el norte hay aún animales y se han asentado una serie de empresas de desarrollo tecnológico.

 

Nuestra protagonista vive con la presión familiar de que su hermana ya está en el norte, dice que le va bien pero nunca tiene tiempo de contestar. Su mamá está obsesionada también con ir y con un sorteo estilo lotería nacional donde pagando una gran suma de dinero se puede aspirar a un boleto para irse con bombo y platillo —un aspecto dramático común en las historias distópicas es el control por medio de la expectativa de irse a un lugar mejor—. Su familia y barrio la han vuelto una celebridad sin ella hacer nada en especial o darse cuenta; ella no lo desea y empezará a barajar en su mente y día a día una alternativa a ello, la cual en el sistema parece no tener cabida. El futuro que ella consideraba va más con cuestiones mundanas como seguir vendiendo bocinas con sonidos de los animales que ya no existen en el ecosistema, perros, gatos y pájaros, bocinas programadas para sonar aleatoriamente y sin una estructura, como los animales mismos, un detalle que desde la escritura me parece genial e inquietante.

 

La directora Lucía Garibaldi ha logrado en su segundo filme, un punto muy alto de narrativa y autoralidad coordinando y dando lugar a cada departamento del crew, pues todos los elementos tienen su vital importancia. Además de los elementos tecnológicos visualizados y escuchados, el lenguaje cinematográfico se cimenta en un montaje bastante lento, igualmente en las tomas pausadas de la fotografía, plena en primeros planos, a lo que se añade en su lenguaje la importancia del diseño de producción, con paredes planas, poco adorno y muchos interiores; los exteriores son gélidos y post industriales, vemos mucho suburbio —un gran trabajo de búsqueda y ambientación de locaciones— y poco de ciudad, lo cual crea una sensación de intimidad y nos recrea la opresión sobre la vida de Elisa.

 

El diseño de los aparatos tecnológicos es definitivamente previo a los noventas, vemos las cabinas de teléfono como híbridos con cajeros automáticos y con interfases de MS-DOS, lo que recuerda a películas que mostraban los primeros esbozos de tecnología digital como “Tron” (Stephen Lisberger,1982), también a la visión de las tecnologías derivadas del análogo pero ya con mentalidad propia, en especial veo reminiscencias a la rareza plasmada en “Alphaville” (Jean Luc Goddard, 1965) o también reminiscente a la ópera prima de George Lucas  “THX 1138”. Si bien en esta última el deseo del protagonista era encontrar a alguien, amar y procrear haciendo a un lado el criterio de selección genética ideado por el sistema para tener descendencia, aquí lo que busca la protagonista es la libertad de sentir y vivir una vida que está lejos de lo que el sistema considera destacable.

 

Hay en ella una mundanidad, un deseo de tener más tiempo para saber qué quiere. En los días decisivos para su ida al norte se da la oportunidad de conocer a una vecina, de convivir más con sus tíos e inclusive de conocer, intentando generar dinero para realizar el deseo de que su mamá se vaya al norte, a una serie de fetichistas que pagan por oler, por sentir. Lejos de denostar la práctica, el montaje nos lleva a reflexionar sobre cómo mutan los deseos de la gente ante la ausencia de sensibilidad y de ponderación al tacto y a la experiencia empírica, al control total devenido de las medidas ante tal situación cataclísmica.

 

Las actuaciones impresionan porque nos muestra un amplio abanico de personajes, no se conforma con que quienes son honestos sean poco expresivos y quienes tienen fines mezquinos o egoístas sean quienes fuercen las sonrisas y den cuenta de una falsa amabilidad; la motivación de todos es plausible y constante ante un sistema invisible, y esto se nota mucho sobre todo en las reuniones de adaptación para los candidatos que van al norte, donde la mayoría de jóvenes se notan muy en el papel de estudiantes científicos serios y mediante la amabilidad la capacitadora les recuerda que la poca emoción y el control frío de todo les ayudará en el futuro. En estos interiores y en lo referido al privilegio de irse al norte se resalta el color rojo, el cual es muy ajeno al mundo exterior que está pleno de azul, grisáceo y colores fríos que sin embargo no están desaturados. Sí es una película colorida a pesar del discurso, el cual, cuando llegamos a ver el exterior de la zona urbana, la zona contaminada, es totalmente naturalista; el discurso del color y del diseño de producción parece ir por el lado del control y descontrol, y esto nos dice cosas sin necesidad de volverse algo espectacular. También es muy curioso que el símbolo del régimen que los manda al norte no sea algo tecnológico sino precisamente una semilla que se le da a cada candidato a científico, una semilla gigante que le recuerda su destino, y le obliga a plantarla donde le dijeron.

 

La música es de un romanticismo extraño, utilizando elementos como instrumentos de viento y en la mayoría de las piezas usando la estructura rítmica del vals, el so

 

nido recrea la austeridad de los espacios, mucho silencio de ambiente ante la ausencia de animales, por ello, los efectos de las alarmas y la tecnología irrumpen en muchas secuencias, constituyendo una evolución nada grata de las bocinas puestas en el centro de los pueblos de las comunidades rurales para dar anuncios.

 

Me parece muy curioso haber visto esta película en los días alrededor del estreno de la nueva adaptación de los 4 fantásticos, que también ha optado por el camino del retrofuturismo para tratar de replantear una historia varias veces fallida en la historia de Marvel. En contraste, me da gusto ver una película notable, hecha por un crew constituido entre personas de Uruguay y Argentina, que ha derivado en una colaboración sencillamente increíble que espero no vea pronto un remake hecho en estados unidos, sino apoyo para seguir estirando y estructurando la imaginación y nuevas historias en el género en los próximos años. Por ahora, nos han dejado una crítica muy perspicaz no solo a los sistemas sino al poder de decisión, a las influencias sociales y a la necesidad de un heroísmo predestinado que puede nublar los deseos de las personas y qué hacer con los talentos y circunstancias con los que vino al mundo.

 

 

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