Escuchar los follajes: Sobre Voces de Limo. Muestra de Poesía Peruana En Diálogo con el Territorio y con la Vida

Por Yetzel Becerra Navarro y Omar Jasso[1]

Salir de los pasos, permitir que la casa nos recorra. Lo que observamos, lo que oímos, nos conoce. Cantamos lo que oímos. Voces de limo. Muestra de poesía peruana en diálogo con el territorio y con la vida, es cuando la tierra habla a quien habita en ella. Pedro Favaron, poeta y médico tradicional, y también responsable de la selección de textos, dice en el prólogo: el término “muestras” […] se me ha presentado como más propicio, ya que “antología” tiene una pretensión totalizante que no estoy en capacidad de asumir para esta compilación.[2] Pedro mismo aclara que la muestra es enteramente subjetiva, y que su intención no es otra que la de acercar a lectoras y lectores un atisbo de lo auténticamente poético en un sentido indígena: el poema no obedece a algo como una voluntad disociada del ser humano sobre el lenguaje y el entorno, sino que la voz de un territorio, al devenir el o la poeta una unidad con él, encarna también en los poemas que aquél o aquélla canta.

La pandemia nos ha orillado a vivir en contacto más consciente con nuestra casa. Al permanecer en un encierro cauteloso, parece inevitable preguntarnos: ¿dónde vives? ¿Cómo es tu casa, cómo es el lugar que has trabajado para habitar en él? Nos percatamos de la hechura de la casa, recordamos lo peligroso que puede ser el afuera. Mucha gente percibe este evento como una lección, como un castigo de la naturaleza a la desmesura humana, y estamos de acuerdo con las posibilidades éticas de esa lectura, pero… ¿y si nos detenemos a pensar en que más bien esto es lo común para la vida?: el peligro constante de desaparecer, lo vulnerable que es la vida, lo súbita, lo intempestiva que es. Lo extraño, lo verdaderamente extraño, es que hayamos llegado a creer que podríamos vivir tan cómodamente, sin cruciales peligros, protegid@s por las lindes legisladas de las ciudades maravillosas. Algo nos enajena.

Una vez que observamos con detenimiento la vida vegetal que germina y trepa en enredaderas alcanzando el canto del sirirí, sospechamos o, en el mejor de los casos, somos capaces de entender, algo que no acertamos a nombrar sino como sabiduría que encarna la naturaleza. Esta sabiduría es imposible de escuchar si no nos sumergimos en el bosque, si no nos atrevemos a perdernos en las manos de la tierra, si no nos atrevemos a ser la tierra misma. Sumergirse es hacerse uno, una, con lo que nos rodea. Voces de limo es la invitación a adentrarnos a una selva que termina siendo el Amazonas mismo, a la conciencia rocosa de los callados Andes. Voces de limo también responde a lo que en medio de esta pandemia se ha convertido en una exigencia: adoptar hábitos más sensatos, más sensibles con la vida, a partir de una escucha profunda del planeta. Para que el vuelo, el cielo y las nubes tersas que colindan con el pecho amarillo del sirirí sigan concordes en la canción espiritual de la que también formamos parte, es necesario atender los mensajes que esta muestra nos ofrece.

¿Qué es lo auténticamente poético? Somos conscientes de que la herencia de los cánones literarios del llamado occidente apelan, si no ya abiertamente, sí en sus sustratos heroicos, a una vanguardia como la punta de una lanza detrás de la cual todo parece muerto. Esa lanza, sin duda, está cazando algo: la experiencia más viva, la vibración del aire, el espíritu fugaz del tiempo vivo. No es fácil atrapar a ese animal sagrado, y la exigencia humana de esa carne orilla a las escuelas a convertirse en fábricas, en grandes industrias del extrañamiento, del correlato objetivo, del concretismo y la fanopea y la logopea. Las viejas aventuras, las lanzas de hace décadas o siglos, aquí se han transformado en técnica, y el estudio y la técnica se vuelcan en una suerte de tecnología psíquica que impulsa a las y los poetas a devenir tecnócratas del lenguaje. Ante esta forma de comprender el camino para suscitar la experiencia poética, Voces de limo apela a una poesía indígena en su puntual sentido de inde gena: una poesía que se abre en el interior del mundo como la flor se abre paso a través de la tierra.

La diferencia no es obvia: podríamos pensar que hay una poesía indígena propia de las ciudades, que tiene su propio hábitat, donde los poemas son orillados a brotar del mismo modo en que la industria obliga a las vacas a parir constantemente para cubrir las demandas humanas de carne, leche, queso y demás derivados, y que eso es un íntimo mensaje no de un deseo netamente humano, sino de la naturaleza encarnada en lo humano (una naturaleza ciega y ciertamente sabia a veces y otras veces más bien enloquecida, aburrida, atrapada en su locura de ser una sola siempre y ella misma, si aceptáramos la prosopopeya), y que la poesía que brota, por ejemplo, de tradiciones ancestrales y territorios que no son las grandes urbes, es simplemente una especie distinta; sin embargo, la diferencia no está en la forma de sentir, sino en la de hacer, ya que ambas son conscientes de que sus voces no vienen de ellas mismas. Hay una poesía consciente de su responsabilidad con el fuego. Hay una poesía que dialoga responsablemente con el fuego, y otra en la que el héroe es el yo, un yo que cree que domina el fuego y que no cesa de insistir en demostrarlo hasta que, obviamente, el fuego lo domina. Hay otra poesía en la que no hay héroes, en la que la naturaleza no es la solitaria enloquecida que ingenia corazones y planetas de una nada en la otra, sino una concordia discors, un canto que es la boca que se canta en lenguas infinitas: enigmas, piedras, astros, moscas, árboles, gotas de rocío. Esta poesía sabe que el fuego terrenal siempre destruirá la tierra, así que cultiva el fuego celeste, y modera el fuego del hogar, de la industria.

La ecopoesía, que entiende aquello, no es tanto un concepto como una categoría viva, semejante acaso a la noción de sendero en el budismo. El lenguaje no es solo una herramienta para aprehender el mundo, sino que es él mismo mundo. Comprender esto es comprender que hay un ecosistema en las gramáticas, en las rarezas de idiolecto en idiolecto, y que así como existe explotación en las canteras de la tierra visible, así ocurre también en los espacios profundos del lenguaje. Ahí la industria explota las canteras del dolor, como aquella montaña del dolor de las Elegías de Duino, y drena los lagos de la risa, y depreda los manglares del impulso amoroso. Lo que hace la humanidad con el espacio visible, ocurre también en el espacio más onírico, u onirógeno, de su inteligencia.

Los aerófonos prehispánicos, habitualmente conocidos como silbatos o flautas con forma de aves, peces, jaguares y distintos animales, aparecen tanto en la cultura inca como la indígena mexicana y en general en Mesoamérica; algunos emitían sonidos semejantes a los de los animales que representaban. ¿Cuál era la intención al imitar el sonido de esos seres? ¿Hablar con ellos en su propia lengua? ¿Hablar desde ellos? Hablar con las aves, los árboles, el viento, el fuego y la brisa del mar. ¡Imposible!, apenas al entablar un diálogo con nosotros mismos nos perdemos. ¿Qué fue lo que nos ocurrió en el camino que aquello nos parece tan lejano? Los trazos recogidos en la muestra de poesía peruana ilustran una humanidad comunicándose con lo cósmico.

La apuesta de Voces de limo es que recordemos la ocasión en la que hemos podido experimentar aquella totalidad consciente de la existencia, en donde lo humano se disuelve al contemplar alguna orgía geológica (como la que Mariano Ibérico evoca en el poema Los cerros). Entre suaves declives y levantamientos de moles podemos reconocer los precipicios vertiginosos de nuestra vida que forman parte de una montaña o de un cerro que se encuentra con el canto o balbuceo cósmico del que nos habla Gamaliel Churata. Y qué decir de la experiencia sensorial de Jorge Eielson en la que lo molecular, lo aromático, lo vegetal, se congregan para definir la poesía como el estado permanente del universo.

La muestra arroja también una nueva manera de acercarnos a autores canónicos y suma voces menos conocidas fuera del Perú. Este libro, publicado por la editorial Cactus del viento, es el primero de la colección Ecopoéticas de la Madre Tierra que ofrecerá muestras de otras regiones como Chile, México y la Amazonía, y que circulará digitalmente de manera gratuita. Si alguna sugerencia cabe hacer, a fin de sumar al diálogo, es que, a pesar de la multiplicidad de sensibilidades (todas ellas concordes y plenas de experiencias y saberes), parece un poco desequilibrada la presencia de voces de mujeres poetas, de autoras y autores jóvenes y de otras lenguas indígenas, sobre todo si se trata de una muestra consciente del llamado al equilibrio que suscita esta época. Hay que oír las raíces, sí, pero también el aire fugaz y novedoso (que no es necesariamente moda, y entendiendo que las modas no son necesariamente algo malo), no solo la sabiduría de los ancestros sino el canto de la niña, del agua y del fuego, cantos que impiden que una tradición se vuelva únicamente térrea, pétrea, monocorde. Tenemos raíces, sí, pero también tenemos pies, y otros seres tiene alas, y caudas, y aletas. La muestra, afortunadamente, exhala una multiplicidad vibrante y que palpita. Podemos afirmar con alegría que Voces de limo nos motiva al amor, a lo sagrado, a lo poético, desde una salud del espíritu que ya no debe postergarse.

Favaron, Pedro. Voces de limo. Muestra de poesía peruana en diálogo con el territorio y con la vida. Cactus del viento, Tsukuba, 2020.[3]

  1. Texto a cuatro manosOmar Jasso (1990). Estudió Letras Clásicas en la UNAM y Creación literaria en la UACM. Ha publicado «Tierra» (Editorial Literal, CDMX, 2020), y textos suyos aparecen en las antologías «Los reyes subterráneos» (La Bella Varsovia, España, 2015), «Poetas parricidas» (Cuadrivio, CDMX, 2014), «Últimos coros para la tierra prometida» (FOEM, Estado de México, 2013) y «Ritmo. Poesía joven de México» (UNAM, CDMX, 2018).Yezel Becerra Navarro (1993) Estudió Creación literaria en la UACM. Profesora de Creación literaria en la Escuela de Escritores Indígenas A.C (2019). Cuentacuentos para el departamento de Fomento cultura infantil de la Secretaria de Cultura de la Ciudad de México. En 2015 asistió al VI Festival de Poesía de Lima (Perú) donde junto con otros escritores realizó lecturas de poesía en escuelas, plazas públicas, y casa de cultura. Actualmente es Fundadora de “´Poesía escrita por mujeres” ciclo de talleres en centros culturales, independientes y online.
  2. Estas palabras nos han puesto a pensar en el término antología: viene del griego, como bien se sabe, y significa selección de flores. Y sentimos que, bien mirada, la palabra antología no tiene la intención totalizante (de carácter histórico y político) que se asume ante muestra, que suena, paradójicamente, más de laboratorio. ¿Qué piensan ustedes? No es nuestra intención, de ninguna manera, juzgar a bien o mal; sencillamente a Yetzel y a mí nos maravillan las flores, aunque también comprendemos el cuidado y la precisión conceptual, tan necesarias para la lucidez común.
  3. Compiladores: Ángela Parga, Boris Espezua, Carlos Estela, Diego Sánchez Barrueto, Edgar Saavedra, Francisco Fenton, John Martínez, Julia Wong, Pedro Favaron, Víctor Salazar Yerén y Yaxkin Melchy.

 

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