Entre baches y coronavirus: la nueva normalidad del transporte público

Por Natalye Reyes Monroy

 

Todos los días, al terminar su turno como conductor de la ruta 63, el señor Ramón Hernández se dirige a su casa, mentalizado para llegar a cambiarse de ropa casi de manera inmediata. Posteriormente, deposita las prendas que porta durante sus horas laborales en un cesto de ropa sucia, y enseguida se quita las botas que utiliza en su labor para limpiar la suela de éstas, dando paso a abrir la llave de la regadera dispuesto a darse una ducha.

En sus casi tres décadas conduciendo, ésta es la primera vez que su trabajo representa un peligro para su familia. Pese a la emergencia sanitaria por COVID-19, los medios de transporte y sus conductores no han parado sus operaciones. Ramón se arriesga diariamente. Desde el momento que sale de su casa, se enfrenta a la posibilidad de ser contagiado, y cuando vuelve, corre el riesgo de traer el virus con él.

Ahora, con el protocolo de la Nueva Normalidad, la exposición y los retos aumentan. Ramón, como muchos otros conductores de transporte concesionado en la Ciudad de México, ha tenido que adoptar normas de salubridad para cuidar su integridad, la de su familia y la de los pasajeros. Estas medidas no tienen precedentes y han dado pie a una nueva forma de vida para los trabajadores del transporte público.

 

Las venas de la Ciudad de México

El primero de Junio se decretó en la Ciudad de México el plan de “Nueva Normalidad”. Éste consta de un proceso de tres etapas, que tiene como objetivo reactivar las actividades socioeconómicas; es decir, permite que ciertos sectores reabran sus puertas, con el fin de controlar la transmisión del COVID-19.

Con base en datos de la Secretaría de Salud (SSA), hasta el 13 de Julio se tienen registrados en la Ciudad de México 58 mil 114 casos confirmados, 10 mil 832 casos sospechosos y 7 mil 722 defunciones a causa de Coronavirus. Esto indica que la metrópoli tiene la mayor tasa en todo el país, con 45.17 por ciento de contagios por cada 100,000 habitantes.

Este contexto representa que en la Ciudad de México se vea reflejado el mayor índice de contagios de todo el país, por lo que las rutas de transporte y los propios transportistas son un factor exponencial, no solo de riesgo, sino como catalizador de la enfermedad en la capital. En la urbe se registran 2 mil 311 rutas y ramales de transporte concesionado que no ha dejado de dar servicio, a pesar del riesgo de salud que representa para los conductores de estas unidades.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en la Ciudad de México se tienen registrados 18 mil trabajadores transportistas distribuidos en toda la ciudad, los cuales se dan a la tarea de movilizar a 13 millones de pasajeros cada mes a lo largo y ancho de la capital. Una cifra que expone, por sí sola, el riesgo que implica la movilidad en las redes del transporte público. Por ésta razón, cuando el gobierno de la capital adoptó el “Plan gradual hacia la Nueva Normalidad” se incluyó en él indicaciones para su operatividad.

 

Susana Distancia sobre ruedas

Con la Nueva Normalidad, el transporte público operará de acuerdo al semáforo del gobierno federal, es decir, cuando el semáforo marcaba en rojo, las unidades circularon únicamente al 50 por ciento de su capacidad. Por su parte, desde que el semáforo cambió a naranja, los vehículos de mediana y baja capacidad son ocupados hasta un 80 por ciento. Será cuando el semáforo se torne amarillo que los transportes de gran espacio operarán hasta el 75 por ciento de su capacidad, mientras que los de baja y mediana capacidad se desplazarán al 90 por ciento, por otro lado, cuando el semáforo marque el color verde, todas las unidades podrán desplazarse al 100 por ciento de su cabida.

No obstante, ante las medidas que el gobierno de la Ciudad de México ha implementado para la reapertura de distintos servicios, los choferes de transporte público se enteraron de estas medidas por medio de las noticias o redes sociales. En la ruta 41, que corre de Miguel Ángel de Quevedo hasta San Nicolás Cazulco, únicamente se les hizo llegar un escrito por parte de la directiva de la misma ruta, en donde se les comunicaba que tenían que implementar medidas como el uso de cubrebocas de tela y la repartición de gel antibacterial en chófer y pasajeros, así como la constante limpieza y sanitización de las unidades de transporte público, cuenta Guillermo, conductor de 34 años.

 

Sanitización y salubridad 

Guillermo Portillo, conductor de la ruta 41 comenta: “yo sigo las instrucciones que me han dado, porque hay lugares en que te llegan de imprevisto los de sanidad y te andan revisando que traigas todo. Hay que estar limpiando cada vuelta o media vuelta los asientos, los pasamanos y demás…”

Ramón, por su parte, ha decidido mantener el uso obligatorio del cubrebocas, repartición de gel antibacterial y sanitización constante de su unidad. A pesar de su larga trayectoria como transportista, Ramón asegura que nunca antes se habían tomado en serio la limpieza de sus unidades, hasta que, con la reincorporación de las actividades en la metrópoli, los conductores de transporte público han tenido que adoptar medidas para evitar la propagación del virus dentro de sus camiones.

El gobierno de la Ciudad de México sentencia que las medidas preventivas siguen siendo obligatorias, esto implica la sanitización de las unidades de transporte, así como el uso de cubrebocas en todo momento, tanto en conductores como pasajeros; en suma, la Sana Distancia y repartición de gel antibacterial en las unidades. Además, evitar hablar, gritar o cantar durante el trayecto y evitar ingerir alimentos durante el recorrido.

José Luis, conductor de la ruta 21, se muestra un poco reacio ante las medidas. “Pues traigo el tapabocas y me lavo las manos cada vuelta, lo básico”, cuenta, con un poco de escepticismo hacia la enfermedad. “Es que si te entra pavor, miedo, te ataca más; ya no te cierra los pulmones porque quiera si no por el miedo”, comenta. José Luis muestra con orgullo la limpieza de su unidad y las condiciones en que se encuentra; parte de sus medidas estéticas son una cortina para separarse del pasaje y toallas para limpiar. “Siempre esta camioneta la podrás ver limpia, siempre, incluso la unidad que traigo me gusta tenerla presentable”. Él se muestra seguro ante el peligro, y es que tanto su esposa como su hija han superado al coronavirus:  “Yo llevo mi rutina normal” .

 

Economía y COVID-19

La Nueva Normalidad también ha reabierto ciertos sectores económicos de la población. Durante el semáforo rojo se agregó a la lista de actividades permitidas la construcción, la minería y la industria relacionada con la fabricación de equipo de transporte. Actualmente, con el semáforo en naranja se han anexado las actividades de comercio al menudeo y restaurantes (al 30 por ciento de su capacidad), hoteles (al 30 por ciento de capacidad), tianguis y mercados sobre ruedas, estéticas y tiendas departamentales (al 30 por ciento de capacidad).

Sin embargo, la situación de los conductores se ve afectada de manera directa, por ejemplo, para José Luis lo más difícil ha sido el duro impacto en su economía. Él coincide en que el pasaje no ha aumentado, a pesar de las medidas para el regreso a las actividades. “Uno creería que subiría el pasaje. Esperábamos que ya subiera, porque hay un buen de carros. Hay un resto, pero pasaje no.”

La situación por la que pasan los transportistas es preocupante, pues mientras los ingresos siguen a la baja, mantienen las mismas responsabilidades con su familia y los ingresos que perciben al día son destinados a sus gastos, a la reparación de su unidad, si es que llega a sufrir algún daño y, en caso de que el camión no sea propio, deben entregar una cuota al dueño de éste.

Para Guillermo, quien tiene 15 años laborando en la misma ruta al sur de la ciudad, la Nueva Normalidad es contrario a lo que esperaba, ya que ha visto una disminución en el pasaje con la reincorporación a la nueva normalidad. Señala: “Antes que entrara esto la cuenta que tenía era de 1400, en cuanto entró todo esto llegué a meter 800 pesos a mi patrón y ahorita con la nueva normalidad bajó hasta 400 pesos.” Para él, la situación ha ido empeorando, teniendo una pérdida aproximada de 36 mil 600 pesos durante el mes de abril y mayo y 30 mil pesos durante el mes de junio.

Durante el transcurso de la pandemia, el Gobierno de la Ciudad de México, a través de la Secretaría de Movilidad (SEMOVI), implementó el Programa de Apoyo al Transporte Público Concesionado mediante un bono a los conductores de entre 4 y 6 mil pesos para combustible, así como prórrogas de entre tres y cuatro meses en el pago de los créditos adquiridos con instituciones financieras por parte de los concesionarios. Sin embargo, a través de un comunicado, SEMOVI precisó que solo se repartieron 350 tarjetas, es decir, de 18 mil conductores de la metrópoli, únicamente 350 personas contaron con dicho apoyo.

El transporte público fue considerado como actividad esencial desde el principio de la pandemia, y con la reanudación de otras actividades debía de esperar un aumento en la cantidad de pasajeros. Este aumento, al contrario, ha sido lento y, en ciertos casos, aún no ha llegado. Luis Manuel, conductor de la ruta 633, cuenta que si bien el pasaje ha aumentado desde el inicio de la Nueva Normalidad, éste ha sido un ligero aumento; continúa siendo un mal momento económico para los trabajadores.

 

Ingresos a la baja ¿y la inseguridad?

“Al menos los asaltos han disminuido mucho porque la situación económica está muy mal. Entonces, pues no hay a quien robar.” reflexiona Ramón. Un poco de alivio entre tantas dificultades para los conductores de transporte público.

Según cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), el robo a transporte público disminuyó en un 36 por ciento en el primer trimestre del 2020, en comparación con el mismo periodo del año pasado. Después, con la jornada de Sana Distancia, el crimen ha disminuido aún más. El SNSP informó que entre Abril y Mayo se reportaron 326 asaltos a transporte público. Esto contrasta con las cifras que registran cerca de 500 asaltos al transporte en el mes de Enero y Febrero.

Sin embargo, los crímenes no han parado y no todos corren con la misma suerte. Al sur de la ciudad, Guillermo considera que los asaltos a las unidades de transporte público han ido en aumento con la implementación de la Nueva Normalidad. “Es una agrupación, son las mismas personas, operan en distintos puntos y únicamente se van rolando”, opina.

La Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México no ha emitido cifras al respecto de cómo se ha comportado la delincuencia durante la Nueva Normalidad. Aun así, el transporte público se sigue viendo en riesgo de asalto y de contagio.

 

El espíritu del transporte: Los pasajeros

En la ruta 41, todos los pasajeros traen cubrebocas, aunque unos lo usan en la barbilla. Entre los que esperan a que llegue el camión está Karina Zúñiga. Ella, quien trabaja como asistente de dentista, toma diariamente esta ruta y otra más para trasladarse de su casa al trabajo. “Yo si he visto que los choferes siempre traen su cubrebocas, algunos hasta mascarilla, pero son muy pocos, igual que con los guantes, pero eso sí, ahí tienen el gel para que tú te eches”, comenta.

“Siempre trato de usar manga larga, el tapabocas. Y antes de subirme al primer camión me pongo mi gel, y me lo vuelvo a poner antes de entrar al trabajo o a mi casa” Sin duda, los pasajeros son la mitad faltante de la dupla que debe de hacer frente al COVID-19 en la Nueva Normalidad. “La verdad es que no nos queda de otra, porque mucho salimos a trabajar”.

Karina había pasado dos meses sin trabajar antes de la reapertura económica de la ciudad. Ella considera injusta la situación de los conductores. “Pobres hombres, no tienen mucho de donde sacar y todavía tienen que estar comprando cosas para no contagiarse. Está cañón.” Las medidas que los conductores tomen sólo servirán si los pasajeros las siguen. Tanto Ramón como Luis Manuel concuerdan: “A mí nadie me ha preguntado acerca de las medidas”.

Ninguno de estos conductores es un caso aislado, a pesar de la distancia entre ellos. Arturo Monte, parte del gremio desde hace 34 años, tiene miedo de la misma forma que Ramón, así como José Luis y Guillermo, cada quién con sus problemas personales. “Yo tengo miedo de contagiar a mi familia, porque yo vivo con mi suegra y mis niñas están pequeñas, más que nada, por ellas.”

 

Para los conductores de transporte público no ha sido nada fácil sobrellevar la pandemia del Coronavirus, viven con la presión de tener que llevar dinero a casa para poder comer, y salir a buscarlo representa un riesgo para ellos y su familia. Siguen trabajando, sin apoyo del gobierno, ni de la ruta, tomando las medidas sugeridas y manteniendo viva la ciudad.

Ante tal incertidumbre Arturo se apoya en: “rezar mucho y encomendarme al de allá arriba, porque yo soy un simple mortal que se puede enfermar. Por eso pido, para que no me enferme, porque me preocupa dejar desprotegida a mi familia”.

Paulatinamente la sociedad se reincorporará a sus actividades y la situación de los conductores regresará a una cierta normalidad. Pero, mientras no haya una cura definitiva para el COVID-19, tanto los conductores como los pasajeros deben construir una nueva cultura en el transporte público, pues afecta las vidas de todas y todos.

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