Ingrid Rocha | Poemas

Ingrid Rocha (Ciudad Juárez) La representación sin máscaras de la tragicomedia fronteriza.

 

Contraluz  

Reposa en mi, la piel ahogada en pesadumbre, mientras reclamo a la
vida el descuido intermitente que me trajo aquí. 

En fuego 

En frenesí 

No he de culpar la naturaleza marchita de la flor. He de reconocer que
se dirigió el paso hacia una vereda trazada por caminantes muy viejos
y muy niños. 

La vanguardia del despojo. 

Tengo diez tentáculos.

Uno se desprende al paso del otro,
después de simular entre fosco y luz, un mignon. 

Teatro de sombras. 

El último entrelazo, corrige la última vertebra. La postura de lo
incorregible. El peso. La verdad. La misericordia que adorna la
fachada del miedo. Se ha renovado a la nueva y confiable mejor postal
de El Partenón. 

Soy el reflejo cruel del espejo de inicio. 

Ahora, una pared que proyecta y ofrece amables imágenes del otro
mejor mundo, sutilmente a claridad,

a enfoque, ante mi: viejo
muro parchado de retazos frágiles y gastados a contraluz. 

La libertad era ella: lo próximo del presente. 

El ermitaño discurso del desencanto, frustrado en tristes piezas musicales
que ensordecen la razón. Como El Niño que cubre sus oídos para
alejar fantasmas. 

La Reyna de la canción del baile. 

La salvaje dulzura de la verdad cohabita la superficie del Río que me
lleva. 

La piel ahogada en pesadumbre florece. 

La luz ya es otra. 

“Wild, white horses 

They will take me away”. 

Escombro

Manual en prosa para recuperar un espacio que fue ofrendado a la inmundicia:

Es saberse foráneo pisando sus propias huellas.

Levantar escombro para buscar la raíz que brotó lejana.

Es encontrar derrumbado el hogar, lo confortable de una espera turbia.

Verse el en el espejo del hastío hacia lo indiferente.

Dejar que las sombras se vayan con el sol, respetando las cuencas de la pared, lo alto del techo, lo escaso del piso.

Dejarlo todo a la imaginación.

Se acabaron tus años de suerte?

Vuelve a fincar ahora un recuerdo que no derrumbe, un rincón que hayan dejado para el arrepentimiento.

En tierra, escombro.

Solo yace el cadaver del apego.

Dejar la sobra de todo a la falta de nada. Resignar al olvido una ajena morada.

Lunes

Una historiecita pequeña, pequeñita que empieza y termina en un domingo, después de otro domingo de esperar.

Y llorar porque eso es lo que pasa siempre en un domingo que uno espera y no llega, y no pasa y se quedan la nariz roja, los ojitos hinchados y la tristeza de un domingo cualquiera abrazado a ilusiones gastadas como último recurso del último día de posiblemente la última semana de esperar. La habitacion como campo minado y el desorden organizado de toda la semana de domingo y todo, todo para darte cuenta que es uno más, un domingo sin museo, un domingo puesto en una esquina de una simple galería olvidada. ¡Basura! Es basura. Solo el artista basura tiene la melancolía del último día, de su pieza, de su espera, es otro día sin tiempo, es plano, y duele, y quieres que termine para que sea el horrendo lunes del que reniegan cuantos. Yo no, no reniego ni de mis domingos, los abrazo, los sufro, les hago poesía de escombro, les lloro, les acaricio con aceite de coco, les mal gasto, les sacrifico por otro, les expongo al amor cruel, les odio y les aprecio como un regalo que no gusta. Lo guardo como el regalo que no gusta, con la emoción de abrir el siguiente, y que no tenga recuerdos, y que pueda quedarme ahí como si yo lo hubiese escogido, y que no pase un día o dos, o una semana y que pase, y que sea un mes, un año, una vida sin recordar la historiecita, esa pequeña que no se cuenta en un domingo de esperar.

 

 

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