Por Dorali Abarca
Que estoy fatigada de caminar entre el concreto y el humo de los coches, que es lo único que puedo respirar en este monstruo de ciudad, paso mis días de camión en camión, y aun así sigo caminando, camino y camino, creyendo que mi tristeza puede ser absorbida por los sonidos que van rodeando mi andar, este paisaje que en su relleno esconde el producir de todxs nosotrxs, un andar que no para, que te obliga a no contemplar nada, pero la nada siempre es algo cuando la menciono, se hace presente.
¿En qué se ha convertido el pasaje del obrero, el pasaje del proletariado? me he preguntado mientras intervengo un estado de observadora; nos han saqueado, dejado sin nada, pero ellos lo quieren todo de nuestro lado, bosques por concreto, manantiales por empresas, humanos por máquinas. ¿Qué paisaje nos regresan? El hostil, caminos sin bancas, jardines con picos bien distribuidos para evitar que alguien descanse, banquetas estrechas, parques sin árboles, casas inhabitables, gentrificación, escuelas con menos árboles y más edificios, flores para adornar la ciudad, flores falsas, flores tristes. El paisaje triste de la ciudad que entristece corazones tristes. ¿y que nos queda a lxs del campo, a lxs olvidados? El paisaje sonoro del campo, empapado por el frote de la milpa con el Leer más