Patricia Valenzuela Lugo | Poemas

Patricia Valenzuela Lugo (Santa Rosalía, Baja California Sur. México, 1967). Originaria de Mexicali, B.C. pediatra. Habitante y amante del desierto sudcaliforniano y mar bermejo desde 1997. Promotora cultural independiente. Coautora del poemario A Dos Tintas, Nódulo editorial, 2016. Coautora de El feminismo me jodió la vida (y después me salvó), Corda ediciones, 2022. En 2023 Participé en la Antología Detrás de estas palabras hay una mujer, Ed. Alquimia.   Publiqué de manera independiente el libro-objeto (artesanal): “Mujer abismo. Poemas breves para resistir en el desierto”.  He publicado en diversas colectivas feministas. Soy librera en la librería La Vendedora de Libros, de la cual soy fundadora.

 

 

 

Hipatia

No más Hipatias en la historia,

en la vida cotidiana.

No más campanadas fúnebres

de religiosas o paganas.

De filósofas, astrónomas,

médicas, enfermeras.

Estudiantas, vendedoras,

estilistas, deportistas.

Niñas, madres de familia.

No más huérfanas ni huérfanos.

No más mujeres que esperan

a sus hijas con velas encendidas,

entre llantos y lágrimas

aferradas a un retrato

en silencio en la cocina.

Hincadas ante un altar,

protestando, excavando.

A Hipatia la desnudaron,

desgarraron sus carnes

con conchas y tejas,

por ser mujer

sabia, de ciencia.

Para borrar su recuerdo,

por no someterse al cristianismo.

Así muchas

han sido asesinadas

por turbas o solitarios.

Por tener vulva y vagina.

Por no besar la cruz

de un sistema

que nos quiere

calladas y sumisas,

pariendo y cuidando.

Prisioneras

del amor romántico.

Hagamos la revolución

desde la teoría.

En universidades,

plazas públicas,

oficinas gubernamentales.

En colegios y cafeterías,

en la recámara,

en cenas familiares.

Que al grito de Hipatia

los violadores, acosadores,

abusadores, tiemblen.

Nunca, nunca más

tendrán la comodidad

de nuestro silencio.

El patriarcado

no se va a caer,

lo vamos a tirar.                                

 

 21/03/2022

 

 

 

Tardemente (Carmen)

Nueve meses me cargaste en el vientre,

después en los brazos.

Me ofreciste de tus pechos, calostro,

de las noches, tu sueño,

de los años, tu juventud.

Rompí tu piel al crecer en tu interior.

Líneas blancas indelebles,

vetas hundidas, nuevas y viejas

con las que firmamos tu cuerpo

yo y las otras siete crías que pariste.

Seguiste mis pasos no solo de niña,

también de joven y adulta.

Cuando me fui de tu casa

me quedé en tu “cabeza

como la huella de una ausencia.”

Y a mí,

nunca se me ocurrió preguntarte en vida

cuáles fueron tus sueños y deseos,

Si los realizaste o no.

Si deseaste, qué y a quién.

Si nos deseaste.

Sí, a tus ocho crías.

Si alguna vez te arrepentiste

o quisiste renunciar al rol de madre,

de cuidadora, de mujer “de”.

Si llegaste a conocer a la mujer que fuiste

 o simplemente la dejaste en el olvido

por darte a la crianza, a un hombre

y a los quehaceres de la casa.

Si te sentiste querida, deseada, valorada.

Muchas veces te vi contenta,

también llorar y reñirle a mi padre.

Te vi lavar ropa, trastes. Planchar.

Ir al mercado. Cocinar.

Ser la última en sentarte a la mesa,

en apagar las luces e irte a la cama.

Limpiar después de las fiestas en casa.

En otro tiempo

hubiera podido decir con seguridad,

que sí, fuiste feliz.

Ahora no lo sé. Tardemente.

Porque las mujeres de tu generación

fueron educadas para darse,

estar para los y las demás.

“Flor con forma de mujer

Esa es la imagen

de la ama de casa:

las mamás son bellas, son como rosas

plantadas en un solo lugar

y se van a quedar ahí

por más bellas que sean.”

Con ese amor incondicional

de madres sacrificadas, abnegadas.

¿O de mujeres sometidas?

Roles asignados, inexorables, qué ejercer.

 

05/03/2023

 

 

 

 

Publicado en Obras literarias y etiquetado , .

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *