Hay un helicóptero en el jardín

Por Lisa Mena[1]

Justo hoy que nos destapábamos ese vino.

Leo y releo y no entiendo ¿Cómo es posible que se les haya escapado una estupidez así?

¿Cómo les explico?, ¿por dónde empiezo? 

Rápido, una estrategia, eso sí que sabés hacerlo: resulta ser que siempre me dediqué a otra cosa. No, no me pongas esa cara, por favor. Es algo útil y necesario lo que hago, no te das una idea…No, no, no, ¡no!, arrancá distinto.

Supongo que en cualquier momento me llaman.

Mirala a Ruth ahí en el jardín, siempre que los padres se apartan a tomar un vino en silencio es porque todo está bien. Una vez te confesó que eso la ponía contenta… ¿cómo la encaro?, ¿cuánto tiempo voy a tener?

Y qué hambre me dio, pero no bajes a la cocina. Todavía no.

A ver: resulta ser que me están llamando de afuera, me voy a tener que ir por un tiempo. Me van a preguntar cuánto. Pongo cara de que no sé. No, no, eso se tiene que responder.

Pensá otra cosa.

¿Era sospechoso que siempre tomáramos Malbec? Cualquiera, nunca nadie dudó de tu historia. Sos el mejor, siempre lo hiciste impecablemente bien…qué hijos de puta, cómo te pueden hacer esto.

¿Hay algo pendiente? ¡Ja!… bueno, el gas lo pagamos, sí, ¿no? Algo dijo ella, como que lo que había hecho. Les mando dinero después, listo.

¿Se tendrán que mudar, también? 

Por favor, que suene el teléfono.

Ruth solo juega, bien tranquila. Cuando compita, la voy a ver por internet… supongo, si no me bloquean eso…Dios, no sé ni qué estoy diciendo, ¿el contacto se corta para siempre?

¿Acaso no fue así cuando viniste para acá?

Pero qué mierda importa esa vida, esto es lo que vale. No tenía que ser así, pero por algo ella se me cruzó… servían una cerveza especial ese día, en ese lugar…tenía un nombre raro, loco que vendieran cerveza acá, en el culo del mundo, pero bueno…

El helicóptero ese… a lo lejos, ¿qué le pasa?, no puedo ni pensar. 

¡El bolso! Eso, ¿qué meto?… qué desastre… ¿De qué me arrepentiría no haber llevado cuando…cuando esté…no sé, cuando ya no esté?

¿Y a dónde voy?

Podrían llamarme estos hijos de puta antes de que me arroje por la ventana.

17 años asegurándome la supervivencia, más capo que Dios, más capo que todos, para que ahora…

Cómo gritaría, Dios, cómo gritaría…pero no puedo. Callate ya, tenés que armar lo que vas a decirles todavía.

¡Helicóptero y la puta que te parió!

No voy a poder disimular la cara. Todos esos dolores que pasaste y en los que te callaste y te mantuviste firme fueron distintos. Había una recompensa. Destruime, haceme lo que quieras, cuando esto pase, si es que pasa, voy a volver a mi casa… ¿Pero ahora?, ¿a qué casa volvés?

No, no, no, no vayas por ahí… vas a perder la razón, ya lo estoy haciendo. 

Che… ¿no serán ellos?, ¿por qué se escucha tan cerca esa cosa?

No voy a poder hacerlo…

– ¿Hay un helicóptero sobre la casa?

Obvio, idiota ¿Por qué dijiste eso, y a los gritos? Ni me di cuenta.

Ahí viene ella. No, no, no entres, por favor…te lo suplico.

– Karin, llamala a Ruth, tengo que hablar con ustedes.

Hacelo, no digas nada.

– Ya te voy a decir, no hay tiempo.

¡Karin, dejá de hablar que ya no escucho!

– ¡Dale!

Ahí se bajan. Siempre tan imbéciles. Podrían haberme llamado.

No hay tiempo. No va a haber bolso. Las fotos, nada más, como siempre. Rápido, esa de ahí…siempre fue la más linda.

Vi de todo, pero ahora hay un helicóptero en el jardín.

Si vienen es porque fue demasiado grave.

Y Ruth ya no va a sufrir pensando en que sus padres están peleados, otra vez.

Si vienen es porque estoy extremadamente expuesto, y ellas también.

Y me ponen un helicóptero en el jardín.

– Tranquila, no les digas nada. Yo hablo con ellos. Me conocen.

Qué mierda hacen.

– ¡Estoy acá! Dejenme hablar con mi familia.

Ni se te ocurra hacerme ese gestito de nuevo, pelotudo.

Sí, Karin, hablo español.

– Tengo que irme, chicas…Ruth, mirame… Abrazame…las dos… Gracias.

Listo.

– Luego les explico.

¿Qué?

Ya fue. Vamos.

El vino quedó destapado, ¡la puta madre!

 

 

 

[1]Lisa Mena (1989, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina). Soy licenciada en letras y directora de cine. Me encuentro editando mi primer libro de poesía y escribiendo permanentemente cuentos y guiones de ficciones que vieron o verán la luz. Imaginar y escribir son mis máximas devociones; sin ellas, no podría construir mis días.

 

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