Por Francisco Tomás González Cabañas
“El sentido es justamente lo que no es provisto por sí mismo,
sino por lo otro; es en eso en lo que la metafísica,
que busca un sentido más allá de las apariencias,
ha sido siempre una metafísica de lo otro”
(Rosset. C., Lo real y su doble)
¿Qué buscamos al retratarnos mediante instrumentos inteligentes para luego multiplicar tal toma en las redes? ¿Acaso nos hemos detenido a preguntarnos acerca de esto? ¿Acaso nos preguntamos? Cuántos de nosotros, es decir, en lo concerniente a la toma de decisión, no la hemos cedido automáticamente al apéndice instrumental que nos retrata una y otra vez, en un automatismo funcional que nos condiciona tal vez a que no nos preguntemos, a que no nos cuestionemos, a que no pensemos, ni sintamos, sino que simplemente vivamos en el postureo, para haber pasado a ser ese otro de nosotros traducido en una interfaz o pantalla (la vida misma en su relación con el más allá o con no vivirla por el temor a morir).
“Privada de inmediatez, la realidad humana queda naturalmente privada también de presente, lo cual significa que el hombre queda privado de la realidad a secas, si hemos de creer lo que dicen los estoicos, uno de cuyos puntos fuertes fue afirmar que la realidad sólo se conjuga en el presente. Pero el presente sería demasiado preocupante si no fuera más que inmediato y primero: sólo es abordable por medio de la representación, luego según una estructura iterativa que la asimila a un pasado o a un futuro en favor de un ligero desfase que corroe su insoportable vigor y únicamente permite su asimilación bajo la forma de un doble más digerible que el original en su crudeza primera”[1]