Por Francisco Tomás González Cabañas
Como sociedad, estamos respondiendo o, mejor dicho, refutando a Max Weber. El canonizado autor, en “La política como vocación” o profesión —se prefiere esta última acepción de la traducción del alemán original—, nos legó la definición clásica de “las formas de poder basada, en primer lugar, en las dotes extraordinarias del jefe que producen en los seguidores dedicación y fe absolutas, dando vida a la autoridad carismática; en segundo lugar, sobre la autoridad del eterno ayer, o bien, sobre la autoridad tradicional, como la de los patriarcas y la de los antiguos reyes; por último, la dominación ejercida a partir de la confianza en las reglas y en los procedimientos legales, a la que corresponde la autoridad racional–legal, característica del Estado de derecho moderno” (Herrera, M. “Más sobre Weber y la política como profesión”).
En la sección final de este texto, piedra basal de la sociología y la ciencia política, el autor refrenda aquella sugerencia para el político de balancear la ética de la convicción Leer más