Por Ana Hurtado[1]
Existe una disputa histórica sobre la autoridad intelectual del tan controvertido e inagotable concepto América Latina. Abundan discusiones extenuantes sobre las connotaciones, orígenes y evoluciones de América Latina como definición, unidad cultural y espacio geográfico. No obstante, de esta amplia producción intelectual se esgrime un aspecto significativo: el sesgo patriarcal y etnocéntrico que desplaza tajantemente el aporte de postulados políticos y filosóficos de pensadorAs.
No existía un nombre que aglutinara toda la complejidad geocultural de esta región compuesta por tantas fronteras simbólicas y terrestres. América Latina es y será una polisemia. Sin embargo, cuando después de los viajes de Colón, Europa sumó este pedazo de mundo a su acotada cartografía comenzaron a aparecer muchas formas de nombrar estas tierras, el Nuevo Mundo —como lo bautizó el relato colonial— parecía acomodarse en cualquier taxonomía que se le asignara. Tras los primeros viajes de Cristóbal Colón, en los jardines de la Corona Española floreció un vigoroso deseo de poseer las maravillas que, según contaban los cronistas, se vislumbraban al otro extremo del Atlántico.
Las indias fue el primer nombre colonial otorgado por el saqueador de América, Cristóbal Colón. Y aunque las costas orientales de Cuba recibieron a los almirantes Rodrigo de Xerez y Luis de Torres en noviembre 1492[i], fue una latitud excluida de Las Indias por la ignorancia de Cristóbal Colón. No fue sino hasta 1508 cuando se supo que era una isla, es decir, un territorio aparteLeer más