Punto de partida o destino

Ilustración de Yelena bryksenkova 

Por Priscila Alonso[1]

 

I

Quisiera abrazarte tanto para llenarme de ti

Para que tenga algo que pueda recordar cuando te marches

No quiero ser fatalista, pero siempre le va mejor al que se va

Los que nos quedamos estamos siempre viviendo de recuerdos

Cambiando los muebles

para hacer todo menos pesado

Pintando la casa

para borrar el rastro

Ya hace tres años que todo acabó

y aún quedan cosas tuyas, nuestras, en el cuarto de servicio

Siempre digo que hoy las dono, las tiro o las regalo

Pero por más que amanece, ese día no llega

 

II

Cuando pienso en la muerte, me viene a la mente la primera línea de El extranjero de Camus. También recuerdo los rezos en las casas de las amigas de mi abuela, algunas veces parecen más lamentos, sollozos…

Los cantos no alegran, duelen, limpian. La tierra no huele, las cenizas no vuelan, las cajas se quedan vacías como las almas y los corazones y no hay papel ni frascos suficientes para colocar el agua salada que recorre nuestros poros.

El ‹‹ hasta luego ››, los arrepentimientos y los nardos ya no existen. La incapacidad de abrazar, ver Leer más

Casandra Indriago | Poemas

Casandra Indriago (Venezuela, 1977). Es Licenciada en letras por la Universidad Central de Venezuela, Magister en Psicoanálisis por la Universidad de León, España y Técnica en Artes Escénicas. Trabajó como docente de Lenguaje y Literatura en la Universidad Nacional Abierta de Venezuela. Es actriz y directora de teatro. En la actualidad es docente de Lenguaje y Literatura en el Colegio Ecuatoriano Español América Latina, ubicado en Quito.

 

 

 

Sé que tengo manos porque las he quemado
con pieles de leopardos olvidados.

Tengo ojos, lo sé, porque han sido arrojados
a las fogatas prehistóricas donde la línea
ruega por una existencia más lejana que la muerte.

Pies, tengo pies, porque se enredan en las raíces
donde larvas ciegas inventan el amor.

Pero el corazón, bah,
corazón no puedo decir que tengo uno
sólo oigo un golpe de ataúd
en el lugar donde habita.
Solo tengo noticias lejanas de sus
inundaciones saladas,
de sus escombros vulgares
de las luces fugaces que levantan
otros mundos.

 

 

 

Salida del laberinto

Lanzas paganas cuelgan

      donde el miedo fue

convertido en rumor.

 

Minos

indefenso

      sabe que no va

      a morir.

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Cuando tenía dolor de panza

Por Jesica Gonzáles

Recuerdo cuando nos mudamos de lo de mi abuela, el camión de mudanzas sobre la calle, las cajas apiladas sobre la vereda, yo con mis hermanitas agarradas de los fierros que parecían laberintos dentro del camión, mientras el conductor prendía el motor saludamos con nuestras pequeñas manos a esa casa que por mucho tiempo había sido nuestro hogar. Nos dirigimos a la nueva casa, con paredes blancas, habitaciones pequeñas, con una grifería que no paraba de gotear.  Yo tenía 5 años, comencé el jardín y luego fui a la primaria que estaba a una cuadra de casa.

No me gustaba ir a la escuela porque siempre nos decían cosas muy feas a mí y a mis hermanitas, que éramos pobres, que se nos notaba en la cara y hasta en el pelo.

Una vez llegué medio dormida al cole, mis compañeros empezaron a burlarse de mí porque tenía pedazos de colchón pegados en el cabello, “cabeza de colchón” me decían, o se burlaban por el olor a humo de las brasas con las que por las noches mamá cocinaba en el patio porque no teníamos gas. Otras veces íbamos sin desayunar y terminamos en la dirección con dolor de panza. En tercer grado tuve a una maestra llamada Andrea, era muy buena, cuando tenía dolor de panza ella me preparaba un desayuno para que tomara antes de entrar a clases. Una tarde,Leer más

Qué suerte tiene el sol

Por Karina Mora Mendoza

¿Han pensado cómo el sol nunca es el mismo? El sol del amanecer poético y esplendoroso no vuelve a ser el mismo en todo el día. Le alcanza con ser jodidamente maravilloso durante la mañana. Después de eso, es suficiente con estar colgado en el cielo esperando a guardarse un par de horas después. Qué ganas de ser sol y que el resto del mundo celebre mi existencia; que se perdone mi intensidad abrasadora de las tres de la tarde y se me excuse por parecer menguada hasta que la noche llega a relevarme. ¡Qué suerte tiene el sol de ser sol!

Postrada en el asiento del copiloto de aquella camioneta que parecía ser mía, aunque no lo era —igual que pasaba con mi vida— miraba al sol. A mi alrededor, un estacionamiento casi vacío, tres familias felices además de la mía estarían dentro del supermercado, poniendo en el carrito de compras todos esos enseres que necesitas aunque no sabes muy bien para qué; objetos enlistados en la cabeza como artículos de primera necesidad, recetados para cumplir con el esquema de bienestar perenne que viene, supuestamente, aparejado con el matrimonio; aromatizantes de vainilla o lavanda, bolsas de plástico pequeñas  y con cierre para guardar cualquier cosa que igualmente podría caber en tu puño y por ende, donde sea. Frascos de mermeladas gourmet, sin azúcar, conservadores o cualquier añadido que potenciara algo de sabor, o en su defecto, de felicidad. Parecía que entre más estéril fuera el producto, mejor se adaptaría a la mecánica de mi vida en familia, que de tantas maneras también estaba impedida para florecer. 

—¿Qué más necesitas? — Preguntó Max cuando había regresado al volante y se encontró con mi mirada clavada en la nada, que tanto le agobiaba.Leer más

Alejandra Durán escamilla | Poemas

Alejandra Gabriela Durán Escamilla (Puebla, 1992). Técnico en Música, licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica y Maestra en Literatura Hispanoamericana por la Benemérita Universidad de Puebla. Actualmente se dedica a la difusión de la LIJ y a la gestión de proyectos musicales relacionados con el bolero y la música tradicional mexicana.

 

 

 

Inmersión

Ayer las cosas perdieron su nombre,

lo dejaron regado en el cesto de la ropa sucia,

en el rincón polvoriento del cajón más olvidado,

entre las hendiduras del suelo que se abre a la tierra.

 

Las cosas ya no tienen nombre,

lo espantaste con el humo del verde suspiro.

Está escondido detrás de la oreja,

en la lectura de los astros hostiles.

 

No quedan las palabras,

tan sólo la memoria de sus himnos.

Puedes hallarlos en el encuentro silencioso de los recuerdos,Leer más

Diosell Hurtado | Poemas

Diosell Hurtado (1987, Managua, Nicaragua). Mesoamericano, hablante de náhuatl oculto. Entusiasta de géneros breves. Estoico, lacónico. No cree en los elegidos, ni en la inspiración milagrosa. Sí en el trabajo arduo, la investigación y la constancia.  

 

 

Luces, cámara y ¡Stop!

En aquel apartamento cerca del «Kennedybrücke»:

(solos)

¡espontáneos!

abandonados…

Tu espalda, pantalla de plasma:

películas infantiles

y eróticas para matar el aburrimiento.

Mis labios queriendo tocar tu piel

pero vos al lado este del «Rhein»Leer más

Andrómeda en la secundaria

Por Laura Magnolia Hernández[1]

La gargantilla de cuero negro rodeaba su cuello para unirse justo sobre las clavículas en un aro metálico del cual se desprendían gruesas cadenas plateadas que rodeaban su cuerpo por debajo de los senos, atravesando su cintura, partiendo su figura y volviéndola a unir, haciendo resaltar esas formas que quiso ocultar cuando recién las descubrió sin haberlas solicitado en un arranque de eso llamado pubertad, cuando prefería ahogarse de calor en los días de mayo bajo un suéter escolar de manufactura china.

Aún estaba en esa etapa en la que hubiera preferido ser aplastada por otros mil suéteres chinos antes que ser expuesta ante su clase, y al final, eso fue exactamente lo que ocurrió.

Al iniciar el año sus padres la habían presionado para unirse al taller de declamación, estaban convencidos de que le ayudaría con esa timidez que no les parecía correcta. Al final accedió por tratarse de una actividad casi privada en la que el resto de los asistentes no tendrían el valor moral de juzgarla o hacerla sentir mal.

Aquel año también se había unido a la clase María Gorgona e inmediatamente surgió un vínculoLeer más

Úrsula

Por Cecilia Prado[1]

 

En medio de la polvareda se erige una enramada construida con palos y ramas de ahuijote, a su sombra, cuatro músicos varones dirigen el convite entre sones, gustos, malagueñas, jarabes, ejecutados uno tras otro, sin descanso para los bailadores. Ya comienza el arpero otra vez, con un bordonazo al arpa que sirve de primera llamada y los subsecuentes trinos de pájaros que declaran la melodía de la Úrsula, son muy gustado por todos los presentes. Basta el movimiento de manos del experimentado arpero para que a unos metros de distancia se levante un pequeño remolino al que nadie presta atención. Entre risas, gritos y chiflidos, la atención sólo se dirige a los músicos y a la tarima de parota, aún desocupada. Enseguida del arpa se suma el violín cuyas agudas notas evocan caballos relinchantes, los mismos que se encuentran a unos pasos, adiestrados para mover sus pezuñas al compás de 12/8. Arcadas ligadas suben y bajan, los sonidos viajan a kilómetros de distancia mientras se materializan unos pedazos de fierro y caucho entre la columna de tierra que se va agrandando. Al violinero lo sigue la guitarra de golpe, la jarana, la colorada aporreada sin compasión por el músico más viejo de los cuatro, quien hace gala de su talento adornando sus mánicos con repetidos abanicos.

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      A cada redoble se va definiendo lo que sólo era chatarra como una bicicleta pesada y centelleante, cuadro de acero, barra alta, rodada 29, manubrio recto. Prrrpa-prrrpa prrrpakatunpakatupa, es el sonido Leer más

Nicte-Há Ziüg | Poemas

Nicte-Há Ziüg (1996). Poeta de piel morena. Habita en un cruce de fronteras, bajo las faldas del Huizachtepetl en el Valle de México. Es psicóloga social comunitaria, y desde la palabra colectiva construye espacios de autonomía creativa con niñas y mujeres. A partir de 2020, ha generado una serie de círculos y talleres para el acompañamiento feminista desde la escritura creativa y la cartografía corporal (Resonar por los bordes, 2020; Territorios poéticos desde la memoria corporal; Cuerpas entramadas: bordándonos entre la cuerpa y la palabra; Escribir para encontrarnos; Memorias poéticas desde el cuerpo-territorio, 2021); y de manera conjunta y autogestiva publicó el “Cuadernillo de poesía para mujeres que escriben» (Vol. 1 Raíz; Vol. 2 Tallo, 2021), y “Resonar por los bordes: Mujeres escribiendo desde las periferias” (2022). Actualmente forma parte de la Escuela Feminista Comunitaria de Creación literaria, convocado por la Colectiva Ingrávida.

 

La era de la ciclicidad sangrante

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Sin queso de cabra, por favor

Por Chess

 

Autobiografía, Enero 2020

-Tiene sangre en los pulmones, no para de convulsionar, tenemos que inducirle el coma ¿qué desea que hagamos?

Ayudar a otros, a veces desconocidos, es algo que hace para sentirse útil y solidaria, para hacernos creer que le importa la humanidad. Sabe que decidir entre la sala de terapia intensiva y un ataúd no es fácil.

Mexicana clasemediera, jugaba en la calle de atrás a los patines y la bicicleta. En algún momento decidió que la tierra y la pelota eran más divertidas que las zapatillas y el leotardo.

Asistió a escuelas públicas donde conoció los colores de la piel y las palabras piojosa, busto, cooperativa, sin olvidar el festival de las madres, el cambio de escolta y las casas de sus amigas. Se raspaba las rodillas en el patio de cemento, defendía a los débiles, jaloneaba a los niños que corrían más rápido que ella jugando a policías y ladrones. Competitiva y berrinchuda, pronto aprendió que a todos les toca un lugar en el salón de clases y, más tarde, en la vida.

Falsificó credenciales para entrar a la secundaria, fue gremlin y perdió el suéter cLeer más