Alcarrás: la transición de la tierra formadora  

Por Sergio E. Cerecedo

 

Como una persona oriunda de una región agrícola y ganadera de este país, una parte fuerte que me conecta con el segundo largometraje de Carla Simón es la precisión y cercanía naturalista con la que sitúa las problemáticas del campo y de la transición a la modernidad y nos hace sentir que esto no ocurre solo en Latinoamérica o en el sur global. En mi infancia me tocó recorrer muchas veces siembras y regiones donde en cada municipio que vas la base de la economía es un cultivo diferente. Sin embargo, recuerdo un viaje donde le decía a un chofer que me encantaba ver tanta gente vendiendo fruta y tantas plantas fértiles a la orilla de la carretera, en medio de ese relato un señor de unos setenta y tantos me interrumpió y me comentó que lo malo de esa venta era la dificultad para que el agricultor tuviera un buen ingreso con ello, ya que la reventa o coyotaje y otras técnicas del mercado hacen que el precio de los cultivos baje demasiado, por supuesto que esta información no me dejó indiferente y me hizo voltear de manera más precisa a la realidad que me rodeaba.

 

Carla Simón (2022)

En los primeros momentos de la película se nos presenta la tierra precisa, árboles frutales, montañas lejanas, un lago pantanoso, para después llevarnos a una secuencia que nos cautiva desde adentro. La cámara curiosa revela a una niña compartiendo con sus primos el juego, instantes de imaginación donde el carro abandonado que ocupan se convierte en algo más con el poder de la imaginación, algo intenso y bonito que durará poco, pues después de que bajan de él, una maquinaria pesada procede a llevarse el vehículo, los niños observan con una sorpresa disruptiva, se sienten despojados del espacio de juego libre, y no será la primera vez, ya que una realidad cambiante más grande que ellos está por venir.

 

En la región catalana de Alcarrás, somos testigos desde cero de una parte de la vida de una familia que se dedica al cultivo del durazno, a pesar de cada quien tener sus intereses, la familia completa, desde el miembro más joven hasta el más grande de edad, participan del trabajo manual y de recoger la fruta. En este contexto, son informados de que las tierras no son suyas, sino que su abuelo recibió un permiso de palabra durante la guerra civil para trabajar en ellas y hacer su patrimonio, cosa que logró en su momento, pero ahora la tierra es reclamada por el descendiente de quien hizo el trato, lo que también cambiará de giro el terreno al dedicarlo a la instalación de paneles solares. Un cambio que sin duda es un duro golpe para la economía de toda la familia.

 

 A diferencia de la película anterior de Simón, “Alcarrás” aborda el relato de manera coral y nos revela un poco de la vida de cada personaje, explorando aspectos como el miedo al cambio, la transición  entre tradición y modernidad, el forjamiento de la identidad en los más jóvenes y por supuesto la entidad de la familia, los factores que la mantienen unida o que la separan, siendo la decisión de luchar o no luchar por hacer que el dueño de las tierras se retracte lo que terminará de separar los caminos de las familias, por las diferencias entre las cabezas principalmente.

 

El lenguaje audiovisual es de una cámara en mano cercana, intrusiva pero casi invisibles; la propuesta es observar de cerca, no se preocupa por una composición muy elaborada con técnica muy rimbombante, sino por el hecho en sí. Con una calidad de imagen plena en mostrar lo dorado, hay en la manera de exponer la historia una contraposición que nos habla de la calidez de los colores del verano, pero al mismo tiempo de lo otoñal que puede ser ver el fin de una época.

 

Los miembros jóvenes de la familia también tienen un camino sumamente interesante, en Rogelio, el hijo mayor de Quimet, vemos un debate entre el deber laboral para con la familia y el deseo de diversión y otras cosas que puede haber en su camino propio; en Mariona, también adolescente, una búsqueda de explorar la socialización, su atracción por un chavo y su repudio ante la represión que su hermano pretende ejercer con la jerarquía del género; y en la pequeña Iris encontramos en el cambio de sus juegos y dinámicas una fuente inagotable de preguntas como lo es esa etapa de la infancia, su aprendizaje social va desde observar las costumbres de los empleados africanos que trabajan en las tierras prestadas a su familia y querer emularlas, hasta el darse cuenta que a veces nuestras amistades y vínculos son dependientes de las amistades y vínculos de nuestros padres, resintiendo sin merecerlo los alejamientos internos que se viven en su familia.

 

Es muy evidente que esta cámara inquieta, casi invisible, nos deja en claro por el transitar de los personajes que la tierra no le pertenece a la gente, pero la gente pertenece y escucha, vive de lo que la tierra le da, interacciona con quien se le asemeja y defiende lo que le parece justo, lo mismo les seguimos en los asados, en la cosecha conjunta, en el compartir una fruta para refrescarse en plena jornada, que vemos también las manifestaciones de los agricultores frente a las alcaldías por conseguir mejores condiciones y claridad sobre su trabajo, recordándonos la generalidad de las luchas obreras que no son solo en un país, sino que la existencia de un sistema generaliza la situación más allá de los límites geográficos.

 

La trama de Quimet, el padre, como el líder laboral activo de la familia, no es una persona preparada para el cambio, en él vemos una institucionalización que, aunque no sea ligada con algo del gobierno, ve irse a cada elemento de la realidad que conocía, al oficio, a los hombres contemporáneos a él y también su nivel de autoridad moral y personal ante los demás. En su arco dramático vemos al hombre rebasado por dos cosas: las circunstancias previas a su existencia; los tratos que hizo su padre, el oficio familiar  que se volvió su vida en su formación temprana. El trabajo en la tierra no es romántico, no todo mundo lo hace a gusto, como tampoco la vida campirana y tradicional es un deseo de toda la gente, ahí es donde Simón siembra el conflicto tanto de la tradición como de los roles de una manera sutil, el rol de proveedor y heredero de una jerarquía y un oficio oprime a las figuras masculinas al mismo tiempo que les habla de qué son y deben ser, trastocando las decisiones sobre su presente y futuro.

 

Por el lado femenino también destaca una contraposición entre el accionar de la madre para el funcionamiento de la familia en el esquema interno y social que se lo han planteado, frente a su hartazgo hacia lo que cumplir todo al pie de la letra conlleva, contrario a la hermana de Quimet, que tiene una dinámica diferente con su pareja y también trabaja. Las reuniones de mujeres son representadas con discreción, dentro de la iglesia, las labores de organización de las fiestas, etcétera. En este contexto podemos entender el disenso de las mujeres jóvenes de la familia hacia el estilo de vida, apuntes que no por sutiles dejan de ser interesantes.

 

Por si no fuera suficiente con los padres e hijos, la otra joya en cuanto a ensamble son los abuelos, ella proveyendo de refranes, buen humor y experiencia, preocupada pero responsable hacia lo que ha visto y lo que verá; el abuelo más bien relator de la poca expresividad, preocupado por el pasado y también comprendiendo que vive el invierno de su vida y que a veces es más importante escuchar que decir, sus observaciones del espacio, su esfuerzo por llevarla bien con el adversario e intentar dejar cuentas claras a su partida. Ambos nos hablan con cada movimiento de ojos y surco de su piel, recordándonos que la vida es bonita y difícil a la vez.

 

Las pocas canciones que escuchamos durante el metraje son trascendentes y emocionantes, como el tierno y profundo momento donde la pequeña Iris canta a su abuelo la tradicional catalana “Cançó de pandero” a lo mejor sin vislumbrar por su edad el contexto de lucha de clases. Hay lugar también para la fusión de música urbana con ritmos más afrolatinos, concretamente de Colombia, como en “La patrona” de Lao Ra, una canción bailable con la que Mariona y sus amigas quieren presentar una coreografía durante la fiesta del pueblo; y “Ya verás” de Systema Solar, igualmente en ese sonido cumbiero de Santa Martha y alrededores. También encontramos a la banda de Ska noventera Dr. Calypso, redondeando ese mosaico de mestizaje cultural y cambio en el que la película se encuadra.

 

Carla Simón ha sobresalido por  un minimalismo en su concepción de la imagen, una naturalidad que busca los momentos emocionales sin mucho adorno visual, su cine es directo y en él la dramaturgia parece reducirse al mínimo en técnicas y artificio. En su ópera prima “Verano” (1993) veíamos el mundo a través de una niña marcada por hechos difíciles de sus padres que es adoptada por sus tíos y que va averiguando en su día a día qué es lo que le hace sentir mal y por cuál camino dejar de ser aprehensiva y llevar las cosas un poco mejor. En esta ocasión la multiplicidad de visiones nutre aún más esa búsqueda identitaria con la que su directora nos conmueve y cuestiona a la vez.

 

 

Las margaritas | La libertad multicolor de Věra Chytilová

Por Sergio E. Cerecedo

 

Las vanguardias cinematográficas de los 60´s son, fuera de la nueva ola francesa y el free cinema de Inglaterra, algo que raramente sale de los círculos más eruditos. Es difícil alimentar la curiosidad sobre hechos pasados sobre todo cuando lo que en alguna época fue novedoso ha quedado atrás, y a veces se siente feo, sobre todo cuando uno ve que las innovaciones tecnológicas han hecho sustituibles a las piezas porque, aunque su discurso sea relevante, su técnica no parece novedosa.

 

Hoy en día puede parecer muy fácil con los filtros digitales replicar los efectos visuales y tratamientos de imagen, pero hay que valorar que en varios países del este de Europa hay una tradición importante de dar vida a lo inanimado, ya sea a través de marionetas, fotografías, recortes tipo collage o un sin fin de técnicas que dan otro sentido a la creación de imágenes.

 

En plena efervescencia de cambios políticos que llegarían en muchos lados del mundo a su límite en 1968, la directora checa Vera Chytilova concibe y materializa una de las películas más plástica y sensorialmente audaces que han existido. El resultado puede ser extraño, desigual o difícil de entender, pero a mí me resulta tan disfrutable sin necesidad de comprender o ser certero al interpretar lo que sucede en ella, aunque su contenido y simbolismo por supuesto que merece una interpretación y búsqueda de ello. Aunque Vera no recurre a las técnicas antes mencionadas, como la animación, sino al montaje rápido, las superposiciones de imágenes y algunos filtros de color, su propuesta debe tanto a la visualidad de las artes plásticas de su país como a sus propias inquietudes y a las ganas mismas de romper esos cánones, una contraposición que al día de hoy sigue pareciendo maravillosa, divertida y con algunas líneas argumentales que van más allá del bien y el mal.

 

Dos mujeres de veintitantos años planeando salir a divertirse haciendo las bromas más pesadas, desde coquetear a señores con dinero para que les paguen todo hasta echar mucho desmadre. No es difícil ver, si uno tiene la paciencia, que a menudo en las secuencias hay un lenguaje simbólico entre ellas acerca de las cosas que tienen prohibido hacer, lo que resulta un poco absurdo si nosotros como público no aceptamos la convención de leer entre líneas. A continuación, veremos una serie de viñetas en las cuales siguen con este comportamiento y desparpajo infantil. Veremos a una interrumpir la cita de su hermana con un hombre mucho mayor e importunar al fulano en turno comiendo muchos dulces, preguntando cosas indiscretas y llevando con sus acciones toda la contra a lo que normalmente debía hacer una mujer según el conservadurismo rancio.

 

En el metraje podemos divertirnos mucho con números con música de fondo que en mucho remiten al cine mudo y al clásico de hollywood, pero solo en formalidad, pues es notable cómo Chytilova se sirve de estas formas a grosso modo para después trastocarlas con un sentido político y social muy puntilloso. Alrededor de todo el metraje ronda la pregunta de ¿Qué es la libertad? ¿A dónde vamos con lo que hacemos y a donde llevamos nuestro ser? Estas preguntas se exploran de maneras extremas, no siempre claras y nuevamente con un simbolismo sutil que deriva entre temas como el cuerpo y la sexualidad. La presencia de la comida, el atracón y la saciedad, funcionan como íconos de aquello que la sociedad siempre ha dicho, especialmente a las mujeres, que tomemos con medida.

 

El cambio de filtros de colores dentro de la misma secuencia monocroma a cada cambio de encuadre es de un surrealismo desbordado, divertido y que por sí mismo ya habla de desafiar el lenguaje, la atención, las convenciones del cómo narrar una historia con la estructura aristotélica clásica. Las personas dedicadas al arte en los sesenta cuestionan, destrozan y re estructuran todo aquello que las instituciones que dictan lo que debe de ser el cine. El montaje también está lleno de elipsis entre las aventuras de las chicas en la calle y la convivencia introspectiva que tienen en su casa, dentro de estas pláticas podemos leer muchas preguntas, muchas de ellas de carácter inocente, exploratorio y fuera de cualquier método científico, dando a entender que esta infantilización les ha sido dada por su propia opinión. Cuestionamientos punzantes que, junto con la destrucción de alimentos en una de las secuencias más recordadas, le valió la prohibición a la película durante muchos años.

 

La puesta en escena es curiosa, pues lo expresivo de las actuaciones puede resultar teatral, de artes vivas, sobre todo en lo que a expresión facial y corporal concierne —como en los bailes—, pero el montaje segmenta estas exageraciones, nos regala retazos incompletos de esta realidad. El experimento es notable en varias secuencias, pero especialmente en aquella donde una de las hermanas acompaña a un pretendiente a su casa y el lugar está lleno de mariposas disecadas, el ir y venir de los diálogos y las expresiones faciales es nuevamente reminiscente de la animación stop motion.

 

Hay también en varias ocasiones estampas referentes a las revistas de moda y los figurines, en ellas se entiende una burla a lo que pretende ser el estilo de vida vendido como el ideal para la mujer en esa época. Las escenas donde vemos cuerpos desnudos nos hacen patente esa libertad muchas veces ausente que estas amigas disfrutan y buscan de muchas formas, que casi nunca se dirían correctas.

 

De las sensaciones que recuerdo y han ido evolucionando en mí con cada visionado de esta película es la de tener, como estudioso y practicante del sonido cinematográfico, sentimientos encontrados respecto a la manera de abordar el sonido, hay desde las primeras secuencias unas ganas tremendas de burlarse de la convención y de lo típicamente bien hecho, el realismo en el sonido es sacrificado en pos de un expresionismo rítmico en el cual los personajes realizan varios movimientos que no tienen sonidos incidentales aunque estén en primer plano, pero de repente alguno de ellos lo tiene y esto crea un ritmo con la musicalización o con algún sonido continuo como un reloj, hibridando y confundiendo de una manera interesante entre los sonidos de las acciones (foleys), los efectos, y las mismas notas musicales de la banda sonora. Desgraciadamente no le podemos preguntar a su autora, pero lo plasmado crea una singularidad en la que oímos lo que ella quiere. Lo cual es palpable desde las primeras secuencias. La sonoridad de la película es rara, con música disonante llena de instrumentos de aliento que por momento parecen alarmas, por momentos cantos de gansos. Amorfas, desconcertantes pero que no nos dejan ignorarla.Leer más

Beau Travail: Carencias del cuerpo sistematizado

Por Sergio E. Cerecedo

 

Cuando hablamos de identidad de género y cuestiones referentes a la sexualidad e identidad es común la pregunta: ¿Qué impide este libre desarrollo de la personalidad? Casi siempre nos encontramos en la obviedad de los factores externos, como las instituciones sociales que nos recuerdan a cada momento sus parámetros sobre la masculinidad y la femineidad: sí, como una sola y no como un abanico de maneras de vivirlo. Entre las instituciones donde más se ha ponderado en ello podemos encontrar a aquellas relacionadas con la guerra y la defensa del territorio, tales como la policía, la marina y la milicia, contexto en el cual se desarrolla esta película de 1999.

 

Claire Denis (1999)

Claire Denis vivió en varios países de África durante sus primeros años de vida debido al trabajo de su padre, entre Senegal y Burkina Fasso, y aunque vivió los países africanos desde una posición privilegiada, esto no impidió que pudiera tener una mirada empática y atenta. Su primera película, “Chocolat”, fue filmada en Camerún, y desde entonces ha construido una carrera con temas comunes como el deseo humano. En su abordaje de estos se nota también la visión cotidiana y cercana con dejos de poesía de los directores con quienes trabajó como asistente de dirección, como Wim Wenders, en “Las Alas del Deseo”, o “Down by law” de Jim Jarmusch; y un punto de vista que observa la violencia sin forzarla o servirse del morbo sino más encaminada a las consecuencias de ésta y su surgimiento a través, sobre todo, de deseos que no se expresan. Y es en el periodo de los noventa donde yo encuentro un intimismo no exento de crudeza que, aunque ha evolucionado, tiene una cualidad especial en sus películas de esta década, sobre todo en la que hoy revisitamos.

 

Las secuencias de “Beau travail” albergan un conjunto de recuerdos que el oficial Galoup escribe en su diario acerca de su vida en Yibuti sirviendo a la legión extranjera a cargo de un pelotón de jóvenes de diferentes orígenes, eLeer más

The Watermelon Woman: La búsqueda de una esencia en videocassettes

Por Sergio E. Cerecedo

 

Tal vez no quieran saberlo, pero uno de mis eventos canónicos de la secundaria fue el descubrimiento del cine independiente, especialmente el gringo, pues era el que más se comentaba y estudiaba, nombres como Richard Linklater, Jim Jarmusch y Gus Van Sant, entre otros, me dieron muchas ideas sobre las historias que no eran de gente rica o de hazañas extraordinarias o de fantasía, si no de gente común en las calles y sus problemáticas, algunas veces estrafalarias. De entre todos esos nombres y títulos hay varios que nunca llegaron a este lado y ni siquiera se subtitularon o doblaron,”Watermelon woman” es una de ellas y hoy en día salta a la vista su importancia dentro del panorama social y fílmico de esas épocas que mucho nos aporta también al presente de los temas que aborda.

 

Cheryl Dunye (1996)

Cheryl, una encargada de un videoclub de Filadelfia, que también hace videos para bodas y eventos sociales, con un deseo profundo de convertirse en cineasta y la facilidad que le da el poder adquirir películas a través de su trabajo, se obsesiona con investigar sobre una actriz a la que solo encuentra acreditada como “The watermelon woman”. De entre su búsqueda de hablar del olvido hacia las mujeres negras, encuentra ese legado específico en algunas películas de los años 30´s, le fascina verla en pantalla y más aún después de ver que no se le conoció mucho por su nombre, sino por ese apodo ofensivo que implica la relación entre la sandía y los afrodescendientes, sobre todo en la época del esclavismo. Pero esto es solo el punto de partida, ya que a cada paso hay más rasgos comunLeer más

Las amargas lágrimas de Petra Von Kant

Por Sergio E. Cerecedo

 

Rainer Werner Fassbinder (1972)

Junio es un mes al que la cultura de los últimos 100 años ha aportado fechas más allá de las del santoral, fechas resultado de luchas sociales y recordatorios de empatía, de la necesidad de una lectura activa de la otredad y una convivencia diaria que la lleve a la práctica con quienes consideramos diferentes en creencias, identidad y muchos aspectos más, es un momento para pensar en toda la amplitud de la palabra diversidad.

 

En una escena crucial, la protagonista de la película dice a una amiga cercana que “Puedes compadecer lo que no puedes comprender”, y es precisamente en esta historia de amor y una relación disfuncional entre dos mujeres que la delgada línea entre un concepto y el otro se estudia, con resultados duros, punzantes, difíciles de ver porque se contraponen con muchos de nuestros ideales en la vida, en esas amargas lágrimas que describe el título, dado que empezamos a sentir que fuera de ese mundo opresivo, donde frecuentemente queremos lo que no podemos tener, nuestros sentimientos se desbordan, porque al fin y al cabo, eso compartimos como humanidad

 

La obra de Fassbinder se ha catalogado frecuentemente en el género del melodrama, el director pertenece a la lista histórica de cineastas que filmaron en tiempo récord (41 películas en 14 añoLeer más

El baile de los 41: Historias tabú detrás de lo oficial

 

David Pablos 2020

En los inicios del siglo XX, dentro de la pretendida estabilidad del gobierno de Porfirio Díaz (un correcto Fernando Becerril a pesar de aparecer poco en pantalla), se cuajaban ambiciones de otros políticos, entre ellos el diputado Ignacio de la Torre y Mier (Alfonso Herrera), prometido de la hija de Porfirio Díaz, que con este matrimonio emprenderá una carrera de intentos de ascenso político (a veces intentando contrariar a su suegro), en la que la principal adversidad será sobrellevar su otra vida, ligada a los “42” un club de hombres acomodados que comparten su interés por la Tertulia, el alcohol, los lujos y los encuentros homosexuales, en los cuales involucrará a Evaristo, un empleado también de origen privilegiado que le atrae y le despierta sentimientos intensos.

 

Llevando la contraria a los recientes intentos de drama histórico como “El Atentado” o “Arráncame la vida” o el retrato de la vida de los considerados héroes históricos como Hidalgo o Morelos, lo que la película busca es el retrato de un personaje inmerso en un contexto histórico, siendo una fichita en sus acciones que, con sutileza, la película no se empeña en caricaturizar o folklorizar al estilo de las fábulas de un Luis Estrada. Digamos, el estilo es un drama donde el tema de la homosexualidad se mira dentro de la esfera política de una sociedad doblemoralina; el camino es interesante y aunque tiene el detalle de ser una película más de impresiones que de una narrativa lineal y de tres actos, consigue su cometido y se sigue con facilidad.

 

Contrario al tópico común de grandes poses más allá de la construcción de una historia, la dirección de escena se torna introspectiva y no le interesa lucir la cantidad de extras o la recreación de época por sí misma o, mejor dicho, nunca deja que el despliegue de producción se coma a lo que le interesa narrar. El grupo íntimo que conforma el club de caballeros donde se desarrolla el destrampe de Ignacio y Evaristo, una vez iniciado, es mostrado con chispazos de teatro bufo, baraja, música y camaradería que, como los involucrados lo hacen ver, parece un remedo del hedonismo griego, detalle que hace relucir la condición aristocrática de quienes tenían acceso a éstos conocimiento. El director parece tener la mirada afinada hacia los instantes más allá que al desarrollo de subtramas profundas, lo cual le da el matiz elegante y a la vez trágico a esa rama de la historia principal.

 

En lugar de con grandilocuencia, el retrato audiovisual se lleva con intimidad, las escenas orgiásticas al interior del club son retratadas con medias luces sepias que hacen relucir los patrones repetidos (como las bañeras) y son tomadas a cámara en mano a diferencia de la mayoría de la película, en un vaivén del punto de vista para el espectador.

 

Todo esto es realzado por el montaje preciso de Soledad Salfati, que sin exabruptos nos conduce en una cadena de hechos de diversión a hechos de seriedad como parece estar estructurada la vida de Ignacio, a cada momento de gran placer en el club o con Evaristo, le sigue un eslabón distinto del peso de los chismes, de la insatisfacción del matrimonio por su misma homosexualidad reprimida y de su propia terquedad de ascender en la escala política. Aunque el guion nunca nos deja ver cómo logra esos contactos o cómo logra ser tan influyente, lo que nos hace pensar que es solo por su mero privilegio.

 

Para el apartado de la sonorización, la música de Carlo Ayhllon y Andrea Balency-Béam, así como el uso en la parranda de “Sobre las Olas” de Juventino Rosas cantada por algunos de los miembros del club borrachos por las calles, un guiño bastante divertido y anacrónico que emparenta el compañerismo de los 42 con cualquier borrachera de amig@s de nuestro tiempo. El film nos sumerge en esa empatía, y la música está consciente, siendo, al igual que el resto de propuestas del filme, el diseño sonoro, en general, silencioso y minimalista, recalcando los elementos que suenan a lo lejos en la oscuridad de la noche, solo cuando se requiere generar esa inquietud, lo cual va acorde con la propuesta.

 

Por su parte, el diseño de producción se esmera por el uso limpio de los exteriores y locaciones históricas: el Munal, Palacio de Minería y las calles del centro histórico entre otras; y el detallado sin demasiados adornos en los interiores; por lo demás, la aparición de una cabra dentro de una casa aristocrática del final es un detalle irónico y divertido.

 

En el apartado actoral, Alfonso Herrera está poco más que correcto, no cae en la caricatura pero al mismo tiempo esa contención juega en contra inclusive en las escenas clímax, se nota más posado que actuado pese a lo evidente de su esfuerzo y compromiso con el filme, lo que hace a veces un poco contradictorio para alguien que parece hacer lo que quiere, incluso ahí es donde perjudica al tipo de puesta en escena, donde los personajes son retratados por instantes y no se divisa un perfil definido al estilo más académico. Esto resulta contrastante con la ira contenida y matizada de Mabel Cadena en el papel de Amada Díaz, en un personaje que se podrá considerar todo menos una esposa pasiva, dentro de las conversaciones y discusiones con Ignacio siempre deja ver una contradicción entre la herida de la vulnerabilidad por los hechos seguida de su forma defensiva e inmediata de ponerse en pie y actuar.

 

Pasando a los secundarios, se aplaude la parte coral y la intervención de personajes casi incidentales dándole ésa vida al club cuando dramatizan obras de teatro o hablan de sus familias, a pesar de sus apariciones esporádicas, la parte dura del final (quien conozca el hecho histórico no tendrá duda de éste) nos hace sentir tristeza por ellos, en una secuencia genial donde les vemos despojados de todo fuero, Pasando de una toma general de grupo a primeros planos duros donde vemos las consecuencias de sus excesos, o al menos las que el gobierno les quiso y pudo recriminar, en la que es quizás, sin demeritar a otras, la mejor secuencia diurna de la película y que nos deja ver que en la puesta en cámara de Pablos hay más de gente como Pasolini y Chabrol que de los referentes viejos y contemporáneos de película histórica en nuestro país. Aunque mucho menos explícito que los mencionados.

 

En su película anterior, “Las elegidas”, David Pablos ya había dado señas de querer mostrar la parte de la corrupción social y moral en una historia sobre la trata de blancas y la prostitución de menores. Aquí es muy bueno ver que el presupuesto más holgado y el peso del género histórico no opacaron sus inquietudes, pues se atreve a dar el paso del cuestionamiento dentro de lo que la historia le permite y lo aterriza bien, aunque esa sutileza narrativa se pueda confundir con pudor a la hora de retratar tanto lo explícito como lo más escabroso de las numerosas historias alrededor del personaje.

 

 

Museo | Un trueno sobre Satélite

Por Sergio E. Cerecedo

 

 

Alonso Ruizpalacios (2018)

Juan, pasante de veterinaria, vive una existencia Gris y en medio de ningún lado trabajando en el Museo de Antropología como asistente, lo mismo que su mejor amigo Benjamín Wilson, quien cuida a su padre enfermo. En la víspera de navidad, ambos habitantes de ciudad Satélite parecen destinados a tareas rutinarias en que sus familias los envuelven, pero Juan tiene otro viejo plan que parece hecho para la ocasión: sustraer máscaras y reliquias de la sala Maya del Museo de Antropología. Irónicamente tiene razones contradictorias, por un lado, sacando su nacionalismo, cree que esto ayudará al pensamiento general a voltear a ver a estas culturas y a todo lo acaecido en la conquista; mientras que, por otro lado, busca hacerse de dinero. Una contradicción que persigue a los dos ninis, hasta que se deciden a materializar su plan el 24 de diciembre.

 

Lo primero que puede alejar al público es que su propuesta es inspirada en los hechos y no basada en ellos, quiero decir con esto que la verdad histórica no importa del todo, pues dentro de lo acontecido en realidad los personajes no eran nada ingenuos, los años previos a la recuperación de las piezas se dedicaron al contrabando y el narcomenudeo, lo cual los metió en situaciones de excesos y a hablar de más en un bar ante desconocidos, por lo cual fueron descubiertos y aprehendidos. El universal publicó la crónica de lo sucedido realmente. Por lo que, en general, Museo es una ficción que aborda lo histórico de una forma onírica y de iniciación, con ciertos dejos místicos, lo cual le permite ser, independientemente de la opinión personal, un viaje para los sentidos.

 

Y es que todo lo irreal que puede ser la trama se compensa con el realismo y atmósfLeer más

Poissa: El viaje involuntario

Por Sergio E. Cerecedo

 

Arttu Haglund (2019)

De lo positivo que podemos sacar del replanteamiento de las formas de programación al que se vieron obligados algunos festivales de cine durante la pandemia podemos destacar la alianza que el festival Macabro realizó con Filmin Latino, poniendo la programación completa en su catálogo durante el tiempo en que tendrían lugar las proyecciones en salas de cine. Me complace mucho que, de esta manera, las películas pudieron llegar a más espectadores de lo usual y que se pudieran ver sin las ataduras de un horario.

 

En mi opinión se sacaron un 10 y espero que la iniciativa haya generado excelentes números que complementen la partida de lomo de todos los que hacemos, exhibimos y promocionamos el cine de nuestro país así como las producciones de América Latina y otros países que no son Estados Unidos. De esta muestra me tocó el visionado de un producto finés que, aunque tiene momentos desiguales, parte de una premisa interesante y decide llevarla de manera cotidiana y natural.

 

En esta película nos acercamos a Mätti, un tipo de mediana edad, buena persona, pero apocado, perdido en un trabajo de almacenista y con la monotonía de la vida con su mujer, su hija y un suegro bastante duro y controlador, todo es muy aburrido y sin alternativas hasta que un día, en medio de un momenLeer más

Ça Commence Aujourd’hui | El Maestro, el Frío y la Soledad

Por Sergio E. Cerecedo

 

Bertrand Tavernier (1999)

Para empezar con esta reseña que escribo con motivo del día del maestro tengo que entrar en un terreno personal, pues es necesario hablar de uno de los cineastas que puedo considerar que moldearon mi visión hacia algo más que lo usual en las carteleras comerciales siendo un verdadero profesor para mí en el tipo de audiovisuales e historias en las que me gusta participar como creador, es Bertrand Tavernier. Tanto que puedo aún recordar cómo el DVD de esta película estaba perdido y empolvado en un estante del videoclub de mi pueblo llamándome la atención hasta que finalmente le di una oportunidad.

 

Tavernier, durante mucho tiempo antes de ser cineasta, estudió derecho en la Sorbona; por eso no es de extrañarse que las nociones de justicia e injusticia estén tan presentes en su obra y sean tan fuertes en sus personajes, que van desde un militar que desea encontrar entre cadáveres cada nombre de los soldados de su regimiento para que no queden en el anonimato (“La vida y nada más”,1989),un diseñador de carteles de cine que no quiere que un virtuoso pionero del jazz caiga en el olvido (Round midnight, 1986), y aquí en “Hoy empieza todo” el personaje principal tiene también una lucha tremenda contra la ignominia general de la sociedad ante las clases marginadas.

 

Daniel Lefebvre dirige un jardín de niños en un pueblito del norte de Francia donde el paro laboral de los mineros ha complicado las ya de por sí duras circunstancias, es una persona estricta pero respetada por las maestras de diversas edades que tiene a su cargo por saber ser empático incluso cuando una de ellas entra en crisis o comete un error, es tanto alguien comprometido con su labor, que quiere a los niños y comúnmente se encuentra cantando con ellos, leyendo y haciendo suplencias para ahorrar presupuesto; como profunLeer más

Psycho Goreman: Amistad alienígena con mala leche

Por Sergio E. Cerecedo

 

Steven Kostanski (2020)

Cuando se estrenaron las películas de Deadpool y le impactaron mucho a la gente, me parecieron divertidas, pero sobre todo pensé que mucha de su irreverencia y humor políticamente incorrecto no era nada que un aficionado a la Serie B no estuviera acostumbrado a ver. No hay nada más pasado de lanza que una película que sabe que no está destinada a los cines grandes donde se tiene que someter a las clasificaciones de la industria y por eso se permiten chorros de sangre, lenguaje procaz a montones, efectos visuales baratos y una trama con jaladas increíbles que no pretende quedar bien con nadie.

 

En esta misma tónica, la casa productora Astron 7 se encuentra operando desde 2007 de forma local (en Canadá) especializándose en películas de bajo presupuesto de terror, ciencia ficción y similares, de una manera similar a las producciones de la Troma Films —Sargent Kabukiman y la Saga de The Toxic Avenger, entre otras— combinaban la acción y fantasía desbordada con el humor más ácido y variaban desde las comedias tontas hasta la ciencia ficción. En esta ocasión nos traen una historia divertida contada tanto en modo morboso como simple y que toma mucho.

 

Un conquistador alienígena exiliado por ser el mayor mal que Leer más