La otra cara de la moneda y los peligros de los nuevos gurús para “hombres”
Por Abel Ramírez Guerrero[1]
Hablar de masculinidades, al menos en los últimos años, ha traído una serie de controversias a las que se adhieren narrativas que ponen en discusión cuál es el comportamiento que tienen/tenemos que desarrollar los hombres en la vida cotidiana. La discusión se pone aún más compleja, enredada y borrosa cuando se vincula masculinidades, género y feminismos. No digo que ese vínculo no exista. Pero, la intención con la que lo esbozan algunos sujetos, pone en entredicho la importancia de trabajar y repensar la forma en la que se entienden y despliegan las masculinidades (hegemónicas). El problema no está en los sujetos, sino en las intenciones y en las narrativas (discursos) que se crean a partir de ahí.
Pareciera, en alguna medida, que si decimos masculinidades –nuevas, positivas, alternativas, diversas, noviolentas o como se las quiera llamar– implica convertirnos en sujetos sumisos que responden a los intereses, decisiones, intenciones, objetivos y designios de las mujeres. Si decimos “hay que trabajar en entender cómo comportarnos con las/os otras/os” enseguida salta a la palestra un miedo irracional de convertirnos en dominados frente a un grupo dominante que, en este caso específico, serían las mujeres. Es como si se entendiera que los feminismos y el género (en tanto categoría de análisis relacional) se pusieron de acuerdo para arrinconar/nos a los hombres.
Este fenómeno, por llamarlo de algún modo, abre la posibilidad de hacer varias lecturas: i) consciente oLeer más